En nuestra zona de influencia, como lo es el Paraná Guazú y el Bravo, es muy común ver a los pescadores embarcados buscando al surubí en la modalidad a la espera, con la embarcación fondeada en las bocas de arroyos, canales o ríos secundarios.
Aquí se utiliza esta modalidad dado que es imposible hacerlo a camalote, deriva o pinda llevando a la rastra un líder de acero, con un plomo pasante de unos 30 a 80 gramos (peso que debe graduarse según cómo esté corriendo el agua) y un anzuelo número 4/0 al 8/0, encarnado con una morena, sabalito o boga, dado la gran cantidad de espineles de los pescadores artesanales que se encuentran en nuestros ríos.
Lo cierto es que sin dudas se puede dar con el surubí a la espera en los sitios mencionados, pero hay un lugar donde más comúnmente come y donde las posibilidades de encontrarlos aumentan en un 100 %.
En las orillas de ríos, canales y arroyos crecen grandes sauces, que para mantenerse en pie tienen grandes raíces, y entre estas raíces crece una especie de turba, tipo una barba marrón que llega hasta abajo del agua, de la cual se alimentan mojarras y pequeños bagrecitos. También entre las raíces hacen sus cuevas las anguilas precisamente porque se alimentan de estos dos.
Por último, el surubí hace su presencia allí mismo por alimentarse naturalmente de las tres especies mencionadas, por lo que para nada es necesario buscarlo tampoco en grandes profundidades.
Así el isleño hombre coloca sus trampillas atadas de las ramas de los sauces o sarandíes en busca del surubí, y muchas veces encarnadas no solamente con mojarras, boguitas o sabalitos, sino que utilizan también a los bagres sapos, los que encarnados de una pasada por el lomo viven muchísimo tiempo.
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