Thursday 17 de July de 2025
CAZA | 26-06-2025 07:00

Caza menor: perdices entre la soja y las pasturas

La temporada 2025 arrancó con dos salidas al campo tan distintas como reveladoras. San Andrés de Giles y Tapalqué, apenas separados por unas horas de ruta y un puñado de días, mostraron lo que el terreno, el manejo del suelo y hasta el viento pueden hacer con la experiencia del cazador.
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El primero de mayo se dio la cita en San Andrés de Giles. Seis cazadores, dos grupos, cinco perros y un viejo tambo reciclado en campo sembrado. La jornada, de cielo plomizo y brisa leve, arrancó prometedora, pero el terreno no tardó en imponer condiciones. Pastos altos, húmedos y sin rastros de heladas previas complicaron el panorama. Ni hablar para las bretonas, más chicas y de menor zancada, que se perdían en la espesura. A los cazadores, los aductores les pidieron auxilio desde temprano.
El equipo que integraban Daniel Callisto y el autor de esta nota salió con las bretonas Mía y Alice. Dos hermanas, dos estilos distintos: una va con la nariz al ras del suelo, la otra con la cabeza en alto. Entre ambas hicieron el trabajo de marcar y aportar las piezas. La precisión fue tal que, en condiciones normales, más de una perdiz se habría perdido entre el verde.
Daniel disparó con una Browning 12/70, cartuchos de 28 gramos, munición N° 8. El otro caño era una Remington semiautomática calibre 20, con cartuchos más livianos y munición 7,5. La estrategia fue compartida: disparos acordados y seguros, de a uno por vez, sin ego ni apuro. Resultado: cupo cumplido, pero con el cuerpo molido. Liebres, casi ni se vieron.

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El otro grupo fue con pointers: Mu, Chiqui y Chiche. Más altos, más resistentes a los abrojos y a la maleza. Avanzaron mejor y sin tanto esfuerzo. Gustavo Ludueña, Juanjo Rodríguez, Emanuel Casal y Francesco Chindamo —italiano, embutidor y gran contador de anécdotas— completaron la escena. Una Beretta, una Franchi y una semiautomática turca fueron las herramientas. Cupos cumplidos y perros que se lucieron.

Tapalqué: todo lo que la caza puede ser

Tres días después, la foto cambió por completo. El 4 y 5 de mayo, el amigo francés Laurent cazó en Tapalqué con la guía de Feliciano Aguirre y sus bretonas Frida y Cielo. El terreno, ganadero y de pasto bajo, mostró lo que muchos saben pero pocos valoran a tiempo: el uso del suelo define la fauna. Y la caza.
Aquí todo fue más fluido. La visibilidad, el desplazamiento, la respuesta de los perros. El primer día resultó calmo, con brisa tenue; el segundo, más fresco y ventoso. Pero nada que impidiera que Laurent cumpliera su cuota con holgura. En ambos días los perros trabajaron con soltura, las perdices se mostraron generosas y el cazador disfrutó de un escenario ideal.
A la hora del descanso, hubo asado bien criollo. Feliciano se puso el delantal y en la mesa apareció de todo: costillares, chorizos de jabalí, bondiola y hasta algún toque gourmet traído por Laurent y Déborah, fotógrafa del grupo y sibarita confesa. Cocineros ellos, no dejaron margen para la crítica.

Dos mundos, una conclusión

La comparación entre ambos campos es inevitable. El sojero, trabajado con maquinaria y agroquímicos, pierde biodiversidad, densidad de especies y, en consecuencia, oportunidades para el cazador. El ganadero, más equilibrado y con menor intervención, mantiene su población cinegética activa. Hay más perdices, más liebres, más posibilidades. También menos aguiluchos y menos zorros.

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Es claro que si no hay perro, no hay caza. La tecnología podrá avanzar, pero sin un buen pointer o un par de bretonas fieles, la faena se reduce a caminar sin rumbo. Son ellos quienes convierten una jornada en el campo en una experiencia completa. Por eso, para quien no cuenta con un perro, el consejo es simple: elegir campo ganadero. El terreno es más noble, hay más piezas y el esfuerzo rinde frutos. Si se va a ir a pulmón, que sea donde haya recompensa. Y si tenemos la suerte de contar con buenos perros y buenos compañeros, que no falte un buen asado al mediodía. 
Porque si algo enseña la caza, es que más allá de los disparos, lo que queda es el recuerdo compartido.

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Horacio Gallo

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