El trayecto que va desde Bariloche hasta El Bolsón por la RN 40 nos deleita con un paisaje que parece sacado de una película europea. Son 120 kilómetros de curvas y contracurvas que van bordeando lagos y montañas, mientras los pinos cubren todo con su verde y prolijamente flanquean el camino como las filas de un ejército en formación. La naturaleza cautiva hasta el punto de la hipnosis y no es difícil de entender por qué tantas personas decidieron reinventarse en esta pequeña ciudad de Río Negro.
El Bolsón es conocido como un lugar de hippies, bohemios y hedonistas, un lugar para refugiarse del estrés de la ciudad. La vida sencilla y el pleno contacto con la naturaleza se volvieron sus rasgos distintivos. Pero nada es para siempre. La ciudad está reciclando esa imagen para convertirse en un destino emergente que ofrece propuestas de calidad con mucha tranquilidad, naturaleza, espiritualidad y cultura. No venden un producto, sino una experiencia de viaje en formato slow y con un trato más humano e íntimo. En esta transformación se conjuga lo viejo con lo nuevo. En la arteria principal de la ciudad se encuentra la plaza Pagano, con su típica feria de artesanos de casi 40 años de historia que cada martes, jueves, sábado y domingo ofrece a los visitantes una enorme variedad de productos elaborados de forma artesanal. Alrededor de este ícono de la ciudad hay varios cafés, restaurantes y hasta cervecerías que parecen sacadas del barrio porteño de Palermo.
Por tierra y agua
La ciudad se encuentra a los pies del Piltriquitrón, un imponente cerro de 2.200 metros de altura. Sobre una de sus laderas hay una verdadera galería de arte a cielo abierto. El Bosque Tallado es un paseo de aproximadamente una hora por un bosque en el que se pueden apreciar unas 31 esculturas talladas en troncos de árboles. Todo acompañado por vistas imperdibles a 1.400 metros sobre el nivel del mar. Es un lugar mágico en el que se conjuga la naturaleza con el arte. Su origen data de 1978, cuando un incendio arrasó un bosque de lengas. Años más tarde, mientras la naturaleza se recuperaba del paso del fuego, un grupo de escultores empezó a trabajar sobre los troncos de los árboles que habían ardido. Así se construyó este verdadero museo de arte en la montaña, un lugar donde el hombre y la naturaleza conviven sanamente.
El Bolsón es ideal para hacer base y explorar la Comarca Andina, un grupo de poblaciones que integra junto a otras localidades como Lago Puelo, El Hoyo y Epuyén, entre otras. Por ejemplo, si se quiere disfrutar del agua, lo mejor es ir al lago Epuyén, un espejo cristalino rodeado de hermosos cerros y bosques. De noviembre a mayo el lugar es muy visitado por pescadores que quieren disfrutar de la temporada de truchas; además es perfecto para refrescarse durante los días de calor gracias a la amena temperatura del agua.
Para proteger el ecosistema, en el lago Epuyén no están permitidas las embarcaciones motorizadas. Aún así se puede navegar de otra forma. Eso es lo que propone Nicolás, de Viento y Agua, que organiza excursiones en velero. Nico es un navegante que se caracteriza por cuidar al pasajero, hacerlo reír y asegurarle un buen momento. Él ofrece paquetes flexibles que van desde un día arriba del velero, que se puede combinar con un desembarco y un posterior trekking por la zona; hasta paseos en kayak. No es una persona rígida con el servicio que ofrece, ya que le da piedra libre al visitante para que disfrute del velero como mejor le plazca, ya sea navegando, apreciando el paisaje, tocando un instrumento musical o comiendo una rica picada a bordo. El paisaje invita a la relajación y la exploración, pero también a conocerse con los demás y descubrir nuevas historias de vida, y eso es lo que más motiva a Nico cada vez que zarpa.
En búsqueda de la paz interior
El Bolsón, como toda la Comarca Andina, va mucho más allá de su increíble entorno natural. La espiritualidad es otro atractivo de estos pagos. A pocos kilómetros del pueblo de Epuyén, rodeada por un abundante pinar, se encuentra una estupa, algo desconocido para la mayoría, ya que se trata de un monumento budista. La estupa es una construcción abovedada, de forma cónica y de color blanco. Está rodeada por 180 banderas, todas traídas del Tíbet y cada una tiene un significado propio. El acceso al monumento es completamente libre, ya que más allá de su procedencia budista, la estupa está pensada como un lugar de paz y sanación para todo el mundo. Muchos vienen aquí a meditar, mirar el paisaje o simplemente leer. Mientras tanto, otros realizan el ritual de circunvalar, que se basa en dar la vuelta alrededor de la estupa. En las cuatro paredes de su base se encuentran instalados 108 rodillos (27 por lado). La idea de circunvalar es hacer girar con la mano cada rodillo mientras se camina alrededor de la base. Se cree que este ritual ayuda a la purificación y la sanación, aunque en realidad cada uno le da el significado que quiera de acuerdo con la razón que lo trajo hasta allí.
En esta línea, en El Bolsón existe un lugar que es referencia en espiritualidad. Lúmina es un centro holístico que ofrece terapias alternativas para trabajar en pro de la salud mental y física. Dentro de un edificio que fue construido con materiales naturales y sin líneas rectas que obstaculicen la circulación de la energía, se ofrecen terapias como masajes de diferentes tipos (ayurvédico, holístico con fusión reiki, balinés, tailandés, con piedras calientes, entre otros), acupuntura, reiki, reflexología, constelaciones familiares, chamanismo tradicional, carta natal, lectura del tarot y mucho más.
La fundadora de este espacio es Aluminé Honik, terapeuta especializada en masajes holísticos, limpiezas energéticas, chamanismo y terapia de sonido de gong. Además de dirigir Lúmina, ella también ofrece hospedaje en unas hermosas cabañas que se encuentran dentro de su chacra, en la que vive junto con su familia. Ubicada en un balcón natural sobre la montaña, la chacra es orgánica y prácticamente vive de lo que produce. Allí los visitantes pueden conectarse con la naturaleza y aprenden a cultivar, cosechar y criar su alimento.
Para perderse y encontrarse
Otro emprendimiento que ha ganado popularidad es el Laberinto Patagonia (a 3,7 km de El Hoyo, en el valle del río Epuyén). Abrió sus puertas hace seis años y actualmente es el laberinto más grande de Sudamérica, con 102 metros de largo por 76 de ancho y dos de alto. Está construido con 2.100 cupressus macrocarpa (tipo de ciprés), que se plantaron en 1996 y tardaron unos 16 años de cuidados y podas hasta que le dieron forma al laberinto. La entrada cuesta $ 220 y la experiencia adentro es sumamente divertida. Pasar cien veces por el mismo lugar tratando de encontrar la salida puede llegar a ser frustrante, pero cuando uno logra salir, se da cuenta de que ha vivido algo difícil de replicar, una experiencia inolvidable.
El laberinto es obra de Doris y Claudio, una pareja que en vez de dedicarse a formar una familia, enfocaron su vida en diseñar, plantar y darle forma al laberinto. Desde chico, Claudio tuvo fascinación por este tipo de construcciones. Sobre todo porque en ellos ve una metáfora sobre la vida. La interpretación queda en cada uno, pero tal vez la búsqueda de una salida equivalga a encontrarle un sentido a la existencia; una existencia que se basa en la búsqueda constante, que nos lleva a explorar y vivir experiencias nuevas, sin tener nunca la certeza absoluta de cuál es el camino correcto.
Para Agendar:
Hotel: Las Nalcas Hotel Boutique y Spa de Montaña (foto). Ñanco 150, Villa Turismo. Tel.: (0294) 449 3054.
Cabañas: Sublime, Saavedra 3089. Tel.: (0294) 413 8128. Complejo Lincoln Ranch. Los Maitenes 1695. Tel.: (0294) 449 2073.
Paseos en velero: Viento y Agua, excursiones por el lago Epuyén. Tel.: (0294) 15 471 7119. E-mail: vientoy
[email protected]
Terapias alternativas: Lúmina, Espacio Holístico. Perito Moreno 2186. Tel.: (0294) 472 0220 / 15 431 5662. E-mail: luminael
[email protected]
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