El avión está próximos a aterrizar en la isla La Española, rodeada de un mar turquesa y palmeras. La vista no puede ser más idílica. Llegamos a Santo Domingo, República Dominicana, en un vuelo de ocho horas nocturno y directo desde Ezeiza a través de la compañía Arajet. Ni bien tocamos tierra, ya nos estaba esperando nuestro guía Carlos Romero, un dominicano que nos mostraría lo mejor de esta isla caribeña. Así que rápidamente dejamos las valijas en el hotel Hodelpa Nicolas Ovando (asentado sobre la finca colonial del gobernador Ovando y Cáceres, con una hermosa vista del río Ozama) y sin dilaciones fuimos a recorrer la ciudad antigua, su centro histórico amurallado y con adoquines.
Hagamos un poco de historia... En esta isla recaló Cristóbal Colón en su viaje de descubrimiento de 1492, y zozobró la famosa nave capitana Santa María en sus arrecifes. Es decir, fue un lugar clave del Nuevo Mundo. Muchas de las construcciones de su centro histórico datan del siglo XVI: la primera catedral de América, el palacio Alcázar de Colón, la fortaleza Ozama y el Museo de las Casas Reales. Hay que dejarse llevar por las callecitas adoquinadas que zigzaguean entre las viejas construcciones coloniales, donde es posible descubrir dominicanos que secan el tabaco al sol y enrollan los puros con manos y prensas.
En el parque Colón, rodeados de cafés, venta de artesanías y lugares para comer, efectuamos una parada de descanso y aprovechamos para degustar la cocina dominicana y disfrutar de la vista de la estatua de Colón, un lugar muy visitado por los turistas. Carlos nos venía anticipando que lo mejor estaba por venir y no se equivocaba.
Museo del mar
El denominado Museo de las Atarazanas Reales recopila todos los objetos rescatados del fondo del mar en las decenas de naufragios que ocurrieron en los arrecifes próximos a la isla La Española. En estas costas traicioneras se hundieron, entre muchos otros, los navíos Santa María, De las Pipas, Conde de Tolosa, Flota de Nicolás de Ovando, y Nuestra Señora de la Pura y Limpia Concepción, entre otros. Hasta los piratas ingleses, como el capitán William Kidd con su nave Adventure Price, y Joseph Bannister y el Golden Fleece descansan en estas aguas cristalinas.
En el recorrido del museo, que atesora objetos asombrosos del ayer, podemos comprender toda la historia de la conquista de América, porque se observan decenas de elementos como ánforas, astrolabios, sables, arcabuces, pistolones, porcelana Ming, lingotes de plata y un sinfín de reliquias de oro y provenientes de la vida en el mar. Todo distribuido en salas con vitrinas explicativas y réplicas a escala de los barcos. Estas decenas de naufragios ocurrieron porque en el mar Caribe son frecuentes las tormentas y las costas están pobladas de arrecifes. Y en los siglos XVI y XVII los piratas, corsarios y filibusteros surcaban estas aguas atentos a los españoles que se llevaban el oro y la plata de América.
Por la Ruta 3 salimos desde San Domingo a Punta Cana. Son 196 kilómetros por una autovía segura de doble mano. El paisaje es muy interesante, por momentos selvático y en otros tramos descubrimos las grandes plantaciones de caña de azúcar. Nos alojamos en el hotel Sanctuary Cap Cana de la cadena Marriott, que es un complejo turístico de lujo all inclusive. Verdaderamente increíble por todos los servicios que incluye (tuvo una remodelación reciente en la que se invirtieron 45 millones de dólares): piletas, costa de mar, servicio de comidas del mejor nivel con restaurantes italiano, asiático y demás opciones gastronómicas. También con spa y gimnasio de última generación.
Muy cerca, a menos de 200 m, la hermosa playa de Juanillo merece una caminata por su línea de arena blanca con aguas color turquesa, palmeras con cocoteros y un entorno natural impactante, a tal punto que es considerada una de las playas mas bonitas del Caribe. Acá también se asientan las grandes cadenas hoteleras.
Punta Espada y Scape Park
A la mañana siguiente nos dirigimos a visitar el campo de golf Punta Espada, de 18 hoyos diseñado por Jack Nicklaus, con vistas increíbles al mar. En un ambiente maravilloso se encuentran restaurantes y condominios. También recorrimos el farallón, que es un enorme acantilado de 82 m que deja ver todo el barrio cerrado Cap Cana. Posteriormente llegamos al complejo Scape Park, un parque de aventuras con ocho atracciones: caminatas por la selva donde se observan iguanas, monos, aves, mariposas y mucha más fauna. También se realizan paseos en camionetas safari 4x4 que se adentran por la selva para hacer vadeos y superar lodazales, y hasta ofrecen un circuito cultural que recrea la vida de los pueblos originarios taínos.
Como sorprendente, se exploran cámaras subterráneas y se puede visitar un cenote denominado Hoyo Azul, en el cual nos podemos bañar. Un recinto de iguanas rinoceronte de gran tamaño nos espera para ingresar a fotografiar y observar estos increíbles animales. El plato fuerte son las tirolesas por la selva, que tienen buena altura y resultan un gran atractivo de pura adrenalina.
Llega el último día en República Dominicana. Queremos más, pero no hay tiempo. Regresamos con la sensación de descubrir un destino único que combina la historia de piratas y descubridores con lo mejor de las playas del Caribe.
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