Tuesday 17 de September de 2024
PESCA | 18-08-2024 10:00

Concordia: la zona donde los sueños se cumplen

La represa de Salto Grande atesora la mayor concentración de dorados grandes del mundo. Fueron ellos mismos los encargados de mostrarnos que siguen muy activos aún en tiempos fríos.
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Como un regalo extra de lo que implica vivir la experiencia de pescar en la zona de los dorados más grandes del mundo, en un día nubladísimo, de viento sur y mínima de un grado, el único rayo del sol salió al final de la jornada, para iluminar el trofeo del día a la hora de las fotos. Fue el corolario de una jornada de emociones supremas, como sólo esta parte del río Uruguay, en Concordia, pegada a la represa, puede ofrecerle al pescador. Aquí se viene a buscar la foto del cuadro de una vida pescadora. Y, en general, se obtiene lo que se fue a buscar, porque aquí los sueños se cumplen.

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La invitación de Walter Koroluk –reconocido guía y organizador de tours VIP al Río de la Plata con isla propia, al lago Strobel y a Itatí– a Revista Weekend llega en un inmejorable momento en el que la pesca en Concordia venía firme de lunes a jueves (momentos en que opera la represa). Con turnos que se toman con mucha antelación dado que hay una sola empresa operando con autorización en la zona contigua a la pared de la represa, la expectativa de que llegara el momento de probar suerte en un lugar tan prometedor fue amasada durante meses. Y, finalmente, llegó el día tan esperado.
Lo que no fue esperado fue el clima polar que puso la mínima en un grado el día de nuestra visita, prometiendo una máxima de 10 ºC. Temía que eso hiciera mella en el ánimo de los dorados, que al no poder pasar aguas arriba se acumulan en cantidad y calidad en estos primeros 800 metros desde la represa hacia el final de la zona excluida. 

Viaje bien organizado

La puntualidad es clave: hay que encontrarse a las 3:30 en el punto de salida para abordar las camionetas y estar en Concordia antes de las 8, momento en que empieza el primer turno de los que ingresan a la zona de exclusión. La embarcación que parte de La Tortuga Alegre transporta hasta la zona que efectivamente está autorizada a prestar servicio y nadie quiere que ese cronograma se retrase. El segundo grupo, en tanto, buscará pique aguas abajo, fuera de la zona excluida, tentando suerte en otras piedras hasta que les toque –por la tarde– estar dentro del área de privilegio.

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Al llegar se apuran los preparativos. Los equipos y señuelos que se utilizan en este espacio considerado el de mayor densidad de dorados grandes del mundo son sobredimensionados. Cañas de bait de 2,30 m, de 20-50 libras (1 lb = 0,453 kg) combinadas con ree-les de perfil bajo de excelente calidad que permitan una carga de 200 m de multifilamento de 50 lb. Esos reeles de 50 lb se usan con snaps tipo quita y pon o colita de chancho de primera calidad y 60 cm de largo para el caso del trolling, que se acortan a 35 cm en el caso del baitcast o spinning. Cabe consignar que nuestro guía Walter puede suplir alguna ausencia o falencia en el caso de los equipos personales del pescador. Doy fe de ello pues al mostrarle mis cañas de bait, las más robustas que tenía, me dijo lisa y llanamente “dejalas que yo te doy las que van”.

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Un tip importante que puede hacernos perder la pieza de nuestras vidas es no tener el hilo bien bobinado. Porque si se bobina flojo, al pelear un dorado grande y tensar al máximo el multifilamento, éste se puede meter en canaletas dentro del colchón del bobinado flojo y trabarse allí, produciendo que se trabe el reel al recoger o en un punto de tensión máxima en donde el dorado corte en la pelea. La solución a esto es tener el nailon mojado y bien bobinado, algo que conseguimos en la navegación a marcha lenta, bajando el pick up del reel y dejando ir el leader mientras avanza la embarcación, hasta que la totalidad del multi esté afuera. Recién allí recogeremos manteniendo la tensión, enrollando bien apretado ese hilo mojado que se acomodará de la mejor manera por el devanador. 
Finalmente, llegó el momento de dar la prueba con los grandes tigres del río. En ese día helado, el humo sobre el agua, y la espuma que genera el agua que sale de las exclusas y los altos muros que encierran los generadores le daban a la zona más próxima a la pared de la represa un aire espectral. Los remolinos del agua tamizada por las compuertas son caprichosos, sacuden la lancha obligándonos a usar las piernas de mar para sostenernos. “Tiren pegado a la pared”, grita el guía uruguayo y le hacemos caso. “Suelten hasta que yo les diga”. Con mis compañeros, Alejandro Tango Chust y Mariano Topo Rodríguez, hacemos caso mientras el piloto va en reversa alejándose del muro al tiempo que el agua se traga nuestros señuelos de 20 cm. “Corten”, ordena mientras las cañas se arquean por la tensión del señuelo nadando y el guía trabajando las piedras que hacen que las paletas de los artificiales vengan golpeando.   

Arranque con poppers y hélices

Salvo un par de trancas, esas primeras trolleadas prometedoras no dieron resultados. Pero en las costas, tanto la argentina como la uruguaya, se veían dorados saltando. Y fuimos a peinarlas. Arrancamos por la margen oriental y el guía propone usar poppers y hélices “para calentar la muñeca”. Y allí vamos, con tremendos artificiales de dimensiones desacostumbradas, haciendo ruido con las hélices y trabajando los poppers de manera desacostumbrada: en vez del tradicional “stop & go” nos sugirieron traerlos a máxima velocidad. Los ojos del dorado, ubicados a los laterales de su cabeza, no están preparados para cazar en superficie (como sí lo están los de las tarariras, por ejemplo, que le dan un ángulo de visión de 60 grados). Entonces el pez se ayuda por su línea lateral y sólo tiene contacto visual periférico con una pieza que está por sobre su cabeza. De allí que erre muchos piques y lleve nuestra tensión al límite, pero a la vez nos invite a no parar de accionar el engaño tras un yerro de su parte, pues seguramente habrá revancha. Así, fuimos cobrando dorados de 3 a 4 kilos, lindo aperitivo para una zona que debía darnos más.

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Pasamos al lado argentino y aquí cambiamos los señuelos de superficie por las clásicas bananas y mojarrones tipo shad de tamaños generosos. Los portes de los dorados mejoraron, con piezas de 5 a 6 kilos. Daba gusto pelear una pieza en proa y otra en popa en simultáneo. Las risas, cargadas y abrazos se empezaron a multiplicar en la lancha.
Volvimos al trolling bajo la pared. Tango clavó un pez enorme, de esos que no se dejan ver y parecen querer llevar al fondo al pescador. Por desgracia, estalló su línea… Volvimos al trolling la última media hora a ver si dábamos con el grande que fuimos a buscar. No hubo suerte. Retornamos a puerto a reponer fuerzas con un asado por demás generoso, que se agradeció para incorporar calorías en ese día de nubes cerradas y frío que no aflojó.

Por la revancha

Weekend fue parte del segundo turno dentro de la zona de exclusión. Dejaremos Salto Chico para otra visita, acaso en tiempos de grandes bogas cuando podamos combinar la pesca de estos omnívoros con las de dorados.
Tras el almuerzo pantagruélico que pedía un descanso en esta pesca tan física donde brazos, piernas y todo músculo del cuerpo están involucrados, convencimos a nuestra mente de que lo mejor estaba por venir, olvidamos todo dolor y saltamos nuevamente a la lancha del Rafa, parte del personal de la organización que además de asador es quien nos lleva hasta la operación que entra a la zona. Allí iniciamos la segunda parte de la faena, nuevamente arrancando con un trolling que hacía picar enormes señuelos en las piedras, sin resultados en la primera hora. Volvimos a trabajar la costa uruguaya en bait, logrando varios dorados medianos, en una faena muy divertida que daba para ser prolongada. 

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Pero claro, buscábamos ese dorado que rompiera el molde. En la orilla argentina esta vez no hubo tanta suerte, más allá de un par de capturas. Y entonces el guía nos pide que mostremos nuestras cajas de pesca, sugiere un modelo de señuelo y color para cada pescador, y echamos al agua artificiales distintos en formato pero no en paleta: se buscó las de profundidad plena. 
“Vos dejá ese que tenés que va a pescar”, me dijo mirando una mojarra de FK color cardenal que había elegido yo por mi parte. Nuevamente, enfiló la proa hacia la muralla que vomita aguas embrujadas y nos puso bien a tiro manejando con maestría el timón para que los señuelos llegaran lo más cerca posible de la pared. Una vez concretado los lances, la marcha atrás antes mencionada y el trabajo sereno sobre las piedras. Finalmente recibo un pique violento. Había tenido varias trancas de señuelo en el día y me di cuenta de que éste no era el caso porque me sacudió la puntera con vehemencia, convirtiendo mi caña que hasta ese momento era un palo, en un junco que podía doblarse aunque, felizmente, no romperse. El pescado, enorme, saltó a pocos metros de la lancha y ahí temimos lo peor: estaba cacheteado, es decir, el anzuelo no estaba dentro de la boca sino por fuera, una situación clásica de la pesca del trolling donde el pescado corre y arrebata el señuelo que se le escapa y a veces la pateja se pincha de costado.     

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Rezando a todos los santos para que hubiera final feliz, fui arrimando la hembra de dorado (que son los ejemplares de mayor porte, pues el dorado macho no pasa los 8 o 9 kilos y éste claramente era superior, de unos 12 o 13 kg, según el guía) hasta que el guía logró izar el pescado de la jornada. Abrazos, celebración plena de mis compañeros conmigo y las fotos de rigor que ilustran la presente nota. Febo, como premiando el esfuerzo, nos regaló el único rayo de sol de toda la jornada, despidiéndonos con un día feliz que siempre quedará grabado en mi memoria. 
Lo dicho: Concordia es zona de promesas. Y cerca de la pared de la represa, los sueños se cumplen. De allí vienen las fotos que cuelgan de los cuadros más lindos de pescadores de todo el mundo, que lucen orgullosos el dorado de su vida. 

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Wilmar Merino

Wilmar Merino

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