Navegar hasta la Reserva de Biosfera Delta del Paraná es, sin dudas, unos de los objetivos que todo entusiasta del kayak de travesía debe cumplir. No solo recorreremos uno de los lugares más agrestes de esta zona bonaerense, sino también descubriremos una reserva protegida de impactante belleza: bosques ribereños intactos, variada fauna y grandes pajonales donde lograremos observar cientos de pájaros. Claro, la reserva ocupa 90.000 hectáreas y abarca la Segunda y Tercera sección; es lo suficientemente grande como para intimidar al mejor remero. Pero la propuesta era adentrarnos río arriba y efectuar una recorrida posible a golpes de pala. Zarpando desde Tigre nos llevaría tres días recorrer esa porción y llegar hasta el cruce del majestuoso río Paraná.
Cómo es el reingreso al kayak desde popa
Una soleada mañana tomamos el Sarmiento hasta su confluencia con el río Capitán. La remada se hace lenta porque los kayaks van bien cargados con carpas, comida y agua potable. No puede faltar nada. Eso incluye ropa de repuesto, linternas, bolsas de dormir, aislante, cámaras fotográficas, protector solar, repelente de insectos, marmitas y varios implementos más (los de uso común los repartimos en varios esquifes). La corriente baja con fuerza y nos obliga a efectuar frecuentes cruces para evitar las peores correderas. En esta aventura me acompañó un grupo de alumnos del Instituto Andes del Sur (ISAS) que está realizando su primera travesía en kayak. Ya frente al almacén Pehuén efectuamos un descanso para hidratarnos y recuperar fuerzas. Un poco más adelante ubicamos la boca del arroyo Pacífico y nos mantuvimos por la margen derecha siguiendo unos juncales. Navegamos en kayaks dobles y simples, y la idea era ir turnándonos para utilizar los cinco kayaks simples que llevamos, así todos pueden cumplir el recorrido sin tanto esfuerzo.
Ese bosque increíble
Navegamos ahora sobre la margen izquierda, bien pegados a los juncos para tratar de eludir la peor correntada. Poco a poco nos adentramos en el Delta profundo: casas isleñas, el sonido de los pájaros y del viento soplando en los árboles. También es frecuente el paso de las chatas que transportan madera, mimbre y juncos. La visión de las familias isleñas en las riberas nos adentra en este singular recorrido. Al mediodía arribamos al arroyo Segunda Hermana y elegimos un albardón bajo para efectuar el primer almuerzo. Desde este hermoso lugar descubrimos extensos juncales y los típicos bosques de ceibos y sauces que crecen en las riberas.
Ya es media tarde y el Capitán se presenta como una superficie con olas, viento y una gran corriente en contra. Avanzamos con dificultad concentrados en la remada. Con las últimas luces del día divisamos el barco varado de Sergio en las encrespadas aguas del río Paraná. En un predio adyacente al enorme navío desembarcamos y armamos campamento. Es luna llena y el río, como era de esperar, empieza a crecer. Por suerte el terreno es alto y la marea no llega a las carpas. Un espectáculo aparte es observar la salida de la luna mientras cruzan bandadas de biguás y garzas. Tomamos unos buenos mates, preparamos las carpas, el fogón y los infaltables fideos con salsa que resultaron deliciosos.
En este tipo de salidas de largo aliento es importante comenzar la remada de forma tranquila y pausada para entrar en calor, sin forzar articulaciones ni músculos. Conviene navegar con las manos relajadas e ir sentado lo más cómodo posible, con el cuerpo a 45 grados hacia adelante. Lo aconsejable es emplear kayaks de travesía que mantengan bien el rumbo y, si van parejas, conviene que naveguen en kayaks dobles.
Entrada a la reserva
A la mañana siguiente, lo primero que hicimos fue constatar el humor del Paraná. Para nuestra suerte, el viento había cesado y el río estaba absolutamente planchado: ideal para cruzarlo en kayak. Sin demasiados preámbulos, desarmamos el campamento y zarpamos. Tardamos 25 minutos en atravesar el gran cauce con corriente que nos desvió bastante de nuestro rumbo. Antes de enfrentar estos cruces debemos observar que no haya tránsito de grandes barcos en la hidrovía; de hecho, al momento de lanzarnos, tuvimos que esperar el paso de un enorme barco portacontenedores.
El grupo sostuvo muy bien la remada y ya llevabámos casi tres horas de esfuerzo. Habíamos recorrido los arroyos Capitancito, el Aguaje del Durazno y el Paycarabí. Esta zona denominada de transición de la Reserva de la Biosfera depende del municipio de San Fernando y deja ver un gran cuidado de las riberas, con grandes bosques de ceibos e innumerable cantidad de aves, un lugar donde prevalecen el silencio y la naturaleza.
La idea original de pernoctar a orillas del Paycarabí quedó descartada al observar cómo el viento del sur comenzaba a rizar la superficie del Paraná, por lo que decidimos remar río abajo para asegurar el cruce hacia la Primera Sección del Delta y acampar más resguardados en el recreo El Fondeadero. Esa noche la acción de la luna llena y el viento del sur inundarían en gran parte la zona.
Para esta derrota bajamos el Paraná hasta el canal Hambrientos, un lugar muy singular por sus aguas someras y grandes bosques de sauces que casi tapan la luz del sol. Al atardecer llegamos extenuados a El Fondeadero, que divisamos a lo lejos con las lanchas y cruceros amarrados. Con su aire rural, el histórico parador resulta clave para cualquier travesía por esta zona: podemos comprar comida y repostar agua potable. Es espectacular su viejo bar y el restaurante: un lugar detenido en el tiempo y que se conserva como en sus mejores épocas. Muchos todavía añoran la vieja YPF de este recreo. Era hora de reponer fuerzas y para eso doña Ana nos esperaba con los famosos ñoquis con estofado, una de las especialidades gastronómicas y, sin dudas, el plato preferido de los kayakistas. Esa noche acampamos a orillas del canal Honda con una hermosa vista del cielo.
El último día nos levantamos tarde. El cansancio se hacía sentir, por lo que decidimos remolonear mateando en el campamento. Cuando nos largamos al agua, navegamos por la margen derecha para aprovechar la fuerza del Honda y del río Urión. El regreso a Tigre se hizo lento y trabajoso por la gran presencia de cruceros y lanchas por el canal Vinculación. Sin embargo, los últimos kilómetros de la travesía los disfrutamos como los primeros: con la alegría del desafío, ahora con el sueño cumplido.
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