¿En el Río de la Plata? fue la pregunta a coro que hicieron todos mis amigos cuando les dije que nos íbamos a pescar surubíes. La respuesta fue instantánea: “¿Los ven?, ahí están”. Nuevamente, el río más ancho del mundo nos regala una temporada notable, con la posibilidad de dar con los ejemplares más grandes que habitan sus aguas y hacen realidad lo que muchas veces parece imposible: capturar dorados, tarariras, bagres de mar, bogas, patíes y surubíes en una misma salida de pesca por el majestuoso Delta del Río de la Plata. Pero en esta oportunidad los surubíes y los patíes gigantes eran nuestra obsesión, lo que realmente queríamos buscar, ¡y vaya si los encontramos!
Ambas especies suelen pescarse en canaletas, pozones y veriles, sin descartar algunos golpes de agua en zonas más bien profundas. Los equipos para este tipo de pesca son cañas de hasta 2,40 m de acción media y no muy duras de punta, reeles medianos cargados con hilo multifilamento de 30 lb (1 lb = 453,59 g) o nylon de 0,40 mm, plomitos pasantes de 5 a 40 g y brazoladas del 0,60 mm con anzuelos del 6/0 al 8/0. También se pueden utilizar aparejos con boyas, armados sobre una madre más bien gruesa, ya que estos peces tienen mucha potencia en las corridas, al momento de querer liberarse.
Los piques se hacen desear
Las carnadas más eficaces son anguilas y morenas, pero no hay que descartar pequeñas bogas y sabalitos, bagres amarillos o postas de pescado fresco. La forma de pescar patíes y surubíes es con la lancha en movimiento, haciendo garetes por la zona elegida o anclando en lugares estratégicos, para que nuestra carnada llegue hasta su objetivo final, el pique.
Para este relevamiento armamos un lindo grupo de varias lanchas de guías amigos, que nos encontramos en la intersección de los ríos Lujan y Vinculación para iniciar una navegación tranquila y placentera en busca de diferentes lugares para dar con la pesca.
Siguiendo la estela de las lanchas que iban adelante, llegamos hasta el Paraná de las Palmas y allí hicimos un stop para armar los equipos y arribar listos a la zona de pesca. Preparamos de todo: algunas cañas con plomito pasante, otras sin plomo y un pescador eligió una línea de flote. Un par de embarcaciones siguieron hasta los Pozos del Barca. Nosotros comenzamos un lento garete sobre la margen derecha de la Boca Falsa, un lugar que comienza con mucha profundidad y a los pocos metros nos hace transitar un lindo veril sobre un banco arenoso con algunos juncos ralos, que luego forman un islote para dar paso a una hermosa canaleta que enfoca el corazón de la ciudad, terminando en un gran banco de arena. El garete lo efectuamos bien lento, tratando de no salir del veril.
En un principio los piques fueron muy pobres: algo de variada y nada más. Cuando llegamos a la zona de la canaleta, corregimos la deriva y allí nuestras líneas trabajaron como queríamos. No hicimos ni 500 metros que mi compañero dejó llevar y clavó bien firme. La caña se arqueó y nos dimos cuenta de que algo bueno había del otro lado. Pasaron unos minutos y un hermoso cachorro de surubí fue izado con un copo para poder devolverlo sin daño alguno.
Cambio de ubicación
Así se dieron varios piques más de cachorritos de todos los tamaños, una verdadera fiesta. Comunicados vía VHF con las demás embarcaciones, en todas se mostraban eufóricos por la pesca realizada al momento. Algunos estaban sacando dorados y les iba muy bien. Hicimos dos pasadas más por el mismo sector y las capturas fueron disminuyendo paulatinamente, por lo que decidimos cambiar de lugar.
Salimos muy despacito a río abierto y, por un abra de juncos bien escondidos, vimos aparecer a Elías Mica, cuyos clientes se mostraban felices por la pesca realizada. Tirando juntos por el medio del río nos acercamos hasta la punta de la isla Solís, zona de bancos con una caída a pique sobre los pozones que nos llevan hacia la isla Martín García. Nosotros decidimos anclarnos para practicar otra forma de pesca y ellos siguieron con el garete. Así, en ese lugar obtuvimos buenas respuestas de dorados, no muy grandes pero en abundancia. No era lo que buscábamos, pero nos divertimos mucho.
Soltamos ancla y nos dejamos caer hacia la zona profunda para intentar con los patíes, solo colocamos un plomito más pesado a las líneas que no lo tenían, y listo, ya estábamos pescando. Los piques fueron esporádicos, pero los patíes resultaron gigantes, muy gordos y pesados; no tan furiosos durante la pelea pero al llegar a la embarcación –hay que estar preparados– empiezan una lucha sin igual para tratar de desprenderse del anzuelo, cosa que muchas veces logran.
Gracias al Río de la Plata
Adrian de Brito, otro de los guías que andaba por la zona, corría con la misma suerte: muy buena pesca de enormes patíes, pero sobre el canal Buenos Aires, frente a la Isla Martín García. Era todo fiesta, pesca de las especies más codiciadas entre amigos en un día en el que sol del verano hacía de las suyas aportando mucho calor, algo a lo que hay que tenerle respeto y cuidarse para no sufrirlo.
Queríamos volver por los surubíes, especie que siempre fue la figurita difícil del río, pero que hace un par de temporadas nos regala jornadas inolvidables. Juntamos las líneas y navegamos unos 15 minutos hasta llegar a la zona del Barca Grande y el lugar conocido como Viga 60. Es otra de las canaletas que tiene un gran recorrido entre dos bancos de arena, no es muy profunda pero suele darnos muy buena pesca. Subimos hasta superar completamente la isla Santa Lucía y, tomando como referencia un raigón hundido, comenzamos el garete.
Soltamos unos 40 m de hilo y por allá comenzaron los piques nuevamente. Parecía increíble tener dos o tres surubíes enganchados en nuestras líneas, pero sucedía así. Si la morena pasaba por donde correspondía, el pique era seguro. Todo muy divertido, piques continuos, otros errados, corridas, hubo de todo como para decir: “Gracias Río de la Plata”.
Antes de irnos volvimos a hablar con nuestros compañeros y nadie quería dejar el frenesí de la pesca, todos decían: “Vamos a esperar un ratito más, otros dos piques y nos vamos”. Así se hizo de noche y volvimos a juntarnos en un punto común para regresar todos a la vez. El río estaba planchado y navegando por aguas abiertas llegamos muy pronto a destino.
Una jornada con mucha camaradería, muy buena pesca y un Río de la Plata que sigue demostrando la interminable posibilidad que nos da año tras año para poder visitarlo y disfrutar del deporte que más nos gusta, la pesca. Un río donde hace unos años los surubíes eran moneda muy poco frecuente.
Comentarios