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NAUTICA | 17-02-2018 09:23

Claves para la seguridad personal a bordo

Cada vez es mayor la cantidad de embarcaciones que surcan nuestras aguas, por lo que es importante repasar los aspectos básicos de protección para disfrutar en plenitud de la navegación junto a familiares y amigos. Galería de imágenes.
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A fuerza de ser sinceros, y si hacemos un examen de conciencia, ¿cuántas veces comentamos entre amigos las distintas anécdotas de lo que nos ha ocurrido sin mayores consecuencias? Pero, casi siempre, el relato va acompañado por la pregunta: ¿si el resultado hubiera sido otro, estaríamos contándolo? A eso no se debe llegar. Y, para evitarlo, tenemos que ser concientes de que, muchas veces, los que nos acompañan son neófitos en el arte de la navegación y los responsables de su integridad física son los propietarios de la embarcación. A continuación, los puntos salientes que hay que tener en cuenta.

El alcohol

Consumir bebidas alcohólicas hace perder los reflejos; en el agua, si bien los sucesos ocurren despacio –es decir que hay tiempo para prevenirlos–, pasan más rápido de lo que uno cree. Es por eso que una persona responsable debe esperar a que se le pasen los efectos antes de manejar la embarcación y, si es el acompañante, no permitir que beba el que conduce.

Cuidar los dedos y las manos

Muchas veces queremos sostener la lancha por temor a que el cabo se nos caiga al agua y, para ello, nos aferramos a él con fuerza. Si el que conduce ha dado máquinas, la arrancada que sobreviene es importante; lo mismo ocurre si la corriente tira con fuerza. En ambos casos terminaremos con las manos ampolladas producto de la fricción con el cabo. Siempre es preferible tirar el cabo al agua y luego, con paciencia, recogerlo con el bichero. En el peor de los casos, se perderá un cabo pero nadie resultará lastimado.

Esta situación también se da cuando, al recoger el cabo del ancla, se hacen esfuerzos para recuperarla y, con esa acción, se pretende mover la embarcación llevándola hacia el ancla, venciendo su peso, el esfuerzo del viento y de la corriente. Siempre es conveniente poner el motor en marcha y llevar la lancha con motor hacia donde está el fondeo. Así, lo único que resta es destrabarla, algo que casi siempre ocurre de inmediato cuando estamos sobre su vertical.

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La posición en la lancha

Todos deben estar perfectamente sentados en la embarcación. No se puede navegar parado o mal sentado, porque las aceleraciones o desaceleraciones intempestivas pueden causar problemas. Los cambios bruscos de marcha pueden preverse pero las sacudidas producto de la onda generada por otra embarcación, no. La pérdida del equilibrio es común si uno está parado en la lancha y equivale a caerse al piso cuando se está mal sentado.

Caerse al agua conlleva una gravedad extra si se produce por la popa (atrás), ante el riesgo de ser lastimado por la hélice. En cambio, si algún navegante cae hacia proa (adelante) es factible que pegue en el parabrisas, lastimándose igual. Si, por algún motivo, el tripulante va a estar parado, debe aferrarse a alguna parte firme de la embarcación. Los golpes producidos por estas situaciones suelen ser fuertes.

Embarcar y desembarcar

Normalmente, el momento más crucial en el que se producen las caídas es el en el embarque y el desembarque. A veces es porque uno pisa la borda de la lancha con un pie mientras el otro sigue firme en tierra. Con el pie de la borda se comienza a hacer fuerza y la lancha se separa, consecuentemente la persona abre las piernas. Mientras eso sucede, automáticamente se dispersa pensando si se cae al agua o no. Esta situación es más común en los hombres que en las mujeres, porque ellos se niegan a tomar la mano de quien se la ofrece para ayudar a embarcar o desembarcar. La solución es agarrarse del muelle mientras otro asegura la embarcación o, simplemente, aceptar la mano de quien la ofrece.

Atención a los pies

Hay que evitar golpes en las extremidades cuando se amarra, una situación que se repite demasiado y que, a veces, deriva en quebraduras. Lo que ocurre es que la lancha se mueve y eso hace que los tripulantes también lo hagan. El pie se resbala por el movimiento y termina apretado entre la lancha y el muelle. Lo mismo ocurre cuando pretendemos separar dos barcos abarloados: las superficies no son rectas; además de ser resbaladizas, las masas de las embarcaciones son muy grandes y más aún cuando se están moviendo. Casi siempre, en estas circunstancias, el pie o la mano terminan apretados y rotos entre los barcos o entre un barco y el muelle. Las soluciones pasan por hacer maniobras despacio, con poca arrancada, y usar los elementos marineros disponibles, como defensas y bichero. Antes de amarrar o de atracar al muelle, hay que poner defensas en las bandas.

Por otro lado, caminar descalzo por la embarcación trae sus dificultades: no es nada agradable terminar pateando con el dedo del pie una cornamusa o un cáncamo de la cubierta. Las lanchas están construidas de plástico y es muy fácil resbalar en ese tipo de superficies. La situación que se agrava si el piso está mojado, al caer se corre el riesgo de golpearse con alguna parte de la lancha o, lo que es peor, caer al agua.

Nota completa publicada en revista Weekend 545, febrero 2018.

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Francisco Savino

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