Siempre he hablado de la caza comercial de liebre, esta especie exótica traída de Europa, aunque nunca profundicé en el tema porque durante la temporada no nos queda mucho tiempo para estas cuestiones. Debido a los cambios producidos por el Covid-19, obviamente la situación ya no es la misma, por lo que decidí ponerme en contacto con Alejandro González, propietario de uno de los frigoríficos de liebres de la pampa húmeda, Rigon S.R.L., de Rufino, Santa Fe. Aunque es una figura destacada en el ambiente, tiene sus preocupaciones con respecto al futuro de la actividad. A pesar de ello, con gran gentileza y paciencia me instruyó en la historia y la realidad actual de esta industria.
Weekend: ¿Cuándo comenzó la actividad?
Alejandro González: Empezó hace aproximadamente 60 años, de la mano de don Julio Vizental, un grande de la industria. El vio la caza comercial de liebre como un ingreso para muchos habitantes de los pueblos y localidades de la pampa húmeda, como también una fuente compensatoria de ingresos para aquellos que tienen otros trabajos. Durante junio y julio el campo baja su actividad, y lo compensan con la caza de liebre que se lleva a cabo en toda la pampa húmeda y en algunas provincias patagónicas.
W.: ¿Cómo evolucionó esta caza comercial?
A. G.: A lo largo del tiempo, la actividad tomó una importancia muy grande en el invierno, en aquel momento ya había muchísimos cazadores deportivos y comerciales. Hay que tener en cuenta que durante la gran migración europea de esos años, algunos migrantes traían, entre sus petates, la escopeta junto con las costumbres de sus pueblos de origen. Fue su manera de estar cerca del terruño y a posteriori se convirtió en una actividad comercial, porque pasó a ser un muy buen ingreso para la familia. Hoy la carne de liebre llega a Europa bajo los mejores estándares internacionales, desde el inicio de la cacería hasta que es procesada en cajas congeladas listas para su consumo en el Viejo Continente.
W.: ¿Qué dificultades tuvieron los frigoríficos en los últimos años?
A. G.: Hemos tenido encuentros y desencuentros con entidades rurales e intendentes, que en general no les gusta mucho la actividad, debido a que a veces se lleva a cabo de formas diferentes. Como no tiene un marco legal, como debería tener una actividad de caza de 60 años de historia, tiene algunos grises sobre sus prácticas. Hemos generado muchas reuniones entre la Cámara de Frigoríficos de Liebres y las autoridades de Buenos Aires y otras provincias, con el objetivo de tratar de solucionar estos inconvenientes, vericuetos que el Código Rural no refleja y que nunca se han llevado a buen puerto.
W.: ¿Qué importancia se le puede atribuir a la actividad en el plano cinegético?
A. G.: La caza comercial de liebre no solo aporta divisas, sino que también es un control de plagas. De no hacerse, a los pocos años se pediría a las autoridades que se controle a la liebre por su gran proliferación. En la actualidad se cazan por año unas 900.000 presas; en los años 70 se cazaron hasta 7.000.000. A mi criterio, permite regular su población, ya que su reproducción es muy veloz. Se puede ver con otras especies cuando no tienen predadores naturales, por ejemplo, el zorro. Cualquiera que anda por el campo sabe que el zorro ya es una plaga y está haciendo un daño considerable a la economía.
W.: ¿Cómo se compone la industria hoy en día en la Argentina?
A. G.: La actividad está conformada por seis frigoríficos que exportan más o menos 1.500 toneladas de carne de liebre al año. Europa es nuestro único mercado, no hay consumo interno en la Argentina. El local no come liebre, salvo algún cazador deportivo que cocina su pieza o un restaurante muy gourmet que se especialice en carnes de caza, como perdiz, ciervo o jabalí.
W.: ¿Cómo es una salida de caza comercial?
A. G.: Generalmente, se sale de a cuatro en una camioneta, con grandes reflectores y armas para la actividad. Casi siempre son grupos de gran camaradería, se comparte el mate y el trabajo por igual. Uno maneja, otro reflectorea, otro dispara y el último recoge la pieza. A veces estas funciones rotan durante la jornada. A las liebres se las cuelga de los soportes laterales.
W.: ¿Cómo es el presente de la actividad en plena cuarentena?
A. G.: Justo cuando debía iniciarse la temporada, llegó el Covid-19. Encima en estos días se replicó en algunas zonas del interior de la provincia de Buenos Aires. No es algo preocupante, pero vemos que hay ciertas poblaciones como Olavarría, Laprida y Salto, donde hay casos aislados; esto ha llevado a que la mayoría de los pueblos de la pampa húmeda tengan cierto control de ingreso y egreso de habitantes. Obviamente, para nosotros resultaría muy conflictivo la recolección de la liebre al tener horarios de entrada y salida, sin mencionar que recorrer tantos kilómetros en nuestros camiones refrigerados es un tema bastante complicado.
W.: ¿Qué expectativas tiene para lo que queda de este año, cuarentena mediante?
A. G.: Este año va a ser muy difícil desarrollar nuestra actividad. Los cazadores pueden tener muchos problemas para circular. Estamos de acuerdo con que no se abra la temporada para cuidar a los integrantes de los distintos pueblos, a los cazadores y a los empleados del frigorífico, es preferible que este año vean limitado un ingreso con el cual contaban en esta época del año, a tener una propagación de la pandemia. Con respecto a los cuatro frigoríficos más grandes de esta actividad, no sería conveniente la apertura de la temporada tampoco en la provincia de Buenos Aires, para nosotros como empresarios sería un grave inconveniente que el virus se transmita de los cazadores a la cadena de logística, a los camiones frigoríficos que recorren muchos kilómetros, pueblos y distintas provincias.
W.: ¿Está de acuerdo con los protocolos de Covid-19 que se están aplicando?
A. G.: El protocolo del Covid-19 para empresas muy grandes no es el mejor para el frigorífico de liebres, que es una empresa pequeña, en algunos casos incluso familiar. En una temporada de 30 días, como sucedería este año, tendríamos que parar 7/14 días por testeos, sería el final y tendríamos que decirles a los cazadores que no podemos comprar su producción. Una problemática impensada que nos hace razonar de manera responsable y con criterio. Creemos que habrá que retomar la actividad el año que viene, y confiamos en que la llevaremos adelante de una manera más segura, como fue siempre. Liebres habrá de sobra, a menos que ocurra algún otro fenómeno sorpresivo e inesperado. Este año será mejor dejarlas correr por los campos.
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