Thursday 18 de April de 2024
TURISMO | 27-08-2018 08:30

Recorriendo la Argentina bajo tierra

Las mejores cuevas para visitar en nuestro país, desde Mendoza al Paraná bonaerense, pasando por Río Negro, Córdoba y Santa Cruz.
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Don Cortéz me mira como si el raro fuese yo. Detrás de él, el Payún Liso se agiganta como esos volcanes de Hawai que aterran con sus calderas de fuego. Salvo que en este desierto mendocino donde los vientos modelan las figuras y las formas, todo el cielo es diáfano y su azul. Apoyado en la pirca, el hombre ahuyenta a los perros y señala con el machete con que amenaza a los pumas que quieren comer sus cabras: “¿Así que vino a ver cuevas? Yo tengo una acá mismo”, se jacta y desaparece en el hueco. Es un veranador al revés: montaña abajo, sin verdes ni ríos, bajo un alero de dos metros cuadrados en plena reserva de La Payunia. “Vea: acá cuido mis animales, hago mi mate, duermo. Escriba sobre esto”.

De esa singular Mendoza al Paraná bonaerense, pasando por Río Negro, Córdoba y Santa Cruz, la espeleología atesora sus sorpresas en las entrañas de la tierra para quien sepa escarbar.

“El espeleoturismo en la Argentina no está desarrollado seriamente como en otros países cercanos, por ejemplo Brasil. Estamos intentando cambiar eso”, señala Carlos Benedetto, presidente de la Federación Argentina de Espeleología (FAdE), promotora del ambicioso Parque Espeleológico Poti Malal-Portezuelo del Viento (Mendoza) que ya relevó una veintena de cuevas que aún podrían duplicarse o triplicarse. El lugar promete: a la San Agustín y tres de sus lagos se suma Miranda, atravesada por un río subterráneo; o Federación y Los Cangrejos con rincones; o Doña Palmira y un laguito acorde a su pequeñez. También directivo de la federación, Fernando Castro reconstruye en el proyecto las historias de su abuelo, lugareño al que se honra con el nombre la caverna más importante descubierta en 1997, inicio de este camino.

“La idea es crear un área que facilite emprendimientos controlados socialmente por puesteros con el criterio de co-manejo y gobernanza: los pueblos originarios han sido excluidos del manejo de las Áreas Naturales Protegidas en Mendoza y Neuquén, las provincias más importantes en el tema y, como señala el filósofo y antropólogo Rodolfo Kusch, tienen un rol muy importante en la visión indígena del mundo”, argumenta sin dejar de subrayar diferencias sobre el “pobre control de seguridad y cuidado del medioambiente” de las cavernas turísticas. Aún no hay fecha de apertura ya que falta relevar más sitios, hacer el trabajo social con los pobladores, presentar el estudio de impacto ambiental… pero el entusiasmo es grande.

Un clásico mendocino

Ubicada en Malargüe, al suroeste de Mendoza, la caverna de Las Brujas es la cueva más famosa del país, con cerca de 10 mil visitas anuales. En cada una de las salas del cerro Moncol, a 1.830 msnm, se enciende un mundo subterráneo con curiosas estalactitas (picos goteantes), estalagmitas (picos elevados por el goteo), columnas, velos de diversas formas y otras formaciones que simulan corales blancos, amarillos y pardos en rocas calizas de origen marino. Un sendero de interpretación de fauna y flora nativa de 306 metros muestra la diversidad biológica de los alrededores, aunque la sala de La Virgen, Las Flores, la Gatera y el Salón de los Encuentros son el atractivo central. El resto, más profundo y espectacular, fue cerrado para su estudio. Visitas desde Turismo Malargüe: www.malargue.tur.ar/ Tel.: (0260) 4470096. Adultos, $ 410; menores, $ 245.    

Cerca de Bariloche

En pleno Dina Huapi, al límite entre Río Negro y Neuquén, las Cavernas del Viejo Volcán (www.cerroleones.com.ar, Tel.: (0294) 4468200) invitan a desandar el cerro Leones por dentro. Viejo refugio de tehuelches, el lugar sigue cautivando con sus túneles estrechos y lagunas subterráneas. “¿El nombre de esta ladera? Sí, se llama Curva de la última suegra viva”, dice Miguel, historiador de alma y uno de los simpáticos conductores del complejo que realiza visitas grupales (dos horas $ 495 adultos y $ 245 menores).

“Cada cueva tiene su magia. Una de ellas posee un túnel hasta un pequeño lago subterráneo, un verdadero manantial”, amplía Sandra, concesionaria y alma mater del proyecto. Puentes y pasarelas siguen hacia las cárcavas a un lado, con Bariloche, el lago y las montañas al otro. La recorrida aporta datos geográficos, zoológicos, botánicos y, desde luego, culturales. Al final, un restaurante premia a los caminantes con un delicioso menú invernal.

Bajo las sierras

Córdoba es fuerte en el rubro, sobre el Valle de Punilla. Las Cuevas de Ongamira, una serie de aleros y grutas a 1.500 msnm cercanas a Capilla del Monte y declaradas una de las Siete Maravillas Naturales de la provincia, son el gran imán. Sus recorridos intrincados ascienden y descienden entre paredones de piedras rojizas, hasta llegar a una cima donde los guías relatan el trágico final de estos comechingones que, arrinconados por los españoles, se arrojaron al vacío para no ser esclavizados. La visita dura dos horas de caminata y contemplación, y en el llano está el puesto de los dueños para tomar algo.

En el mismo valle, cerca de Pampa de Olaen, se encuentran las espectaculares cavernas El Sauce (www.cavernaselsauce.com.ar, Tel.: (03548) 15632052), descubiertas medio siglo atrás por trabajadores de una cantera. Sus grietas angostas, frías y oscuras descienden alrededor de 50 metros durante un kilómetro, hasta rincones donde afloran cientos de estalactitas. Los dueños de la estancia organizan visitas y proveen del equipo adecuado para el descenso. Sólo hay que atravesar La Falda, Colonia de los Cerveceros y Bochón de Piedras Grandes para iniciar la aventura.

En la Patagonia

Ya en Santa Cruz, dos sitios con cavernas se han tornado célebres para el turismo. Uno de ellos, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, cuenta con los yacimientos de arte rupestre más importantes de toda América: la Cuevas de las Manos (www.cuevadelasmanos.org).

Ubicada al noroeste, sobre el profundo cañadón del río Pinturas, sus paredes conservan miles de pictografías realizadas hace más de 9.300 años, la mayoría bajo la técnica de apoyar las manos sobre las piedras y luego cubrirlas de pintura, por lo que las pictografías se visualizan como si se tratara de un negativo. Estas manos, mezcladas de tanto en tanto con figuras de guanacos y choíques perseguidos por cazadores, pueden verse a lo largo de un frente de 600 metros sobre un alero en la margen derecha del cañadón. Acompañados siempre por un guía, grupos de 20 pasajeros recorren de 10 a 18 ese frente con un costo de $ 100.

En la misma provincia pero ya sobre el mar, Puerto Deseado (www.turismo.deseado.gob.ar) in-vita a un circuito de siete cuevas naturales de origen volcánico y 150 millones de años de antigüedad. Durante el recorrido se combina trekking y espeleología, por ejemplo en la Cueva del Indio, y frente al mar la Cueva de los Leones y Punta Cavendish, punto panorámico donde observar la entrada de la Ría Deseado.

Sobre el Paraná

Buenos Aires tiene sus cuevas, y no hablamos de finanzas. Saben los pescadores que las barrancas del Paraná cuentan con tantos túneles horizontales como misterios. La Salamanca, en San Pedro (www.sanpedro.tur.ar) es famosa con sus seis metros de altura y unos 50 de profundidad, acosada a menudo por el río, por lo que no es posible visitar esta ni ninguna otra cueva sin previa autorización y guiado. Otras poseen galerías con bifurcaciones y varias cámaras, como en Los Lechuzones o Del Tigre en el partido de Ramallo (Tel.: (03407) 422412), y Los Murciélagos en Vuelta de Obligado.

“En paredes y techo se observan numerosas estriaciones y proyecciones que simulan diminutas estalactitas, originadas por el vapor de la humedad exterior que se condensa en las paredes a causa del frío interior”, cuenta el trabajo de los académicos Damián Voglino y Enrique Lipps. Ricas en fauna local, los autores señalan que “se destaca su influencia sobre los habitantes de la costa y poblaciones cercanas, al enriquecer el imaginario regional y originar numerosas leyendas populares”.

Nota completa en Revista Weekend del mes agosto 2018 (edicion 551)

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Pablo Donadío

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