Ni el frío ni la economía lograron opacar esta fiesta gastronómica que desde 2012 viene creciendo de la mano de una asociación de cocineros y empresarios ligados al rubro gastronómico. El último día la gente hizo hasta 4 horas de cola para comprar entradas: $ 200 en puerta, $ 160 + comisión ($ 30) anticipadas. A pesar de la inmensidad del predio al aire libre en Zapiola y Dorrego, por momentos se dificultaba la circulación y las filas para comprar un plato, un café o ir al baño se iban agrandando a medida que avanzaba la jornada.
La fiesta duró del jueves 15 al domingo 18 desde el mediodía hasta bien entrada la noche con actividades permanentes que iban desde charlas y clases de cocina hasta juegos y lecturas para chicos y bandas en vivo. El nivel de organización fue destacable, aunque el sistema de compra de productos resultaba bastante incómodo ya que los puestos no manejaban efectivo. El público debía obtener previamente tickets por un monto mínimo de $ 400 (que venían en una tira troquelada de $ 10, $ 20, $ 50, $ 100 y $ 200) y se podían pagar en efectivo o con tarjetas en distintas ventanillas. Resultaba complejo calcular cuánto dinero comprar. El grueso de los visitantes debió adquirir cupones más de una vez o se quedó con saldo a favor, que sólo se podía cambiar por efectivo en un puesto ubicado a la salida.
Semana Gastronómica de Iguazú
Caminos y Sabores dejó buenas migas
La oferta gastronómica se dividió en 22 puestos restó y de brasas, 19 food trucks, 7 barras de tragos y 5 de cervezas. Además, hubo un gran sector destinado a productores de todo el país donde se podían comprar y degustar frutas y verduras, quesos, fiambres, dulces, harinas, granos, jugos, cereales, pastas, salsas, snacks, hierbas, bombones, alfajores y productos típicos de Perú, país invitado. Los precios eran accesibles, aunque no bajos, pero todo tenía calidad de exportación. El mejor hallazgo fue el bolsón que Los jóvenes del Mercado Central ofrecían a $ 100 y contenía papas, naranja, manzana, pera y frutillas. Lo más caro, la preciada trufa negra que se podía conseguir a $ 800 los 10 gramos.
Los platos iban de los $ 100 a los $ 200 y eran pequeños. Las bebidas (frías y calientes) desde $ 70. Para poder llenar el estómago había que calcular no menos de $ 1.000 por adulto.
Tanto los puestos como los platos eran de alta cocina y contaban con la presencia de reconocidos chef nacionales. De pronto aparecía Roberto Petersen para entregarte las mollejas ahumadas sobre lefse de papa o Donato de Santis (foto arriba), que te acercaba la bandeja de pasta Paradiso. Se podía ver paseando a Mauro Colagreco, Narda Lepes y Dolli Irigoyen (foto abajo) entre el humo de las parrillas. Muchos firmaron libros y se sacaron selfies con la gente.
Todos los días hubo clases de cocina y charlas sobre alimentación. Los más pequeños también tuvieron su espacio en la Plaza de Niños, donde hubo sorteos, shows y sorpresas. Todas las actividades tenían cupos limitados y requerían de inscripción previa por la alta demanda.
El top ten de los platos elegidos por el público fue:
Bocadeatos, de Eat Catering + Peataluga
Pizza pepe and trufa, de Hells Pizza + el Rey del Calzone
Pastel de papa con ocopa de Peru (Monica Huerta)
Curry de cordero, de Elena + Gran Dabbang
Temaki de tartare de pescado blanco (Club M Omakase + M Poke)
Empanada frita de cordero de Alos + Anafe
Pizza Margherita, de Siamo en el Forno
Niguiri de Langostino gratinado, de Osaka
Mollejas ahumadas, de Los Petersen
Croquetas de Mariscos, de Oviedo + Tomo I
Flan de dulce de leche, de Proper
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