Anne Crouzet no puede dar grandes pasos cuando sube por
el camino que conducce al templo. La francesa lleva un kimono
ajustado que llega hasta los tobillos y sandalias de paja japonesas.
”Fue muy difícil ponérmelo”, dice esta estudiante de medicina
originaria de Angers, que junto con su amiga está haciendo un viaje
por Japón y ahora ha hecho una escala en Kyoto. “Sin embargo, es una
experiencia fantástica que permite explorar la ciudad de otra manera
y sentir un poco el espíritu japonés”.
Crouzet es una de los cientos de turistas que en la antigua ciudad
imperial de Kyoto se acogen todos los días a la oferta de “Rental
Kimono”: alquilar por un día un colorido vestido tradicional.
Profesionales ayudan a las turistas a ponerse este traje de varias
capas, rojo, rosado, azul o verde. Con flores pequeñas o grandes y un
cinturón con lazo en la espalda las damas caminan por los callejones
históricos yendo de un templo a otro y sacando un sinnúmero de fotos.
El alquiler de kimonos se ha convertido en una atracción turística en
Kyoto, el centro cultural de Japón de casi 1,5 millones de
habitantes. “Para nosotros, esto es una parte obligatoria del
programa turístico”, dice el chino Ji Yucheng, que viste un kimono
gris-negro y cuya mujer también se ha puesto uno. “Es difícil caminar
con él, pero queremos experimentar la cultura tradicional”, explica
Ji, de 26 años.
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El “boom” de los kimonos alquilados comenzó hace aproximadamente
cinco años, dice Curtis Hawes, un estadounidense que lleva unos 30
años viviendo en Kyoto y que trabaja en una empresa turística. Hoy
hay más de 200 tiendas “Rental Kimono” en la ciudad, señala Hawes.
”Están por todas partes. En las calles, junto a los templos y muchas
veces también en las plantas superiores de edificios de oficinas”.
La tienda “Okamato”, cerca del templo Kiyomizu, asegura tener una
oferta de unos 1.000 kimonos diferentes, para mujeres, hombres y
niños. El alquiler cuesta entre unos 30 y 40 euros (entre 35 y 47
dólares).
”La mayor parte de nuestros clientes es originaria de Hong Kong,
Taiwan o China”, dice la vendedora taiwanesa Lin Chian Chi. Sin
embargo, también vienen algunos europeos, estadounidenses y
australianos, agrega Lin, así como japoneses que no saben cómo
ponerse un kimono. Generalmente, los japoneses se visten con un
kimono con ocasión de ciertas actividades festivas, por ejemplo Año
Nuevo o con motivo de la floración de los cerezos en abril.
Al principio, a Saki Sawada, de Kyoto, le pareció extraño que hubiese
tantos no japoneses vestidos con kimono, “porque los turistas no
saben nada de la historia y la cultura del kimono. Ni siquiera saben
lo que llevan puesto”. Sin embargo, ya se está acostumbrando a que
así sea. “Por todas partes lo estamos viendo. Se ha convertido en una
diversión”.
Japón vive actualmente un “boom” turístico. El número de visitantes
extranjeros no ha dejado de crecer desde 2013. Ese año viajaron a
Japón casi 10,4 millones de personas, cifra que en 2016 ya había
alcanzado los 20 millones. El principal país emisor es China, con
casi 6,4 millones de turistas, seguida de Corea del Sur (5,1
millones) y Taiwan (4,2 millones).
Kyoto es uno de los principales destinos. La ciudad tiene muchas
cosas que uno asocia con Japón: antiguos templos, santuarios
multicolores, jardines bien cuidados, geishas y casas de té
tradicionales. En total hay unos 1.600 templos budistas y 400
santuarios shintoístas.
No es de extrañar que el kimono se combine bien con ese paisaje
tradicional. “Alguna vez en mi vida quería ponerme uno para sentir
Japón de forma aún más intensa”, dice Julien Kaliszczack, originario
de la ciudad francesa de Nantes. Sin embargo, hay que acostumbrarse a
los zapatos, admite este informático, que lleva sandalias de madera y
calcetines blancos. Está en Kyoto como miembro de una organización
juvenil franco-japonesa. Su amiga Marine Grouiller agrega: “Se siente
fantástico. Como en los viejos tiempos. Me siento como una princesa”.
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