Con historias de espías desenmascarados, dramáticos

intentos de fuga y un amplio despliegue de medidas de vigilancia,
Albert Eiber sabe cómo atraer la atención de los turistas en tours
por la antigua frontera entre la República Federal de Alemania y la
República Democrática Alemana (RDA).
Eiber ofrece en autobuses llenos de turistas sus memorias de los
cambios históricos que se produjeron en la región fronteriza entre su
estado natal, Baviera, y Sajonia, que en el pasado formó parte de la
RDA, cuando regresa a los lugares que hace menos de 30 años estaba
totalmente prohibido visitar.
Aunque Eiber, un ex policía, está cerca de cumplir 81 años, los
gerentes de la compañía de excursiones no temen que pronto vaya a
dejar su trabajo. ”Mientras pueda quiero ofrecer los tours”, dice
Eiber. “Sin embargo, me gustaría ver un mayor interés por parte de la
generación más joven”. Las solicitudes para los tours llegan desde todos los estados de laantigua Alemania Oriental comunista, como Sajonia y Turingia, así
como de otras regiones alemanas.
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Según la supervisora de la compañía de excursiones, Steffi Behncke,
la demanda ha sido muy grande en los últimos años. Son sobre todo
grupos de personas mayores los que muchas veces reservan visitas en
autobús de tres horas que recorren el triángulo fronterizo entre
Sajonia, Turingia y Baviera.
”Muchos quieren ver los lugares adonde antes no les permitían llegar
y quieren escuchar historias sobre lo que pasaba allí”, cuenta
Behncke. Mientras que el autobús se desplaza a lo largo de la antigua
frontera, Eiber muestra fotos tomadas cuando trabajaba como policía
de fronteras en el lado bávaro, en territorio de la Alemania
Occidental.
”Todo lo que pasaba en la frontera aterrizaba en mi escritorio”, dice
Eiber, incluyendo varias fugas espectaculares de Este a Oeste. Las
personas que lograban cruzar la frontera sanas y salvas muchas veces
eran saludadas amigablemente por Eiber en el dialecto local bávaro.
Eiber recuerda un escape en globo aerostático que causó revuelo en la
década de los 70. “Los ocupantes del globo despegaron en Turingia y
tuvieron que hacer un aterrizaje de emergencia por la noche porque se
les había acabado el gas”, relata el ex policía. “No sabían en qué
lado de la frontera habían aterrizado”. En otra ocasión, una mujer
llegó a Alemania Occidental por una alcantarilla de 70 metros de
longitud.
Eiber recuerda la apertura de la frontera en 1989 como un gran golpe
de suerte, y no sólo por razones de Estado, sino porque significó el
fin de las semanas laborales de 70 horas para el departamento de
Policía de Baviera.
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