Wednesday 24 de April de 2024
AVENTURA | 23-02-2023 07:00

Malargüe: cómo es el programa que permite viajar más allá del sexto sentido

Cavernas, desiertos de lava, resabios de erupciones volcánicas. Termas en un paisaje casi europeo, detectores de rayos cósmicos, laberintos y hasta un adrenalínico parque de aventuras. Existe otro mundo próximo a la Cordillera de los Andes: Malargüe, Mendoza.
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El espacio es casi aséptico: no hay olor, no hay ruido, no hay luz. El parpadeo no distingue tonalidades: todo es negro pleno; da igual abrir o cerrar los ojos. El oído parece escuchar solo silencios comatosos. Cavernas de las Brujas es otra dimensión del planeta Tierra, una perspectiva subterránea de intrincados túneles a 1.839 msnm debajo del cerro Moncol, 75 km al sur de Malargüe, Mendoza, por el asfalto de la RN 40 más un tramo de 8 km de ripio lento a partir de Bardas Blancas. Desde afuera se presenta como una reserva natural de unas 450 hectáreas creada en 1990 y visitable todo el año (según condiciones climáticas).

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Adentro es una cueva de rocas calizas del Jurásico, que surgió del océano mientras emergía la cordillera de los Andes, hogar de estalactitas y estalagmitas que se aprecian en grupos de 10 personas equipadas con casco y linterna, y siempre acompañadas por un guía local que provee estos accesorios (menores de 7 años no pueden realizar el recorrido completo; no se admiten mascotas). Para ingresar hay que abonar dos cánones de $ 1.500 y reservar turno previo la web: http://bit.ly/3XjNgW6. Si bien se recorren unos 120 m de galerías y salas (la visita termina en la de Estalagmita Gigante, de casi un metro de altura; a la Sala del Encuentro no se llega más, cerraron su acceso en plena pandemia), se han explorado alrededor de 6 km de pasajes interiores. El recorrido –no apto para claustrofóbicos–finaliza tras dos oscuras y sorprendentes horas a 12 ºC de temperatura, y la percepción es la de haber buceado en un cenote, pero sin agua. ¿Cuál habrá sido la sensación de su descubridor, Francisco Cara, quien en 1920 ingresó con una antorcha sin saber qué iba a encontrar? ¿Animales, personas, ánimas o la propia bruja (aunque, en realidad, el nombre surgió mucho después)?

Volcán Malacara

Antes de continuar con la lectura de esta nota hagamos un ejercicio: cerremos los ojos y pensemos en alguna película de televisión que nos evoque ríos de lava al rojo vivo erupcionando de un volcán. Imaginemos la gente corriendo, las ciudades destruidas, la lava avanzando y pasando del naranja refulgente al negro grafitoso a medida que se enfría y endurece... Algo así pasó acá, en el Malacara, hace unos 10.000 años, cuando el volcán explotó en forma lateral y el flujo piroclástico comenzó a salir, pero se encontró con agua y se oxidó, por eso las paredes tienen una tonalidad marrón. Pero la lava siguió brotando hasta evaporar toda el agua de la zona y cubrir lo marrón con negro en algunos sitios.

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Ahora imaginemos caminar por uno de los pocos volcanes del mundo que se pueden visitar por dentro. Por esos socavones por los que discurrió la lava al rojo vivo, por chimeneas y pasadizos de bordes torneados por la lluvia y el viento, por uno de los tesoros mejor guardados de la zona. Nos adentramos por la cárcava de Los Puentes. A nuestros lados, estratos lineales de sedimentos en forma de piedras muy pequeñas (lapillis). Más acá y allá, bombas de lava que el volcán arrojó durante su terrible explosión hidromagmática.

La guía –Estela Chilaca, de la Asociación de Guías de Malargüe– levanta su bastón de trekking y apunta hacia una de las paredes que nos rodean: “¿Ven aquellos agujeros? Hoy muchos son nidos de aves, pero hace 10.000 años a través de ellos salieron las bombas laterales que llegaron hasta 5 km de distancia. Otras –señala como una pelota de fútbol rocosa cuyo trazo desde el vientre de la Tierra quedó congelado– intentaron salir y se quedaron a mitad de camino, no tuvieron la fuerza suficiente”. Estamos estupefactos por su explicación y por los juegos de luces creados por el sol que –mientras tanto– penetra por los diferentes orificios. El recorrido se extiende unas tres horas.

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Llegamos al punto panorámico desde donde visualizamos la laguna Llancanelo (humedal declarado sitio RAMSAR y la mayor reserva de aves de Mendoza), la antena DS3 de la Agencia Espacial Europea (solo hay tres en el mundo y una está acá), el norte de La Payunia, la Cordillera de los Andes y descendemos hacia la cárcava de Tito Alba (nombre de un ave), por la que, maravillados, regresamos a deleitar las papilas gustativas en el restaurant del lugar y saludar a los dueños –la familia Quesada–. Emprendemos la marcha hacia Malargüe (24 km de ripio + 10 de asfalto), despidiéndonos de la cara de chimpancé que distingue al Malacara desde el perfil de la distancia, nombre que le pusieron los paisanos por su similitud con la cara manchada de los caballos con ese color de pelaje. Un sitio del paraje La Batra que resulta ineludible si buscamos recuerdos imborrables.

La Payunia

Hay paisajes comunes y otros que impactan. La pampa negra (y rojiza) de La Payunia es de estos últimos. ¿Cómo describir un territorio de 665.682 hectáreas de superficie habitado por más de 850 jóvenes volcanes? La Payunia es uno de las parques volcánicos de mayor densidad y diversidad del planeta, al punto que ha sido propuesto como candidato a Patrimonio Mundial Natural ante la Unesco. En él conviven los tres tipos de lava existentes a nivel mundial: bloques basálticos, AA y Pahoehoe. Del relieve sobresalen el volcán Payún Matrú (3.750 m), con una caldera volcánica de 9 km de diámetro, y el Payún Liso (3.780 m), que en su cráter contiene un planchón de hielo en invierno que se convierte en laguna en primavera.

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También está el cráter de El Morado, que visitamos para comprender la explosión y obtener una de las mejores panorámicas del lugar. La excursión por este increíble escorial (cuya colada mide 181 km y es la más extensa del mundo) dura casi 12 horas, recorre unos 300 km entre ida y vuelta, y es un must de la región: incluye guía (importantísimo para comprender cada aspecto del paisaje), desayuno, almuerzo y merienda.

Los otros días

Para disfrutar Malargüe vamos a necesitar más tiempo de lo previsto: una semana quizá sea poco. Nosotros estuvimos cinco días y prometimos volver por la revancha. A 28 km, un buen momento lo exploramos en los Castillos de Pincheira, una reserva natural que alberga un camping con pileta, glamping y restaurant donde se saborean tortas fritas al atardecer, y los mejores chivitos de la zona al mediodía. Un puente colgante conecta con una cueva repleta de leyendas, como la que dice que este paraje fue refugio de bandidos al servicio de los hermanos realistas Pincheira y de sus huestes, quienes realizaron correrías entre los años 1811 y 1833.

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A modo de despedida, la última jornada la dedicamos al relax en las Termas del Cajón Grande, a unos 112 km. Para llegar, hay que hacer migraciones y aduana en Paso Pehuenche, porque el camino está cercano a la frontera con Chile. Hay 7 piletas con agua a +/- 41 ºC, comedor, sanitarios y un hermoso camping ($ 1.200 por persona/día; menores $ 700) en un espacio verde de postal al pie del arroyo Cajón Grande, que evoca el paisaje de la publicidad del chocolate de la vaca violeta. También existe la posibilidad de realizar pesca con mosca o de aprender a practicarla con guías locales.

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Parque de aventuras Turcará

La Cuesta del Chihuido es un recorrido en zig-zag que forma la Ruta 40 en un tramo asfaltado que trepa hasta los 1.994 m, a 37 km de Malargüe camino a Bardas Blancas. Justo en el Km 2.911, pasando una de las curvas a 180 grados, se ubica Turcará, un parque de aventuras con puente tibetano, vía ferrata al borde de un precipicio de 70 m de altura, dos tirolesas impresionantes, ingreso a una caverna, puente comando, circuito autoguiado de trekking con exhibición de fósiles marinos, siete parcelas de camping individuales (cada una separada por plantas, con parrillero y estacionamiento), vistas panorámicas verdaderamente mágicas, restaurante y venta de productos regionales.

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Claudio Turletti, titular del emprendimiento, inició este proyecto hace 12 años en un predio de 30 hectáreas, y paulatinamente fue creciendo hasta convertirse en un referente de la región. A la atención personalizada suma equipos homologados internacionalmente y se adjudica ser el precursor de las hamburguesas de chivito. La primera actividad de aventura comienza a las 12. La entrada tiene un valor de $ 900 ($ 600 los menores) para pasar el día, recorrer el predio, utilizar la parrilla y el camping (sin pernoctar). Con $ 3.100 más sumamos a lo anterior la actividad de aventura. Y si no completamos todo el mismo día, podemos regresar durante nuestra estadía a disfrutar lo que nos faltó. (Tel.: +54 0260 4535908, www.turcara.com)

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El poco tiempo restante en Malargüe lo dedicamos a los laberintos Carmona ($ 1.000 la entrada), uno cuadrado y otro redondo (único en la Argentina), emprendimiento que tras 12 años de proyectarse casi en secreto abrió sus puertas en 2019 (posee camping para pasar el día) y a disfrutar del parque del hotel donde socializamos con patos y ovejas, y disfrutamos de sabrosa, económica y muy bien elaborada gastronomía. A no olvidar: agendar Malargüe en la bitácora.

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  • Cómo llegar: desde CABA a Malargüe, Mendoza, son 1.164 km por rutas 7, 188, 143, 144 y 40.
  • Dónde alojarse: hotel Risco Plateado, Paso El Planchón 815, Tel.: 0260 434655. Habitación doble desde $ 10.000.
  • Excursiones: Choique, WhatsApp: +54 9 260 4483604, www.choique.com. Y Aires de Libertad, Tel.: 260 4471416, www.airesdelibertad.tur.ar
  • Camping Castillos de Pincheira: abierto desde las Fiestas hasta Semana Santa, @ castillosdepincheira 
  • Termas del Cajón Grande: Cel.: 260 4400609 / 4669814, @termasdelcajongrandeoficial 
  • Laberintos Carmona:  Cel.: 0260 15 4645238
  • Dirección de Turismo: Av. San Martín Norte 524. Tel.: 0260 447-1659, www.malargue.tur.ar

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Marcelo Ferro

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