Como sucede con la mayoría de los mamíferos marinos, donde las interacciones sociales son difíciles de observar, las marcas de las cicatrices en las orcas son un claro indicador no solo de la agresión recibida por parte de sus pares mayores y predadores sino, fundamentalmente, del porqué de sus agresivos comportamientos bajo la superficie.
Así lo afirma un reciente estudio elaborado por Charli Grimes, investigadora de ballenas de la Universidad de Exeter, Inglaterra, quien afirma que a mayor cantidad de cicatrices recibidas por parte de las también conocidas como ballenas asesinas, más violento será su carácter y comportamiento con el resto de las especies con las que comparte su hábitat.
Para llevar a cabo el estudio Grimes y su equipo de colaboradores utilizaron un software de análisis de fotografías que les permitió cuantificar la cantidad de tejido cicatricial que tenían 167 orcas diferentes durante un período de estudio de 38 años-
De esa manera, lograron comprobar que las orcas macho jóvenes tienen la mayor cantidad de cicatrices frescas, un hallazgo que parecía totalmente predecible para el equipo teniendo en cuenta las estructuras sociales de estas ballenas.
“Las ballenas jóvenes se enfrentan para establecer su lugar en la jerarquía y obtener las primeras presas. Los machos jóvenes también buscan la atención de las hembras y de ahí la mayor cantidad de cicatrices que muestran y lo peligroso de su comportamiento”, señaló.
Por su parte, al examinar cómo fue cambiando la prevalencia de las cicatrices durante varias décadas, los especialistas notaron cómo variaron las interacciones agresivas de las ballenas a lo largo de sus vidas.
“Nuestro análisis reveló los efectos del sexo y la edad, donde los machos exhibieron una mayor densidad de rastrillo que las hembras y la densidad de rastrillo disminuyó significativamente con la edad. Contrariamente a las predicciones, observamos un aumento en la densidad de rastrillo en toda la población a medida que aumentaba la abundancia de su principal recurso alimenticio, el salmón Chinook ( Oncorhynchus tshawytscha), aumentó”, dijo Grimes.
Además, los resultados les proporcionaron evidencia indirecta de las fluctuaciones en la agresión recibida de sus congéneres a lo largo de la vida de un individuo, lo que posiblemente refleja cambios en los patrones de conflicto social que pueden estar mediados por la abundancia de recursos.
“Nuestros hallazgos resaltan la necesidad de más investigación para examinar las consecuencias de la agresión en la aptitud de las orcas y comprender mucho mejor los mecanismos inmediatos por los cuales la abundancia de cicatrices influye en las tasas de agresión en la población”, concluyó Grimes.
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