El Río Uruguay venía rindiendo de manera magnífica y aún no habíamos planificado ninguna salida para comprobar la veracidad de los comentarios de amigos y guías del lugar. No sabíamos qué sector del río relevaríamos pero, por diferentes circunstancias y teniendo en cuenta tamaños y especies, nos decidimos por pescar aguas abajo del reconocido pesquero de Salto Chico, uno de los lugares característicos de Concordia, provincia de Entre Ríos.

Relatos a cielo abierto: Roles cambiados
Con las condiciones del río que nos encontraríamos en el momento de realizar el relevamiento, íbamos a tener posibilidades de pescar en zonas de barrancas, playas de arena, cortes y veriles cercanos a la costa y desembocaduras de arroyos, como el Yuquerí Grande y el Yuquerí Chico, donde teníamos apostadas todas nuestras esperanzas. La idea era pescar con carnada natural al golpe y a la espera, y con carnadas artificiales y señuelos, utilizando el baitcasting como modalidad exclusiva. Una vez decidido el pesquero, me puse en contacto con varios amigos del lugar, entre ellos Héctor Bradanini y Rafael Geier, quienes me contaron que el caudal estaba un poco bajo y sucio, pero que no sería impedimento al momento de la pesca, por lo que no habría de qué preocuparse pues dorados, cachorritos de surubíes y variada íbamos a pescar con total seguridad.
[gallery ids="59355,59357,59359,59361,59363,59365,59367,59369,59371,59373,59375,59377,59379"]
Base a la vera del Uruguay
Los equipos a utilizar iban a ser varios según el momento y la modalidad a emplear. Para la pesca con carnada natural, exclusivamente morenas, llevamos cañas de 2,10 m a 2,40 m de largo con acción de punta, reeles rotativos redondos, cargados algunos con nylon del 0,40 mm y otros con multifilamento de 40 lb; algunos anzuelos 6/0 a 8/0 empatillados con cable de acero y un buen puñado de plomos corredizos con diferentes pesos de entre 10 y 60 g. En cambio, para pescar con señuelos llevamos cañas de entre 1,80 m y 2,10 m de largo con reeles de bajo perfil, cargados con hilo multifilamento de 50 lb. La parte de señuelos es algo muy particular de cada pescador pero, sin dudas, a los recomendados por guías y amigos, hay que agregarle todos los que particularmente nos gustan y algunos más, por las dudas.
Si bien podemos llegar a estos pesqueros bajando en diferentes puntos del corredor del río Uruguay, en este caso particular tomé como punto de partida a una querida ciudad como Concordia, donde siempre nos reciben tan bien y con tanto afecto. En un día de semana y con la ruta bastante tranquila, llegué hasta el pueblo y, tomando el camino que conduce a la Tortuga Alegre, hice base en las Cabañas Del Río Uruguay, donde fui recibido por su dueña y al instante se puso a disposición ante cualquier cosa que necesitáramos.
Hacia el Salto Chico
Caía la tarde y un llamado de la familia Bradanini me hizo dejar el descanso para disfrutar de un rico asado de bienvenida. Al otro día y bien de madrugada, cuando aún no era de día, nos encontramos en el embarcadero junto al Rafa Geier y a Héctor, para comenzar con la primera jornada de pesca.
Saliendo por el arroyo hacia el majestuoso Uruguay con las primeras luces del día y mirando de reojo a la Represa de Salto Grande, lugar de los dorados más grandes del mundo, pusimos proa aguas abajo en busca de lo que veníamos a procurar: una buena y rica variada en diferentes puntos del río.
Aún no habíamos acelerado cuando, entre los tres nos dijimos: “¿Por qué no comenzar a pescar entre los dos Saltos (Chico y Grande)?” Y así fue. Encarnamos con morenas las cañas de variada y al garete obtuvimos los primeros piques de dorados, nada interesantes pero continuos. No era el pesquero a relevar, pero se podría decir que la pesca está más que aceptable en esta parte del río. Entonces pusimos mayor velocidad a la embarcación y, cruzando con mucho cuidado el Salto Chico, nos dirigimos hacia la zona donde desembocan los arroyos Yuquerí Grande y Chico.
Rafa seguía con carnada natural mientras Héctor y yo empezábamos a probar con señuelos, utilizando algunos del tipo glidding y otros con paleta shallow o escalón. Los primeros tiros no dieron el resultado esperado pero, con insistencia y ganas, pudimos concretar algunos doradillos, pira pitá y algún dorado de mayor porte.
Nos movíamos por ambas márgenes pero siempre dándole prioridad a la costa argentina, donde obtuvimos la mayor cantidad de piques y los mejores portes. Así transcurrieron las horas y el sol que apretaba con su energía. Pasado el mediodía, y con mucho calor, decidimos volver y esperar la próxima jornada. El segundo día de pesca cambié de compañero y me divertí mucho con mi amiguito Picapán, un pequeño y noble pescador que todo lo hace bien y es muy compañero.
Una pesca extraordinaria
También salimos muy tempranito para no sufrir el calor pero con una idea fija de pescar algún cachorrito de surubí con carnada y probar con señuelos desde las barranquitas o metidos en el agua, para intentar con los buenos dorados que se encontraban cazando allí. Tuvimos suerte en los primeros garetes, pinchamos algunos surubíes chicos y otro que alcanzó los 10 kg de peso. Nos quedaba la pesca costera que, sin dudas, tiene su atractivo y más cuando al pasar veíamos verdaderas carnicerías que hacían los dorados correteando a los sábalos y bogas.
Llegamos sin hacer mucho ruido y, con varios modelos de señuelos, comenzamos con los lances. Fue un espectáculo aparte ver cómo venían los dorados detrás de los señuelos y atacaban, en algunos casos, en el momento de levantarlos para realizar otro tiro.
Así nos pasó varias veces. Pero otras, a unos 20 o 30 m, ya nos frenaban el intento de recoger y comenzaba la pelea con dorados que superaban los 7 kg. La verdad, una pesca extraordinaria. Mi compañerito Picapán también hacía de las suyas y sin que nadie lo asistiera. Por propia decisión, pescaba de manera continua algunos doradillos y otros que ya podemos llamarlos dorados: ¡un fenómeno el chiquitín del grupo!
Estábamos muy contentos con la pesca realizada y decidimos volver tempranito, para no sufrir el calor y tener la posibilidad de entrar un ratito a La Zona, momento prometido por Héctor Bradanini para corroborar que sigue siendo un lugar mágico, único, donde nadie se conforma y todos pedimos dorados más y más grandes.
Sinceramente, volví muy satisfecho con la pesca realizada. Allí la variada está intacta y los portes de dorados y surubíes dan que hablar. Otro de los lugares para agendar. Ah... ¿Ustedes querían ver o saber algo más de La Zona?
Prometemos en próximas ediciones contar detalles y mostrar fotos de los dorados más grandes del mundo, que están en Concordia, provincia de Entre Ríos.
Nota completa publicada en revista Weekend 546, marzo 2018.
Comentarios