Esta temporada comenzó fuerte: la llegada de las rubias a las costas de Berisso convoca cada vez más pescadores. Tanto en lanchas como en kayaks, se corre el rumor y automáticamente se dejan los equipos de pejerrey para preparar los de variada de fondo. Cañas livianas, entre 20 y 30 libras (1 libra=0,453592 kg) con reeles rotativos o frontales según el gusto, ya que la pesca es vertical, sin necesidad de lanzar. La línea sí es importante. La corvina está comiendo los mejillones del fondo, la visión que tiene es casi nula, por lo que prácticamente hay que presentarle la carnada en la nariz. Si utilizamos una línea de variada de 2 anzuelos de mar, con el anzuelo de arriba nunca vamos a pescar. Para aprovechar al máximo las posibilidades preparé una línea especial. Describiéndola desde la madre del reel, en el anzuelo de arriba colocamos un jighead de 9 gramos sobre una brazolada de 40 cm; luego el plomo sobre nudos corredizos, y a continuación, sobre la misma madre de la línea, un anzuelito Nº 2 a unos 60 cm del plomo. El siguiente punto indispensable es la carnada. Hay que conseguir camarón crudo congelado, que tiene un aspecto más bien grisáceo y no tan anaranjado. Como segunda opción, o para combinar con el camarón, pero nunca para reemplazarlo, podemos llevar mejillones.
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La ubicación
Repetimos los intentos durante varios días, pescando desde los 500 m hasta pasando los 3 km río adentro. Fuimos de norte a sur, pero no dimos con piedra firme o tosca como en años anteriores. Encontramos algunos sectores con mejillones, pero no pudimos sentir con el ancla o el plomo de la línea el piso duro (tampoco lo cotejábamos con la ecosonda).
Esto no condicionó nuestra pesca como nos sucedía en temporadas pasadas. Cuando ingresamos al río en La Balandra, de pronto la profundidad aumenta abruptamente. Desde ese punto en adelante, ya tenemos buena posibilidad de pescar unas rubias. Es fácil de detectar con una ecosonda, pero no resulta indispensable utilizarla. Colocando marcas en el fondeo cada 1 metro, podemos ir midiendo a qué profundidad estamos a medida que avanzamos. Además, también vamos a detectar el tipo de suelo o la presencia de mejillones. Al cierre de esta edición, frente a los baños públicos, en línea recta siguiendo la dirección de la calle de ingreso, entre los 800 y los 1.000 m encontramos los mejores resultados.
La pesca
Junto a Gustavo Martorano visitamos en varias oportunidades este balneario público. Llegamos de noche, en máxima creciente y estacionamos a escasos metros de la costa. Tomando unos mates, cargamos los equipos en los kayaks, mientras el sol asomaba lentamente en el horizonte y conteníamos nuestras ansias por ingresar, esperando que al menos se haga de día.
Ya con varias pruebas en distintos lugares teníamos claro hacia dónde ir. Fondeamos y encarnamos los camarones aún congelados. Esto parecía no ser un impedimento, al sentir el plomo llegar al fondo la primera corvinita respondió con unos tironcitos sutiles. Devuelta al agua, le consignamos llamar a la madre, quien no tardó en responder. Qué alegría poder disfrutar de esta pesca tan cerca de Ciudad de Buenos Aires y en agua dulce, sin tener la necesidad de repasar todos los equipos una vez finalizada la jornada. Las corridas, repiques y cabeceos de esta especie nos deleitan tanto en el agua ¡como en la parrilla!
Se empezaban a descongelar también los mejillones y probamos de encarnarlos colocando dos por anzuelo. También dieron buenos resultados aunque, sin lugar
a dudas, la estrella era el camarón. En eso lo escuché alegrarse a Gustavo: de reojo vi su línea meterse debajo de mi kayak y él voltearse para constatar que había pinchado una bien grande.
No tenía intenciones de devolverla, ni de que se escapara. Suavemente la acercó al kayak, la agarró y me la enseñó para la foto. Le pido una segunda toma en otra posición y splash, pescado al agua. ¡Aún me la está reclamando! Atrás quedó el silencio de la mañana. Mientras contemplábamos cómo se iba llenando la cancha de kayaks y lanchas, llegaron nuestros amigos Luis, Cristian, Gustavo y Guillermo, quienes se fondearon cerca de nosotros.
Pique sutil
El pique estaba cada vez más distanciado. El ruido de los motores, los gritos, las charlas, más algún pescador que intentaba seducir a los peces con su canto, pusieron más reñida la jornada. Pero nosotros, desde temprano allí, sabíamos que ahí estaban. Ahora picaban más sutilmente, desacomodaban la carnada y jugaban con ella.
La concentración tenía que ser mayor y las capturas seguían. Ya me quedaban camarones muy chicos, cabezas perdidas y algún mejillón desarmado. Era momento de renovar la carnada. Dentro del kayak llevo una conservadora con hielo y carnada congelada. Al comienzo de la jornada retiro la mitad de lo que considero que puedo utilizar. Como en este caso la había empleado toda, tenía una reserva en perfecto estado para seguir pescando.
Si no es necesaria esa carnada, vuelve al freezer sin haberse descongelado nunca. La carnada fresca me trajo el pique más esperado. Ahí apareció disimulando su tamaño, venía solita cuando cambió de dirección y comenzó a sacar nylon del reel. Fue tal la corrida que mi vista cambió del punto donde el nylon ingresa al agua para focalizarse en cuántas vueltas de carrete me estaba robando. Con paciencia dejé que se cansara y la fui acercando. Ya sobre la superficie, noté que venía prendida del jighead como si fuese un piercing en la boca. Solté la caña y la abracé, mucho. Conmemorando el momento cómico del día que casi es captado por el dron de José Luis López, quien nos cedió una imágenes hermosas que luego se podrán ver en el video de la nota. Con el correr de las horas se hizo el mediodía y respondimos al pique infalible de nuestros estómagos, dando por concluida la pesca.
Nota completa publicada en revista Weekend 541, octubre 2017.
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