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TURISMO | 22-02-2019 18:38

Quito desde adentro, así es esta tierra de contrastes

Con antecedentes preincaicos y coloniales, la capital ecuatoriana es el punto de partida hacia una región verde, ideal para la pesca y la aventura.
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Patricia Daniele
Patricia Daniele

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Editora Ejecutiva de revista Weekend y su web, Editora General de Vivo.Perfil.com y de Luna teen.perfil.com. Columnista de espectáculos en Perfil.com y Reperfilar. Especializada en turismo y servicios al turista, gastronomía y lifestyle, series y TV paga, teatro y recitales, tendencias del mundo joven. TW e IG. @pato_daniele

Por su puerta pasa la mitad del planeta. Su patio trasero está compuesto por dos reservas de biósfera fundamentales para la vida en la tierra. En el medio, un pueblo cálido, de hablar pausado, que pone al turista en primer lugar. En resumen: Quito como región y como capital de Ecuador merece una visita por sí misma, sin necesidad de que sea apenas una escala para conocer las islas Galápagos. Sólo hay que tener en cuenta que la economía del país está dolarizada, que conviene viajar con billetes de baja denominación (hasta U$S 50) y que por la tarde siempre llueve.

La capital de Ecuador es preciosa, con su centro histórico colonial pleno de iglesias inauguradas pocos años después de su fundación, en 1534, cuando se la designó sede de la Real Audiencia de Quito. Franciscanos, jesuitas y dominicos evangelizaron a los indígenas y dejaron el testimonio de su actividad en museos eclesiásticos en constante restauración y en altares rebosantes de pan de oro proveniente del Perú. Está ubicada sobre la hoya de Guayllabamba: las casas ascienden por las laderas del volcán Pichincha, con una altitud de 2.800 msnm. Al caminar sus empinadas calles habrá que preparar las pantorrillas para las subidas constantes y los pulmones, pues la combinación de ejercicio y altura enseguida afectan a los que provenimos de zonas más bajas.

Quito desde adentro, así es la ciudad de los contrastes

El casco histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 1978. Vale la pena visitarlo, animarse a ascender hasta las cúpulas de la Catedral, ubicada frente a la plaza de la Independencia y al palacio de gobierno. Además de caminar por pasadizos de otros tiempos, tiene la ventaja de que, desde la altura, se obtiene una vista incomparable de la ciudad. También la Iglesia de San Francisco, con su museo de arte sacro y acogedor patio interior, atrae al visitante que le gusta empaparse con las anécdotas de la llegada de los españoles.

También hay diversión y descubrimiento en Quito. El Museo Intiñán, ubicado junto al Monumento de la Mitad del Mundo (y al desocupado edificio de la UNASUR), es especial para ir con chicos pero también los grandes disfrutan de una visita guiada que repasa la vida aborigen (había 14 comunidades en la zona) y experimenta con las particularidades de estar exactamente sobre la línea del Ecuador. Si tienen la suerte de que les toque una guía como Ivette, el recorrido será muy ameno, divertido y pleno de información. Sobre todo cuando hace desagotar el agua de una pileta en un lado y otro de la línea que parte a la tierra en dos, y vemos que cambia la dirección del líquido según esté en el Hemisferio Norte o Sur. “El aire y el agua hacen q todo vaya para el mismo lado, es el efecto de la Aceleración de Coriolis”, explica. Son los cuatro dólares mejor gastados.
Al lado, en la latitud 0, está la Ciudad de la Mitad del Mundo, un compendio de comercios de todo tipo (incluidos bares y restaurantes) y un monumento con forma de monolito de cuatro pisos, en cuyos balcones superiores se aprecia el crecimiento demográfico de esta zona rodeada de montañas. Se sube por ascensor hasta el mirador y luego se baja por escalera, pues los entrepisos tienen experimentos científicos relacionados con la lejanía de los polos para entretenerse un rato.

Maridajes para todos los gustos

La gastronomía es otro punto importante de la Capital. Desde el desayuno, abundante en frutas y deliciosos panes acompañados por café de las plantaciones locales, hay restaurantes que se dedican a rescatar los alimentos aborígenes mientras otros se dedican a experimentar con nuevas producciones. Entre los primeros está Quitu, donde una cena de 28 platos que toma como base la identidad culinaria ancestral cuesta U$S 35 por persona y es una experiencia educativa y deliciosa.

Quito desde adentro, así es la ciudad de los contrastes

Por su parte, El Esmeraldas del barrio La Floresta revive los platos costeños (especialmente mariscos y pescados) en un menú de cinco pasos que comienza con un mojito espectacular y ceviche de camarón, y finaliza con yuca con queso y torta de maqueño como postre.

Mención aparte merece el emprendimiento de los hermanos José Luis y Carlos David Pinos, que comenzaron a producir su propia cerveza hace pocos años y ya tienen dos locales de su marca Santa Rosa: una cervecería en la zona de moda y un restaurante en el centro histórico. Aquí el maridaje es con variedades de cerveza que, incluso, forman parte del plato que se degusta. Soberbias las costillas Scoth Ake (cocidas con las dos variedades negras) y el original birramisú de postre. No hay que olvidarse del cacao, otro de los productos típicos de la región, y las colaciones que se elaboran con la misma receta pasada de padres a hijos en Cruz Verde.

A la aventura

A apenas 40 minutos de la ciudad está la Reserva Pahuma de 60.000 ha, a la que se llega previa visita el Mirador del Pululahua para observar cómo en antiguo cráter del volcán es ahora un valle tranquilo y húmedo en el que pastan vacas y hay diversos cultivos. Una vez en Pahuma, luego de pasar por el centro de interpretación para ver los videos del oso de anteojos, pumas y otras especies de animales que habitan con libertad en la reserva, es el momento de la acción: una larga caminata nos lleva hasta las cascadas para hacer canyoning (descenso en rappel en pleno cauce de agua). Hay dos opciones, el descenso más sencillo de 20 m denominado Gallo de la Peña y el de 50 m, Pacay. Con casco y arneses provistos por el lugar, hay que tener la precaución de llevar ropa para cambiarse por la mojadura.

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El oso andino es muy amigable, mide 2,10 m de altura y unos 160 kg de peso. La investigación descubrió algunos de sus hábitos: se refriega contra los árboles para dejar su pelaje y raspa en lo más alto para que sus congéneres vean que es más grande que ellos. En el parque se protegen a unos 55 individuos pues la especie se vio amenazada por la caza y la tala indiscriminada de árboles.

En las cercanías está Tucanopy, en la reserva privada Intillacta (a 62 km de Quito), un Proyecto de la Fundación Red de Bosques Escuela que apunta a la conservación del Bosque Nublado y toda su biodiversidad: más de 152 especies de aves, venados, cozumbos, olinguitos, chanchos de monte y armadillos. Para solventar la actividad, encontraron en el turismo la principal estrategia, ofreciendo alojamiento, comidas y armando un circuito de canopy de 2.150 m de largo, dividido en seis cables (el más largo de 560 m) durante los cuales se van relevando las variedades de fauna y avistando algunos animales de la mano de Inti y Luis.

Osos y cóndores

Para entrar de lleno en contacto con la naturaleza hay que alejarse un poco más de la ciudad, subir a 3.500 msnm para llegar a Tambo Cóndor, un observatorio de diversas especies con dormis y pensión completa que queda de camino del Parque Central del Pintag, donde se encuentra el volcán Antisana y la bella laguna La Mica. Todos son lugares de observación de venados, patos y conejos. “Aquí el clima es un poquito frío, hay que abrigarse por la noche –explica Vladimir Ushiña, administrador del lugar al que concurre mucho europeo para avistar aves–. Comenzamos el proyecto de investigación del cóndor andino en 2012, conjuntamente con la ONG Fondo Peregrino. Hemos tenido seis nacimientos de la misma pareja y pudimos marcar a dos con bandas alares y, sólo a la última (Peregrina), con rastreador GPS”, puntualiza.

Se pueden ver águilas, curiquingues, unas siete especies de colibríes que llegan a los bebederos del Tambo, pinzones, semilleros, hampitas, venados, más de 60 especies en la zona, incluyendo al oso de anteojos, al que se diferencia porque la mancha de la cara es como una huella digital, siempre distinta.

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La experiencia se completa bajando hasta la laguna Secas para intentar la pesca de truchas, atravesando un serpenteante camino de lava petrificada hasta tomar una lancha a motor. Mientras esperábamos que se diera el pique, tuvimos la suerte de ver a un oso a la distancia, caminando y alimentándose en la ladera de la montaña frente a nosotros. En el silencio de la mañana, fue un momento único que culminó con una trucha prendida del engaño.

 

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Editora Ejecutiva de revista Weekend y su web, Editora General de Vivo.Perfil.com y de Luna teen.perfil.com. Columnista de espectáculos en Perfil.com y Reperfilar. Especializada en turismo y servicios al turista, gastronomía y lifestyle, series y TV paga, teatro y recitales, tendencias del mundo joven. TW e IG. @pato_daniele

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