Nunca pensamos estar tan cerca de la vía láctea como en este remoto puesto de guardapescas, situado en el extremo oeste de la cordillera de los Andes, en la provincia de Chubut. A 860 metros de altura y a orillas del río Corcovado, nuestro refugio, equipado gracias a la Dirección de Pesca Continental de la provincia para resistir el clima agreste, nos ofrece una vista privilegiada del lago Vintter: una monumental masa de agua azul de 135 km² compartida con Chile.
Ahí nos encontramos en una fría noche con pizzas caseras y cálidas anécdotas, entre risas y bromas por las frustrantes jornadas de pesca que nos habían privado de grandes capturas. Al amanecer, partimos hacia nuestro destino final: el lago Engaño. Antes, tuvimos la fortuna de conocer al legendario Paulino Arias. Instalado en un campamento bajo el puente carretero, pasa meses allí durante la temporada, lanzando sus propias moscas, consideradas infalibles por expertos de todo el mundo. Nos contó que pesca en ese lugar desde hace más de 60 años, llegando por primera vez a los 10 años a caballo con su tío desde Río Pico. Tal es su pasión y su fama en la región, que algunos pozos con grandes truchas llevan su nombre.
El sendero hacia el Engaño es una aventura en sí mismo. Tras ascensos y descensos por caminos de montaña, entre un bosque virgen andino-patagónico de ñires y lengas, con sus tonos pastel, se abre un valle espectacular. Un espejo de agua, custodiado por cumbres nevadas, nos esperaba al final del recorrido. Allí, Rudy Murua y Nacho Tascón, guardapescas conocedores de la zona, improvisaron una fogata que nos reconfortó tras salir de las gélidas aguas.
Pescamos bajo condiciones extremas: frío, llovizna y un viento cordillerano penetrante. Pero todo quedó olvidado al ver la primera trucha fontinalis, una joya multicolor que superaba la imaginación del artista más audaz. Los piques fueron inmediatos. Empleamos streamers grandes y vistosos, pescando cerca del fondo con movimientos suaves, irritando a los peces. Los colores naranjas, rojo y grizzly, solos o combinados con flashabou, resultaron excelentes, ofreciendo peleas vibrantes y piezas de un tamaño sorprendente hasta sacarlas del agua.
Ya no había más oportunidades, el tiempo se terminó y con estas memorables capturas, nos despedimos hasta noviembre, cuando volveremos a explorar la interminable Patagonia en otra gran temporada de pesca.
Comentarios