Thursday 25 de April de 2024
PESCA | 28-09-2017 08:53

En el corazón del Amazonas

Una expedición a los dominios del río Abacaxis, en plena entraña amazónica, con las más variadas especies y estrategias de pesca. Bait cast, spinning, fly cast y prácticas con cebos naturales en uno de los rincones más vírgenes del planeta. Galería de imágenes.
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Como un corazón latiendo e inyectando fluido vital a todo un cuerpo, la selva amazónica, que acumula agua en cantidades en la época de copiosas lluvias, la contiene y la impulsa a través de una red de innumerables tributarios menores, arroyos, ríos y lagunas interconectados que van encausándose progresivamente hasta llegar a los cursos principales. De esta manera va bajando de nivel hasta la siguiente temporada húmeda, dando y manteniendo vida a todo un exquisito ecosistema. Por eso los buenos lugares de pesca no son fijos ni permanentes. Dependen del nivel hídrico. Con aguas altas los peces pequeños se desparraman entre la foresta inundada buscando alimento y cobijo, los omnívoros procuran frutos y semillas, y los peces cazadores van tras ellos abandonando las áreas despejadas de lagunas y aguas corrientes, lo que hace muy improductiva la pesca en los lugares accesibles para el pescador.

Con Eduardo Macedo, de Ecofishing Brasil, y Piccino Gemma, su operador en Argentina, programamos esta nueva expedición a las entrañas del río Abacaxis buscando las mejores condiciones y características del río para la pesca. La expedición demandaría muchos kilómetros y una importante logística, pero lo bueno cuesta y en este caso lo que cuesta vale.

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De la ciudad de Manaos, en dos avionetas Caravan volamos a Nova Olinda do Norte, donde nos esperaba el barco hotel Igaratim Açú, que sería nuestro hogar por una semana, para comenzar el periplo de casi 500 kilómetros hasta donde hubiera calado suficiente para navegar, que fue a unos 200 km aguas arriba de la última comunidad de la etnia maraguás, que son quienes, mediante un acuerdo con la FUNAI (Fundación Nacional del Indio), permiten desde no hace mucho tiempo el paso de la embarcación a través de sus dominios para realizar la pesca en forma deportiva. Este celo de los indígenas por su territorio y por sus aguas ha contribuido a que este río se encuentre en estado totalmente silvestre y con mucha pesca.

Un hotel flotante

El barco es impulsado por un motor Volvo Penta de 600 HP, con capacidad para 16 pasajeros en 8 camarotes con baño privado y aire acondicionado, cuenta además con dos generadores de 60 kVA cada uno, y lleva de tiro 8 lanchas de pesca G3 con motores de 60 HP de 4 tiempos, todas con ecosonda, motor eléctrico para pescar y comunicación VHF, más una lancha rápida Nitro con un 115 HP. Posee también dos máquinas de fabricación de hielo con triple filtración de agua y potabilización, además de una planta de tratamiento de desechos. La expedición de una semana demanda, entre otras cosas, unos 4.000 litros de diésel para el barco y unos 1.500 litros de nafta súper para las lanchas. Además del capitán y un marinero, viaja un mecánico con todos los repuestos posibles, una responsable de cocina, dos chefs, una camarera, dos mozos y nueve guías de pesca. Y entre otros números, para la semana dispone de 500 botellas de agua mineral, 500 de gaseosas, unas 1.000 latas de cerveza y una chopera con 120 litros en el bar de la cubierta superior. Prácticamente nada librado al azar, incluso cuenta con teléfono satelital ante la necesidad de comunicarse.

La especie deportiva por excelencia y más convocante es sin dudas el tucunaré (Cichla sp.). Hay una gran cantidad de especies y subespecies, también dimorfismo sexual y hasta pigmentaciones indefinidas entre los tucunarés, lo que complica bastante la identificación y clasificación. Básicamente el Abacaxis cuenta con cuatro especies: hay unos cuantos T. Pinima, numerosos T. Pacá, algunos T. Popoca y T. Açú. Se trata de un pez vigoroso, fuerte y decidido, que toma con vehemencia los artificiales de media agua y de superficie, con un ataque sumamente rápido, sorprendente y que no escatima nada de potencia con arremetidas feroces y saltos fuera del agua.

El tucunaré

Su costumbre de apostarse en lugares ribereños accidentados y su habilidad para buscar ramas y troncos sumergidos durante el combate, enredando y cortando líneas, hacen de él un increíble adversario. La línea lateral del tucunaré es muy sensible y le permite captar la más mínima vibración, aun en aguas no tan claras o en momentos de poca visibilidad. Por eso a veces utilizar señuelos ruidosos, que agreden mediante hélices, popeos o que emitan sonido con rattles (sonajeros) e invadan el espacio donde se encuentra el pez, consigue desencadenar una furiosísima respuesta de ataque que se continúa con una pelea desmedida.

También es efectivo moverse paralelo a la costa con el motor eléctrico, sin hacer ruido, e ir lanzando con justeza cerca de las orillas, de los troncos sumergidos y de la vegetación costera. Allí están los tucunarés cuidando de su nido o acechando forrajeros que precisamente buscan refugio en la zona orillera más intrincada. Moscas de buena silueta con líderes de fluorocarbono de no más de 5 pies (1 pie = 0,3048 metro) de largo y del 0,70 de diámetro (sin necesidad de líder de acero) y líneas de flote para clima tropical en equipos de potencias # 7 a # 9 son lo apropiado para enfrentar a un pez violento en extremo, que no se guarda nada y que cuando supera los dos o tres kilos se transforma en un oponente de sumo respeto. Para el bait cast y el spinning, el largo de la vara puede andar en el orden de los 6 pies para poder trabajar bien los señuelos de superficie con la puntera baja y las potencias en un rango de 15 a 25 libras (1 libra = 0,453592), de acción rápida. Con reeles cargados con hilo multifilamento del 0,24 al 028, con al menos un metro y medio de fluorocarbono del 0,50 o 0,60 incoloro al final para que no se delate el engaño en el agua.

Pero más allá de las dotes, el encanto y el placer deportivo que brinda el tucunaré, hay otros peces en la cuenca y otros estilos factibles de practicar, como la pesca a la espera con cebos naturales de peces de cuero. El más numeroso en estas aguas es el pirarara (Phractocephalus hemioliopterus) se trata de un pez robusto de cuerpo compacto y gruesa contextura. Se lo encuentra en la profundidad de los pozones al pie de las barrancas más altas, actuando fondeados.

El pirarara

Los equipos deben estar compuestos por varas de 6 a 7 pies y de 40 a 80 o 100 libras de resistencia, carretes rotativos grandes cargados con nailon del 0,60 o 0,70 o multifilamento de unas 50 a 60 libras. En nuestro caso y para minimizar cortes por rozamiento y tener capacidad de carga en el carrete, usamos multifilamento y al final unos 30 o 40 m de nailon monofilamento del 0,70 que es la parte que más roza con fondos y palos. El aparejo de un solo anzuelo Nº 8/0 a 10/0 vinculado al nailon con un líder de acero multifilamento de 50 a 60 libras, con un plomo pasante de 30 a 50 gramos enhebrado en el sedal para que el encarne, que puede ser media piraña, una piraña entera o una cabeza de tararira, profundice bien.

Es muy decidido para comer, aborda el cebo y enseguida lleva y traga su bocado en forma brutal. Por lo que hay que estar con el reel abierto y darle una corta corrida de no más de 4 o 5 metros. Lo que viene después de una clavada bien firme es una batalla extrema con un peso pesado que arremete casi siempre hacia los sectores sucios del río y hay que intentar frenarlo a toda costa. Son varios los que logran zafar o cortar, pero ajustando detalles, como una buena sincronización entre pescador y guía, que suelte el fondeo rápido y pueda ubicar la lancha lejos de las orillas más sucias, son unos cuantos los que se logran. En esta ocasión, entre las ocho lanchas se contabilizaron 93 ejemplares capturados y liberados, algunos de portes notables. Y si hablamos de peces de tamaño importante, hablamos de piraíba (Brachyplatystoma filamentosum), el pez más grande de la cuenca, que puede superar los 200 kg y al que se lo encuentra en los mismos sectores que al pirarara, pero no tan numeroso y sí de muy apasionante pesca, que en este viaje concretamos cinco capturas. Mientras el barco navegaba día y noche los más de 800 kilómetros de regreso a Manaos, el corazón pulsante de la selva virgen iba quedando atrás, y a bordo no alcanzábamos a procesar tantas imágenes, tantas nuevas experiencias de pesca, tantas vivencias, ni siquiera el propio corazón latiendo fuerte podía terminar de metabolizar toda la adrenalina acumulada.

Nota completa publicada en revista Weekend 540, septiembre 2017.

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Alejandro Inzaurraga

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