Comprar o adoptar un perro siempre es un momento de mucha alegría, emoción, y hasta una gran enseñanza de vida, no solo para quien lo hace sino, también, para todos los integrantes de su futura nueva familia.
Sin embargo, algunos que no fueron cuidados debidamente con anterioridad o que crecieron en una etapa muy precaria de higienización, pueden contraer, entre tantos otros problemas de salud, el virus del moquillo-
Se trata de una enfermedad infectocontagiosa que puede afectar a otros animales de la casa, ya que es de muy fácil transmisión por contacto directo. Además, una vez contagiados los animales, pueden diseminar el virus al ambiente por varios meses.
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“La infección comienza afectando al aparato respiratorio y puede llegar a afectar a muchos órganos o aparatos, entre ellos el sistema nervioso”, explica Melina Wajner, Veterinaria (MN 9218) a cargo del equipo de salud de Puppis, la reconocida cadena de tiendas especializada en productos y servicios para mascotas.
“Incluso, esta enfermedad puede causar diferentes síntomas, dependiendo de la o las fases que se presenten: fase respiratoria, fase digestiva, fase nerviosa o fase cutánea”, agrega la especialista.
Por ello, para intentar prevenirla o detectarla a tiempo es fundamental estar muy atentos y tener en cuenta los siguientes 5 signos y señales por parte de nuestros fieles amigos.
-Signos clínicos: la enfermedad comienza con un pico febril a los 3 o 6 días post infección, que puede pasar desapercibido; seguido de un segundo pico de temperatura asociado tanto a la secreción nasal y ocular, como a la anorexia y a la depresión de nuestros perros.
Los signos clínicos van a depender de la virulencia de la cepa actuante, de las condiciones ambientales, de la edad y del estado inmunológico del paciente.
“Al principio existen signos inespecíficos como apatía, anorexia, hipertermia y el compromiso de las vías aéreas superiores, seguidos de exudado nasal y ocular bilateral que, al pasar los días, se hace mucopurulento, acompañado de tos. Y, en los casos más graves, de disnea (dificultad respiratoria) y neumonía”, señala Wajner.
Por lo general, la forma clínica es grave y cursa con un deterioro multisistémico profundo, pudiendo afectar a animales de cualquier edad, aunque los cachorros de 12 a 16 semanas son los más susceptibles debido al descenso de los anticuerpos maternales.
-Signos digestivos: los signos digestivos son desórdenes gastrointestinales que cursan como vómitos, diarreas, hiporexia y anorexia, llevando a una importante deshidratación y pérdida de peso. No siempre están presentes y pueden agravarse con una infección bacteriana secundaria.
-Signos neurológicos: los signos neurológicos son los más importantes para poder predecir el pronóstico de la enfermedad, ya que si bien según el lugar del sistema nervioso que se vea afectado, muchos perros experimentan anormalidades nerviosas que no siempre están acompañados de la enfermedad sistémica.
“Pueden presentar claudicaciones (renguera), espasmos y temblores musculares (tics), ataxia, convulsiones y mioclonías, encefalitis, rigidez cervical, hiperestesia, para o tetraparesia. Estos signos no se pueden predecir, ni evitar, y dependen de la agresividad de la cepa actuante y del nivel inmunitario del paciente. La hiperqueratosis de las almohadillas plantares suele ser indicativa de la fase neurológica posterior de la enfermedad”, advierte Wajner.
-Signos oculares: con respecto a los signos oculares, las lesiones más significativas son la neuritis, el desprendimiento de retina, la ceguera, las úlceras de córnea y la conjuntivitis.
-Signos dentales: los signos dentales, como la pérdida de esmalte en su dentadura es una clara señal que indica la presencia del moquillo antes del recambio dental.
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