La mara patagónica existe en la Argentina desde hace siglos, pero esta semana cobró notoriedad debido a al programa de gastronomía de Canal 13, “El gran premio de la cocina”, en el que todavía se está discutiendo si una receta que tenía como consigna mostrar la gastronomía patagónica, particularmente los sabores regionales de Río Negro, se elaboró o no con este mamífero cuyas poblaciones fueron clasificadas en la categoría Vulnerable (VU) por la Sociedad Argentina de Estudio de Mamíferos (Sarem). Estos animales se ven afectados por las actividades del ser humano, como la extensión de la zona de cultivo y pastoreo, la caza furtiva, y la competencia con la liebre europea introducida en nuestro país que invadió su área. La provincia habría presentado una demanda a la Justicia.
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Geográficamente habita desde el centro del país hasta la provincia de Santa Cruz, por lo general en zonas semiáridas abiertas, con abundancia de hierbas y matorrales (como la jarilla, la pichana, el matasebo, la retana y otros). Al nacer pesa unos 300 g, pero de adulto puede llegar hasta los 7 a 10 kg, y tal vez más. En cuanto a su estatura, llega a medir hasta 60 cm. El pelaje de la mara es denso y de un color pardo grisáceo. Su cabeza es voluminosa, con grandes ojos, orejas largas, hocico redondeado y chato, y el labio superior hendido. Las extremidades poseen cuatro dedos cortos en las anteriores y tres en las posteriores, y gruesas almohadillas tanto plantares como palmares. La cola es pequeña y está oculta por el pelaje, aunque el extremo es desnudo.
Perteneciente a la familia de los roedores, es considerada una especie endémica, es decir, que sólo habita un área determinada del planeta, en este caso, a este animal sólo lo podremos encontrar en la Patagonia. Curiosamente, debido a su rápida carrera y ágiles saltos, se la confunde con las liebres, valiéndole el nombre de liebre criolla o liebre patagónica. Pero no sería correcto denominarlas así ya que no pertenecen al mismo grupo que estos animales: los lagomorphos. Las maras patagónicas (Dolichotis patagonum) son roedores de la familia Caviidae, y, a diferencia de aqellos, no poseen los dos pares de incisivos superiores, uno detrás del otro.
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En cuanto a su comportamiento, son animales diurnos, con mayor actividad a la mañana y a la tarde. En época de invierno son más activos al mediodía. Los descansos durante el día los hacen en parajes abiertos desde donde pueden avistar a posibles predadores a distancia. Para ello suelen sentarse como los perros, sobre los cuartos traseros, con las extremidades anteriores estiradas. Al igual que las especies saltadoras, de un solo movimiento puede cubrir una distancia de hasta 2 m, ayudándose con las uñas de los miembros posteriores para tomar impulso. A la carrera y cuando están en peligro pueden alcanzar una velocidad de hasta 60 km/h. Su alimentación es herbívora, o sea que come plantas, raíces y cortezas. Y puede pastar sentada, acostada o de pie, lo que en general suele hacer en grupo.
Se trata de una especie gregaria, es decir, que forma grupos de entre 3 a 4 individuos o hasta grandes colonias de 50 ejemplares. Sus parejas monógamas, por lo que permanecen unidos hasta que alguno de los dos muera. Si el macho, circunstancialmente, se encuentra alejado de su compañera, emprende su búsqueda emitiendo un poderoso chiflido que puede oírse a más de 30 m de distancia. El celo se repite cada 3 o 4 meses. Durante el cortejo el macho marca el suelo por medio del depósito de sus heces y de la secreción de sus glándulas adanales (ubicadas junto al ano) arrastrando su tren posterior por la zona ocupada antes por la hembra.
Las hembras suelen tener entre 1 y 3 crías, que nacen después de un período de 3 meses de gestación. Los pequeños rápidamente se colocan dentro de la madriguera comunal las cuales pueden ser construidas por ellas o utilizan y reacondicionan alguna otra construida por otro animal, como la vizcacha. Éstas funcionan como verdaderas guarderías donde las maras recién nacidas quedan al cuidado de otras hembras. Las mamas de la madre están situadas lateralmente: un par en las axilas y el otro en la zona de los muslos. Esto le permite vigilar los alrededores mientras las crías se alimentan. En cautividad, las maras viven normalmente entre 5 y 7 años, aunque se sabe de individuos que vivieron más de 10.
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