Fue en una fría mañana de Paso de la Patria, junto a mi padre y un amigo nos aprestamos a arrancar la jornada antes del amanecer. Aunque la lluvia era copiosa y por momentos molestaba, las condiciones para navegar el Paraná eran óptimas.
Con los reeles rotativos listos y cargados con multifilamento de 0,22, nos hicimos de algunos señuelos “banana larga” de paleta grande, que con suerte alcanzarían su máxima profundidad. Avanzamos regulando el trolling, abarcando la zona entre las islas Anteojo y Bosnia, buscando que el señuelo roce las piedras.
Luego de varias pasadas y casi con un diluvio alrededor, lo único que nos motivaba a seguir fueron unos toques del señuelo, por lo que seguimos en la búsqueda... la esperanza es lo último que pierde el pescador. Eran casi las tres de la tarde, ya diluyéndose la mejor hora del pique y la chicharra despertó la pasión en un segundo.
La pelea se dio en varios rounds que totalizaron 50 minutos, en los que las corridas por poco me arrancan los brazos y soñaba con lo que vería al completar el recorrido del multifilamento. Pero todas las expectativas fueron superadas cuando vi las primeras burbujas, de las cuales emergió un submarino que de a poco se transformó ese cazador implacable que es el surubí, digno rival de cualquier pescador del mundo.
Primavera con muchos pejerreyes en Cochicó
Celebramos con el infaltable sapucai y ya cansado me ayudó mi padre a subirlo a la lancha. Aprovechamos el momento de euforia para sacarnos algunas fotos bajo la lluvia imperante. Nos despedimos satisfechos por la tarea cumplida, soñando con la próxima pesca.
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