Lo incierto, lo inesperado, lo sorprendente es el motor que desde el comienzo de los tiempos ha impulsado a algunos hombres a cruzar mares, subir montes, trasponer selvas o buscar más allá de lo seguro y conocido. La pesca, lejos de ser una ciencia exacta, tiene mucho de incertidumbre, de búsqueda permanente, de develar secretos y descifrar enigmas. Y la pesca de lisas parece ser un escalón más, un upgrade de lo impensado, lo que la convierte en una especie que se encuentra peleando el podio de la categoría: impredecibles.

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Este codiciado pez migratorio viene del mar e ingresa en cardúmenes al agua dulce en temporada estival, cuando el agua toma mayor temperatura. Es eurihalino, es decir que
se adapta a aguas cuya salinidad sea muy diferente a la del medio del cual viene, siendo capaz de permanecer en el mar con concentraciones salinas del orden de los 37 gramos de sal/litro y tolerando muy bien el agua dulce. Viene de aguas marinas, ingresa al Río de la Plata y remonta ríos, arroyos y canales accediendo por ellos a numerosos espejos y lagunas.

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Cuando Hugo Di Marco me avisó que había buenas lisas en el Salado eran las 10 de la noche. Al preguntarle cuándo podíamos ir, me dijo: “Mañana a las 5. Estoy yendo todos los días y hay muy buen pique”. La tentación era grande pero obviamente no pudimos concretar el viaje con tan poco tiempo y lo pospusimos un día más.

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Pesca ideal de verano para compartir con hijos en vacaciones, así que incluimos en el equipo a Bauti y a Joaco. Con dos camionetas y lo necesario para no pasar sed, hambre y tener algo de sombra, ya que se trata de un río de llanura con costas muy despojadas,
partimos antes del amanecer al encuentro de Hugo que nos esperaba en el Km 60 de la autovía 2 y recién vimos el amanecer en el puesto de carnadas El Vagón, de May, en el Km 106, donde nos aprovisionamos de lombrices. Antes de llegar al Salado dejamos la ruta hacia la izquierda y por un camino de tierra llegamos a la tranquera de un campo

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privado, de la cual Hugo tiene llave y acceso. Ya dentro de la propiedad, traspusimos otras dos tranqueras, siempre bordeando el río, y armamos campamento a algunos metros del agua.

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Generalmente la lisa es muy susceptible a los ruidos. Voces, gritos, pasos fuertes cerca de la orilla, lances por encima de donde están o acercarse demasiado puede alertarlas y espantarlas. Por eso es conveniente mantenerse lejos de la ribera para establecer una base y armar los equipos. Como notamos movimientos de agua muy próximos a la costa en toda el área, resolvimos actuar desde unos 8 a 10 metros tierra adentro. Fuimos lanzando para que el aparejo cayera a unos 4 o 5 metros dentro del agua. Luego, recuperando despacio para no alterar el pesquero, fuimos tratando que los cebos quedaran posicionados a unos 2 metros de la orilla, el sector más rendidor.
Nota publicada en la edición 522 de Weekend, marzo de 2016. Si querés adquirir el ejemplar, pedíselo a tu canillita o llamá al Tel.: (011) 5985-4224. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
10 de marzo de 2016
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