En Chile, todo comienza y termina con un pisco. El de inicio es de brindis, el último, de festejo por lo logrado. Y todos los del medio, porque sí. Son las cinco de la tarde y como es invierno se transitan los últimos tramos del día.
Es por eso que apuramos el paso, tarea que se dificulta debido a la gran cantidad de nieve, y por el viento que ha comenzado a despertarse. ¿A dónde vamos? A recorrer un bosque de araucarias, también llamadas pehuenes, hasta llegar a su ejemplar destacado: un árbol de más de 40 metros que ronda los 1.200 años de vida (no, no hay un cero de más, esa es la cifra) y en cuyo interior es posible meterse y ver cómo es por dentro, linterna de por medio. Es la frutilla del postre del paseo.
Estamos dentro de la reserva natural Malalcahuello, al sur de Chile, en la llamada zona de la Araucanía y famosa por sus volcanes, lagos y belleza arbórea. Ismael Cuadra, encargado de las excursiones de Corralco (centro de esquí con hotel y spa) sostiene en sus manos un picoyo, que es la savia petrificada de la araucaria que se convierte en un material muy duro, de gran belleza y usado por los artesanos de la zona.
Al morir una araucaria, con el paso de los años lo único que va quedando son los picoyos”, explica, “y esta que estamos viendo puede tener 5.000 años”. ¡Guau! Casi imposible de imaginar.
Nota completa en la edición 491 de Weekend, agosto de 2013. Si querés suscribirte a la revista y recibirla en tu domicilio, clickeá aquí.
Comentarios