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ARMAS | 13-06-2021 19:00

Los secretos del cañón de la escopeta

Observar el interior del ánima de una escopeta y su configuración nos permite conocer pormenores pocos difundidos sobre este tipo de armas.
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La simple observación de los cañones de las armas de fuego nos llevaría a pensar que la confección de uno estriado requiere de tecnología muy depurada en comparación al cañón liso de una escopeta, ya que este último, a grandes rasgos, nos parece un simple tubo cilíndrico de acero.
Error. Un cañón de escopeta –como los de cualquier arma– comienza por la recámara y termina en la punta o boca. La recámara es el lado de paredes de mayor espesor, porque es donde se generan los elevadísimos picos de presión que son necesarios para vencer la inercia de la carga de perdigones, obligándolos a que se desplacen por el interior del tubo.

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Esa recámara debe ser tallada con una herramienta –escareador– que asegure su perfecta alineación concéntrica y axial con el ánima del resto del cañón. Su terminación correcta es el bruñido y no el pulido, lo que le dará un aspecto mate. La razón de usar cartuchos de plástico o cartón en vez de latón (como en las balas de rifle) es que estos materiales son elásticos, lo que provoca que al disparar se expandan sellando la recámara y evitando así alguna fuga de gases hacia atrás. Para mejorar este efecto, las recámaras son lisas pero –a su vez– lo suficientemente rugosas para que no se deslice el cartucho.
Inmediatamente después de la recámara viene el cono de forzamiento, que es un rebaje sin ángulos rectos entre la recámara y el cañón. Del cono pasamos al ánima del cañón, casi cilíndrica y con un brillo intenso debido a un pulido a espejo o a un cromofinizado. Antes de llegar a la boca nos encontramos con un estrechamiento progresivo del diámetro interno –denominado choke–, que actúa sobre la carga de perdigones para conseguir una mayor densidad de éstos en el impacto.

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Por fuera, el cañón debe ser cónico hacia la boca, para asegurar un balance adecuado. En las escopetas yuxtapuestas, las bocas de fuego se acercan y esto provoca que las trayectorias se crucen. Según normas de fabricación, el cruce debe hacerse a 36 m de la boca del cañón. Para lograrlo hay que darle una forma cónica específica, más ancha en la parte trasera que en la delantera. En las superpuestas, las conicidades son asimétricas. Si la escopeta tiene una banda ventilada muy alta, el cañón superior baja a buscar el inferior. En caso contrario, el inferior sube su línea de impacto.

Cono de forzamiento

Si medimos el diámetro exterior de un cartucho del 12, comprobaremos que mide 20,2 mm. Y el diámetro interno, según el espesor del material utilizado, ronda generalmente los 18 mm. Lo que nos permite deducir que el plástico de la vaina tiene un espesor aproximado de algo más de un milímetro. Por lo tanto, la recámara de nuestra escopeta tiene un diámetro de 20,2 mm y el ánima del cañón, de 18 mm. Cuando disparamos, el reborde de la vaina se estira de manera que el largo total del cartucho disparado es mayor que antes del tiro. Si ésta sección del reborde no estuviera prevista en la forma de la recámara, estaríamos reduciendo el diámetro en dos milímetros, ya que el reborde estirado quedaría dentro del ánima propiamente dicha y no en la recámara. Eso ocasionaría un pico importante y peligroso de presión, ya que la carga de perdigones debería pasar por dentro de este reborde, en definitiva por un diámetro de 16 mm en lugar de los 18.

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Afortunadamente, la recámara está confeccionada para albergar esa porción extra de vaina. De allí la importancia de no disparar cartuchos de 70 mm de largo en escopetas cuyo marcaje indica 65 mm. O sea, no disparar cartuchos 12/70 en escopetas calibre 12/65 ni 12/76. Cada recámara… con su cartucho. Pero no creamos que eso es todo. La longitud de los cartuchos no es exacta, puede haber variaciones pequeñas según el fabricante y el material utilizado, lo que a veces ocasiona que, entre el final del cartucho disparado y el ánima del cañón, quede un espacio en forma de anillo. A raíz de ello la carga de perdigones sufriría un frenazo al chocar contra el escalón resultante, con la consecuente elevación de la presión. La solución es interponer una sección cónica que hace decrecer el diámetro de la recámara paulatinamente hasta alcanzar el del cañón (20 mm de recámara a 9 mm de esa sección –denominada “cono de forzamiento”– para, finalmente, pasar a los 18 mm de cañón. Generalmente cualquier escopeta de fabricación posterior a 1950 cuenta con este “cono de forzamiento”.

Las recámaras largas

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Las escopetas repetidoras –en general– utilizan lo que se denomina long chambers, que es un tipo diferente de alojamiento para el cartucho. En lugar de ser una recámara con la forma negativa de un cartucho, seguido de un cono que desemboca en un cañón cilíndrico, este tipo de recámara es un cilindro muy largo (mayor de 80 mm), seguido de un cono de forzamiento cuya longitud, en algunos casos, iguala a la del propio cartucho. Gracias a esta configuración las escopetas magnum pueden disparar cartuchos de cualquier longitud (65, 70 o 76 mm).

El back bore

A comienzos del Siglo XX algunos armeros europeos y Browning en los Estados Unidos, comenzaron a experimentar con un sobrecalibrado del ánima del cañón inmediatamente después de la recámara (en calibre 12 en lugar de los 18 mm clásicos tenían 18,4 o 18,5 mm) que iba cerrándose hacia la boca, y que denominaron back bore. La idea era que todo el cañón se convirtiera en un concentrador de perdigones progresivo, como si todo el cañón fuera un choke. A pesar de las diversas configuraciones que se intentaron, no lograron su cometido ya que el comportamiento de la perdigonada no se alteraba.
En cambio, el back bore demostró ser eficaz en otros dos aspectos inesperados. El primero era que el retroceso es mucho más suave. El segundo, que el cañón sufría mucho menos castigo, lo que alargaba notablemente su vida útil. Como hemos visto, la confección del cañón de una escopeta requiere de una tecnología muy depurada y dista mucho de la creencia de que se trata simplemente de un tubo cilíndrico de acero.

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Pablo Crespo

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