En un entorno natural de extraordinaria belleza y riqueza geológica, Esquel se prepara para liderar el geoturismo en la Argentina, uniendo el conocimiento académico con la oferta turística local. Esta iniciativa se propone educar sobre la geodiversidad al visitante curioso y promover la conservación del medio ambiente, generando un impacto positivo en la comunidad y en la economía regional. El geoturismo se basa en la interpretación in situ de la geología y la geomorfología de la región. Aquí la riqueza geológica del entorno, sumada a los paisajes impactantes, se basa en la integración de turistas, académicos, guías de turismo, autoridades locales y prestadores de servicios, siempre de manera sostenible.
Los académicos aportan un bagaje de conocimiento técnico y científico, que es esencial para facilitar la interpretación e incorporación de información geológica en el terreno. Su expertisse contribuye al desarrollo de programas educativos y a la creación de materiales informativos que puedan ser utilizados por guías y operadores turísticos, garantizando que la información ofrecida a los visitantes sea precisa, actualizada y relevante.
La propuesta de geoturismo en Esquel
En la actualidad se está desarrollando a través de un curso intensivo de campo, el GeoTUR ESQUEL para capacitar en en el tema a turistas, guías, docentes de carreras afines y pobladores en general. El curso se estructura y se dicta en los alrededores de la ciudad, a lo largo de un circuito que conecta sitios de interés geológico. Así se ven afloramientos rocosos, geoformas y puntos panorámicos que, independientemente de su valor estético, son valiosos por su significado científico y su potencial didáctico. Los geólogos que desarrollan esta propuesta docente lo hacen en una inmensa aula al aire libre, y utilizan lenguaje accesible y comprensible para un público sin formación en geología. La propuesta ya tuvo tres ediciones y se programan más para febrero y marzo del 2025, conectando los valles de Esquel y 16 de Octubre, en el ambiente cordillerano, con el valle medio del río Chubut y la caldera Piedra Parada. Este último sitio, un icónico destino, reconocido por sus singulares características geológicas, sin dudas se convertirá en un pilar fundamental del geoturismo local, atrayendo a visitantes de diversas partes del país y del extranjero.
Esquel: enero con 100 % de ocupación
La Piedra Parada es un monolito impresionante, de 240 m de altura, que se alza en el medio del valle del río Chubut, formando parte de una antigua caldera volcánica. Este elemento del paisaje no sólo es visualmente impactante, sino que también posee un valor geoturístico significativo. Integrarla con el resto de los elementos de la caldera en un circuito que conecte los sitios de interés geológico que yacen en la zona permitirá conocer una historia geológica que incluye desde antiguas explosiones volcánicas así como los restos del paisaje labrado por los glaciares en tiempos geológicos mucho más recientes.
Las actividades en la Piedra Parada pueden incluir senderismo, escalada y visitas guiadas, donde los turistas podrán aprender sobre la formación y evolución de este singular paisaje. La propuesta busca no solo atraer a los amantes de la naturaleza, sino también a aquellos interesados en la ciencia y la historia geológica, enriqueciendo aún más la oferta turística de Esquel y la región.
La caldera de Piedra Parada
Pocos sitios desafían al geoturismo como la caldera de Piedra Parada. Hace más de 50.000.000 de años una erupción volcánica monumental dio forma a lo que hoy es esta caldera: una estructura gigante, de 25 km de diámetro, por donde se extruyeron grandes volúmenes de magma, afectando a la región, cubriéndola de fuego y lava. Al cesar la furia volcánica, la erosión del río modeló esta formación única, creando un paisaje que parece no haber cambiado desde que la lava se enfrió. En sus rocas multicolores, de tonos que van desde el amarillo vibrante hasta el rojo oscuro, se pueden descubrir las huellas de aquellos días de furia y fuego, preservadas en el mismo lugar donde se originaron.
En un recorrido por el cañadón de la buitrera, el paisaje cambia como una paleta de colores en movimiento. Las paredes de piedra, que superan los 150 metros de altura, se van estrechando mientras avanzamos por el sendero. En sus fauces, la vida persiste: las bandurrias, los tucúqueres y el cóndor andino, aves que hacen del cañadón su refugio. Aquí, el viento parece llevar consigo historias antiguas, mientras los chinchillones, roedores simpáticos y curiosos, se asoman entre las rocas, como si observaran al visitante con la misma curiosidad que este les dedica.
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