La mayoría son bares notables, sitios maravillosos y reflejo de otras épocas: cuando se vestían con ahínco para tomar la merienda, mujeres y hombres con sombrero, símbolo de distinción. Para recibirlos los ambientes eran (son) lujosos, con techos trabajados, mucho mármol y boiserie. Hoy asombran a las nuevas generaciones que descubren y disfrutan de esos ámbitos ya históricos, que todavía comparten algo de sus tradiciones con los parroquianos.
Desde ya que tomar el té es una costumbre que se adoptó de los británicos y viene del siglo XVIII cuando, según la leyenda, la Duquesa de Bedford, Anna Russell, comenzó a pedir algún refrigerio a mitad de la tarde para aminorar el hambre hasta la cena. Así comenzaron a servir a las cinco en punto una taza de té, pan y algún pastel. Pero en Buenos Aires no se trata solo de beber sino de disfrutar de una gastronomía especialmente pensada para vivir un momento único. El té, con sus características particulares, es especialmente versátil para acompañar delicias gastronómicas. Y el café es un digno sustituto. En la ciudad todavía quedan algunos lugares increíbles que merecen que nos tomemos un rato para vivir una experiencia única visitándolos. Aquí enumeramos los cinco más especiales:
- L’Orangerie del Alvear (Av. Alvear 1891): posiblemente no haya lugar más emblemáticos para tomar el té en Buenos Aires que L´Orangerie, la tradicional confitería del Alvear Palace Hotel. Gracias a un espacio privilegiado y a una gastronomía exquisita, se destaca como una de las propuestas favoritas de quienes disfrutan de estos encuentros. Los blends de té de Inés Berton son los protagonistas del Afternoon Tea, incluyendo una combinación exclusiva. La propuesta continúa con los tradicionales scones tibios con mermelada y queso blanco, mini pâttiserie, finger sandwiches, mini chips y mini gateau que se sirven en delicadas bandejas de tres niveles, y la tradicional copa de espumante para terminar la ceremonia. Precio por persona: $ 10.500.
- Las Violetas (Av. Rivadavia 3899): la prosperidad económica de la década de 1880 produjo una enorme expansión de la ciudad y sus alrededores. Así, en la esquina de Medrano y Rivadavia se instaló una confitería con arañas doradas y mármoles italianos. Se inauguró un 21 de septiembre de 1884 y sus mesas fueron lugar de encuentro de artistas y escritores, entre ellos Roberto Arlt, Alfonsina Storni, Carlos Gardel y Pichuco. El actual edificio es de la década del ‘20, engalanado con puertas de vidrios curvos, vitrales franceses y pisos de mármol italiano. Declarado Lugar Histórico de la Ciudad, fue restaurado y hoy luce todo su esplendor. Aquí el té completo es una tradición que se mantiene: remite a “algo más” que una taza de hebras de té, es la elección del recuerdo de las abuelas, con una profusa pastelería se ha convertido en un clásico y que llama la atención de visitantes del mundo entero que se dan cita para probar la merienda, que es para compartir, y vivir un momento inolvidable. De pronto la mesa se llena de productos salados y dulces: desde medialunas con jamón y queso a profiteroles rellenos. Todo tiene la máxima calidad y frescura, asegurando una amplia variedad para elegir a gusto. Desde $ 8.000.
- La Ideal (Suipacha 384): inaugurada en 1912, en un edificio de dos plantas diseñado por el ingeniero C. F. González por pedido de su fundador, Don Manuel Rosendo Fernández, se hizo con materiales importados de Europa: arañas francesas, sillones checoslovacos, vitrales italianos, boiserie de roble de Eslavonia tallada artesanalmente, mármoles para las escaleras, cristal biselado para las vitrinas, bronces, hierro negro. Desde Maurice Chevalier y Vittorio Gassman a Robert Duvall y Yoko Ono, todos atravesaron sus puertas. En una última etapa estuvo cerrada para su restauración desde 2017 a manos de los nuevos dueños, que querían dejarla igual o mejor que cuando fue fundada. Abre a las 7:30 y es restaurante, panadería, bombonería y sandwichería. Tiene lugar para 350 comensales y el chef ejecutivo y maestro pastelero es Gustavo Nari, el encargado de todas las exquisiteces que se comen allí y se venden en su tienda online. Posee cocina, pastelería, bombonería y un lugar donde se envasa al vacío. Recomendamos pedir la Degustación, que es para compartir y tiene productos dulces y salados como una manera de probar todo lo que elaboran. Precio por persona: $ 3.500.
- Pasaje de los Carruajes del Colón (Tucumán 1171): cuando se trata de pensar en lugares con historia, sinónimo de un servicio de calidad y de un encanto para los sentidos, posiblemente el Teatro Colón salte inmediatamente a la mente. Inaugurado en 1908, es un espacio emblemático para los amantes de la música, pero también de la arquitectura. En la callejuela que lo atraviesa y conecta Viamonte con Tucumán, el Pasaje de los Carruajes, se encuentra una confitería (a cargo de Blue Catering del Grupo L) perfecta para hacer una pausa y disfrutar de una rica merienda al son de la música en vivo. Allí se ofrecen tortas, cafés y platos gourmet para desayunar, almorzar y merendar, con la particularidad de que es el único café de la ópera abierto para todo público. Es uno de los sitios más hermosos del grandioso edificio y cuenta con una serie de opciones de gran calidad para disfrutar de un té con una variada propuesta de acompañamientos: quesos, salmón ahumado, sándwiches, paté, macarons, mini gateaux y los tradicionales scones forman parte del servicio. El momento cumbre se produce los domingos, de 16 a 19, cuando se sirve el Aída High Tea. ¡Y siempre está lleno! Precio por persona: $ 8.000.
- Café Tortoni (Av. De Mayo 825): el favorito de los turistas y el más antiguo de Buenos Aires. Fundado en 1858 a manos de monsieur Jean Touan, quien eligió el nombre en homenaje al célebre Tortoni de París. El lugar resplandece de madera oscura que tapiza todas las paredes y tiene pequeñas mesas circulares de mármol. Tiene espacios reservados para reuniones privadas que hoy se usan para presentación o actividades culturales (uno de sus fuertes). Con respecto a la merienda, sin grandes pretensiones, el muy porteño Té del Atardecer ($ 5.500) incluye infusiones, jugo de naranja exprimido, tostado mixto, alfajor, brownie, medialunas, churros, tostadas con manteca y mermelada. Aunque se caracterizan por servir el café de filtro directo de la cafetera metálica, se modernizaron agregando a la carta versiones frías. También mantiene sus clásicos como la sidra tirada (el Tortoni fue el primer lugar en ofrecerla), picadas abundantes o un delicioso chocolate con churros para calentar el invierno.
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