Thursday 18 de April de 2024
VIDEOS | 28-03-2017 09:30

Ariocós de Galinhas

La joya de Ipojuca, en Pernambuco, ha sido elegida en reiteradas ocasiones como la mejor playa de Brasil y también tiene interesantes propuestas de pesca deportiva. Nota con video.
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Cuando el estado de Pernambuco decretó que cada hombre que pisara su suelo sería libre aboliendo de ese modo la esclavitud, los dueños de los ingenios azucareros que cultivaban en sus colinas el “oro blanco” de Brasil (el azúcar), no estuvieron dispuestos a perder su mano de obra gratuita y pagar por lo que antes tenían gratis o solo por el precio de un plato de comida diario. Así las cosas, los esclavistas de Recife –capital de Pernambuco– buscaron un puerto natural, 50 km al sur, para seguir descargando esclavos de ultramar de forma clandestina y ofrecerlos a estos mandamases.

Ese puerto fue Puerto Rico –uno de los principales puntos de salida del pau brasil (el árbol que le dio el nombre al país) hacia el exterior–, que desde 1850 se convirtió en centro de este cruel mercadeo a altas horas de la noche. Para evadir la fiscalización de esa ilegal transacción, los esclavos eran transportados juntos con gallinas de Guinea y la contraseña creada por los traficantes era “tem galinha nova no porto” (“hay gallinas nuevas en el puerto”). Así fue como Puerto Rico se convirtió en “Porto de Galinhas”, en el municipio de Ipojuca, hoy devenido en un excepcional centro turístico del nordeste de Brasil, famoso por sus piletas naturales llenas de peces de colores que se pueden observar haciendo paseos en jangadas, snorkel o a simple vista.

Bellezas por descubrir

Este puerto del municipio de Ipojuca es un destino turístico muy buscado por los argentinos y ha sido elegido por la revista Viagem e Turismo como la mejor playa de Brasil, muy cercana a otros paseos recomendables como las playas de Muro Alto, Maracaípe y el Pontal de Maracaípe (encuentro de río y mar donde hay caballitos marinos), o la hermosa y cercana Praia Dos Carneiros (ya no en Ipojuca sino en Tamandaré), un pedacito de Jamaica en Brasil. En Porto de Galinhas –he aquí la novedad– se puede hacer pesca deportiva, una opción que el turista pescador sabrá aprovechar muy bien combinando el descanso con la pasión por el deporte en un marco bellísimo y capturando especies raras para nuestros ojos.

Este relevamiento comenzó con la invitación de Fernando Mello, de Luck Receptivo, quien nos puso en contacto con Daniel Jacarandá del área de turismo local de Ipojuca, quien a su vez nos hizo conocer a Leonardo Blanke, pescador comercial y deportivo que tiene la única casa de pesca local y vende carnadas. Aun sin dedicarse a ofrecer salidas guiadas, Leo es el hombre clave para toda la asesoría en pesca que requiera el visitante y puede vincularnos a pescadores locales que en cómodas lanchitas techadas nos saquen a puntos secretos a unos 5 km de la costa.

Y lo de secretos viene a cuento de que los pescadores crean sus pesqueros: arrojando buggys viejos al agua u otras estructuras van formando un arrecife en donde crece la vida y se concentran las especies menores y cangrejos que sirven de alimentos para otros peces más deportivos.

Así, en una mañana de clima excelente y partiendo de un Porto de Galinhas que parece pintado en acuarela, salimos junto al propio Daniel Jacarandá en la lancha de nuestro guía Lula, en busca de la especie del momento: el ariocó, una suerte de besugo de unos 2 kg que es muy apreciado por el sabor de su carne. Para ello primero hay que “pegar carnada” fresca y entonces usamos líneas tipo sabiki (una suerte de lengue donde cada anzuelo va vestido con flecos brillosos y materiales sintéticos que asemejan escamas) para obtener peces menores que luego trozaríamos como cebo del ariocó. Con un plomo de 60 g para que vaya a fondo, accionamos el sabiki haciendo pirking (golpeando con tirones ascendentes y dejándolo caer), sobre las piedras. De este modo, usamos esta línea menor para obtener xiras, el bello pirauna (un pez rojo con motas azules), canguitos y sardinas, bastante más grandes que las que conocemos.

Lucha de titanes

Con esos peces trozados más camarones que habíamos llevado, comenzamos a probar suerte con los ariocós. Pescamos en profundidad de 22 m, con un plomito de 60 g y una sola brazolada de 1 metro colgada del mismo mosquetón del que pendía el plomo. En cuanto al equipo, usamos reel frontal con manija de fuerza, caña de 1,83 de carbón de acción heavy especialmente diseñada para jigging, con resistencia de 20 a 60 libras (1 libra = 0,453592 kilo) de nailon. Y por último un anzuelo chico (como para corvinas de la costa atlántica) de pata corta y amplio gap. Allí, en una sola pasada encarnamos los trozos de pescado y los piques del ariocó no tardaron en llegar.

Fuertes llevadas y la posterior clavada dan inicio a una lucha extraordinaria de un pez de excepcional fuerza para su tamaño. Por desgracia, no se pueden devolver dado que en su batalla este pez que lo deja todo ve explotados sus órganos internos con la descompresión producto de la captura.Lo cierto es que un par de horas de batallar con estos gladiadores dejan cansado a cualquiera, y sin ánimos depredatorios y sabiendo que solo aspirábamos a una monoespecie, tras llenar un cajón de ariocós decidimos dar por concluida una

gran jornada.

Nota completa publicada en revista Weekend 534, marzo 2017.

https://youtu.be/z3b108V4t8s

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Wilmar Merino

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