Dicen que lo que se hace improvisado sale mejor que lo planeado. Con mi amigo Jony Liporacci lo comprobamos todas las veces que decidimos el momento de salir a pescar. Cada pesca es un desafío nuevo. En este caso decidimos viajar al río Talavera, donde nos cruzamos con un isleño y terminamos en un muelle pasando la noche, ya que llegamos a las 8 de la noche y nos quedamos hasta las 4 de la tarde del día siguiente.
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En el primer encarne de las cañas tuvimos un muy buen pique. Lástima que se cortó la línea y perdimos el pez. Pero ya estábamos muy motivados de recién encarnar y tener respuesta, así que volvimos a probar y tuvimos 2 piques por hora. Muy buenas carpas con un peso por arriba de los 6 kg.
También sacamos una boga (que era lo que fuimos a buscar), pero se ve que a la especie le faltaba para aparecer por el río Talavera. Aun así, estábamos tan contentos con la pesca que armamos una rica picadita y seguimos con nuestra prometedora pesca nocturna.
Así fue que llegamos al amanecer, sin dormir, y con más y más piques. No paramos en toda la noche. Teníamos todo el equipamiento para no pasar frío, pero ni lo usamos por estar en constante movimiento. Cuando arrimó el sol se cortó el pique, salían en menos cantidad, pero más grandes.
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Lo que nos dejó con ganas fue la línea con boya, que encarnó un bagre que salió disparado para el medio del río y casi se nos lleva la caña completa. No pudimos verlo, pero ya va a haber otra oportunidad.
Concluido el día y con algunas picaduras de mosquitos, nos volvimos a casa para descansar, mientras ya estamos organizando para volver a este lugar, más preparados para la llegada de las bogas grandes y los dorados, que sabemos que estarán presentes.
at Gabriel López Rivera
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