Tuesday 19 de March de 2024
TURISMO | 28-04-2018 13:30

Paseos a la luz de la luna

Tres opciones bien distintas para disfrutar de este satélite en todo su esplendor: rodeado de agua, en un ambiente selvático y con la ayuda de telescopios.
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Si bien la ciencia no ha podido demostrar que haya una influencia de la luna sobre la conducta de los seres humanos, es innegable que a lo largo de la historia ha existido una enorme fascinación por este astro. Desde un recorrido por la selva hasta las Cataratas del Iguazú, hasta un paseo en kayak por los canales y arroyos del Delta, la luna es el gran faro en medio de la noche, testigo predilecto de estos paseos nocturnos.

Garganta del Diablo

La luz plateada alumbra el trayecto en tren por el interior del Parque Nacional Iguazú, una formación ecológica con vagones abiertos nos transporta por los vericuetos de la selva, desde la Estación Central hasta la estación Garganta del Diablo. El paisaje es puro contorno que refleja una vegetación incorpórea, habitada por miles de criaturas. Si bien el recorrido es el mismo que se hace de día, la rutina de los animales varía a estas horas, cuando muchos salen a buscar alimento y la atmósfera general adquiere mayor vida.

Una vez que el tren se detuvo, iniciamos la caminata de mil metros por la pasarela de metal y atravesamos las matas que afloran en los islotes sobre el río Iguazú. A través de esa espesura llegamos hasta el mirador de la majestuosa Garganta del Diablo, un conjunto de cascadas de 80 metros que concentra el mayor caudal de las Cataratas del Iguazú y del mundo: un océano que se desmorona al vacío y revienta contra las piedras, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1984.

“En total tenemos más de 180 saltos, aunque varía según la altura del río. Cuando el Iguazú –del guaraní, “agua grande”– está crecido, los saltos se unen formando uno solo pero, cuando baja mucho, otros que son temporales, desaparecen. El caudal varía todos los días pero, en uno normal, el promedio de agua que cae es de 1.800 cc por segundo”, explica el guía. La pasarela en la que estamos parados se encuentra a tan sólo 50 metros del suelo y el ruido estrepitoso eriza la piel.

Las salidas se realizan todos los meses, en los días más próximos a la luna llena, previa reserva anticipada. Son cupos limitados de 120 lugares por turno. Todos los paseos están sujetos al factor climático y pueden cancelarse incluso el mismo día, una vez adentro del parque por cuestiones de seguridad. El valor es de $ 850 o $ 1.200 (con cena incluida). Menores de 6 a 12 años abonan el 50 % y los más chicos de seis no pagan.

Horarios: check in del primer turno: 19:45 (cena opcional después del paseo); segundo turno: 20:30 (cena opcional antes o después del paseo) y tercer turno: 21:15 (cena opcional antes del paseo). Se recomienda llevar calzado e indumentaria cómodos. También un pilotín o muda adicional por si la bruma humedece la vestimenta.

Kayak por el Delta

La noche, desplegada como un manto sobre las islas del Delta con la luna como invitada; una luna bastante tímorata, cercada por dos oscuros nubarrones que la acorralan. Estamos a punto de iniciar una navegación en kayak que, en el mejor de los escenarios, será bajo el reflejo de la luna. Pero el cielo aún está plomizo y no consigue abrirse paso a la cita.

Antes de llevar los kayaks al agua, nuestro guía Patricio Redman entrega chalecos salvavidas, luces delanteras y destelladores. Enseguida ofrece una breve introducción sobre técnica y seguridad. El grupo se compone de unas 12 personas, que cubriremos una distancia aproximada de 16 kilómetros con una parada intermedia para encender un fogón y cenar bajo las estrellas.

“Los días de lluvia son los mejores para remar. El río se pone muy tranquilo. Te lo digo yo que soy isleño”, asegura el playero de la YPF cercana al punto de partida, sobre la rampa de Paseo Victorica 50.

Con la caída del sol, el movimiento de embarcaciones disminuye en el río Luján. Se apaga lánguido como la luz del día. La garúa, que persiste sobre el Delta, hizo desertar a más de un tripulante pero no a este grupo de marineros listos a arrojar los botes al agua y lanzarse a una navegación de tres horas por los canales y arroyos del Delta.

“Vamos a un ritmo más bien pausado, con una cadencia que nos permita una remada fluida y que se pueda sostener en el tiempo. Esa es la clave”, advierte Redman antes de llevar las embarcaciones al agua.

Entonces sí, después de cruzar el río Luján, nos metemos por el primer tramo del Fulminante, un canal de remo muy tranquilo y silencioso. La Panamericana, esa fábrica de tránsito que es el principal acceso desde Capital Federal hacia el Delta, ahora se convirtió en un arroyo, apenas iluminado por el reflejo de los faroles en los muelles y el sonido acompasado de los remos hundiéndose en el agua.

“Remar en estas embarcaciones es muy relajante por el contacto con el agua. Es divertido y se practica en ambientes naturales”, sigue Redman. Así avanzamos hasta llegar al Gambado, continuamos para el río Sarmiento y navegamos aguas arriba. Después retomamos por el Espera y, desde allí, seguimos hasta el río Rama Negra Chico, aguas abajo hasta el parador en el Sarmiento, para estirar las piernas y comer unas hamburguesas alrededor de una fogata.

Después de cenar y compartir algunas historias de camaradería, nuestro guía nos invita a emprender lentamente el regreso a casa. Los últimos 50 minutos de navegación se desarrollan en completo silencio. La pala se hunde y la embarcación avanza muy suave al ras del agua, deslizándose entre las selvas en galería, pétalos de flores silvestres y raíces expuestas.

Astrofotografía

A mitad de camino entre la fotografía y la astronomía, la astrofotografía consiste en la captación fotográfica de las imágenes de cuerpos celestes. La utilización de la técnica fotográfica en la astronomía es de gran ayuda para la observación del cielo, incluso mejor que la directa, ya que los tiempos largos de exposición permiten registrar radiaciones de intensidad muy endebles para ser apreciadas por el ojo humano, incluso mediante el uso de teles-copios. Justamente, la primera aplicación de la astrofotografía se le atribuye a John William Draper, el 23 de marzo de 1840, por un daguerrotipo de la luna.

Desde salidas diarias a poblados mineros abandonados, travesías en zorrita de ferrocarril por pueblos rurales, viajes prolongados para adentrarse en el Mato Grosso, la Antártida y las Islas Malvinas hasta incursiones al África negra o el lejano Oriente, los fotosafaris son viajes de aventura atravesados por la experiencia fotográfica, en los que se aprenden y practican diferentes técnicas para capturar el entorno de la mejor forma. Entre las más curiosas figuran estas salidas nocturnas con talleres teórico-prácticos que tienen por objetivo aprender a fotografiar el cielo, las estrellas, la luna, las constelaciones y otros fenómenos astronómicos.

“En algunas salidas trasladamos también un telescopio con adaptadores para distintas cámaras, para que puedan realizar fotos de la luna o los anillos de Saturno, Marte, el planeta rojo y Antares en el Cenit, aunque la práctica más habitual es la realización de fotos de paisajes iluminados por la luz de la luna o la traza de estrellas, que se logra por la rotación de la Tierra cuando la exposición es larga”, explica Diego Arranz, al frente de Fotoescape junto a Haydée Reiris, pioneros en esta actividad que realizan hace 10 años.

Más allá del destino, siempre se eligen lugares aislados de la contaminación lumínica como la zona de Punta Indio, poblados rurales de la provincia de Buenos Aires, Talampaya y el Valle de la Luna, ruinas de la ciudad abandonada de Epecuén, Sierras de Azul, acantilados de Miramar o sitios de La Rioja. Se trata de lugares que no sólo son oscuros sino que, por su geografía, son atractivos para componer el paisaje nocturno. “Mientras tenga una cámara réflex, con la guía teórica y práctica, cualquiera puede lograr con éxito buenas fotos de la luna y las estrellas”, concluye Arranz.

Al regreso, se dicta una clase especial con el fin de enseñar a retocar, evaluar los errores y charlar sobre las tomas realizadas en la práctica.

Nota completa en Revista Weekend del mes Abril 2018 (edición 547)

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Marcelo Ferro

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