En una nota anterior repasamos las bondades conocidas mayormente por los cordobeses de la ciudad ribereña a la laguna Mar Chiquita: baños de agua salada, gastronomía sencilla pero muy rica, travesías en bike, en lancha o caminando para visitar las glorias perdidas de la costa y ver de cerca a los miles de flamencos que pueblan el espejo de agua. Pero hay más en lo que pronto estará junto a un parque nacional.
Miramar de Ansenuza no es solo la laguna, en los alrededores hay mucho para ver y conocer, con actividades de todo tipo. Por ejemplo, visitar el criadero de nutrias, ya no para el uso de su piel sino como alimento, que por supuesto se puede probar en los restaurantes del pueblo. Uno de los más antiguos es el de la familia León, hoy comandado por Egidio, tercera generación de criadores, a quien se le hincha el pecho al contar que las alimenta con alfalfa y maíz, y que su producción apenas alcanza a abastecer el consumo de la zona. El predio es amplio y tiene muy bien estructurados los tiempos de la cría, que complementa con otras especies como patos, cobayos y conejos. Al final del recorrido se pueden adquirir algunos productos elaborados con el pelaje y las piezas de su fibrosa carne, por un precio de $ 650 el kilo (pueden llegar hasta los 9). La visita sale $ 100.
El otro emprendimiento destacado de la zona es Las Palmeras, dedicado a la venta de reproductores Hereford, cría de cabras Boer, ovejas y otros animales que comenzaron los Vaudagna, necesitados de un cambio de ambiente para su familia. Enamorados de la zona, se establecieron y capacitaron (y lo siguen haciendo) en la mejora de la raza, al punto que ahora son referentes para los interesados en depurar la calidad de su hacienda. Complementan su actividad con un recorrido por las instalaciones, explicando cómo se alimentan y desarrollan los animales, qué cuidados requieren y hasta permiten que los pequeños visitantes alimenten a las curiosas cabras. La calidez de Silvia Almada, la matriarca, es tal que lo educativo queda inmediatamente incorporado sin que parezca una lección del colegio.
Hasta la hacienda se llega a caballo, para que sea una experiencia bien de campo, desde la propiedad de Cabalgatas Ansenuza de Alejandro Cejas, al paso y con tranquilidad, escoltados por Pilar, una jovencísima amazona que controla todo desde la retaguardia. Es un recorrido corto y muy ameno que, en grupos reducidos, permite compartir algo distinto en familia, por un valor de $ 800 con seguro y entrada a la granja incluidos. Al regresar al punto de partida se vislumbra, cerquita, la onmipresente laguna, cuyos 8.000 km2 aparecen en los rincones menos pensados.
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