La pesca de Pacú, especie llena de mística y difícil de engañar
Rápido y desconfiado, este pez es una de las grandes atracciones para los aficionados que visitan el litoral de nuestro país. Por: Horacio Pascuariello.
Se dice que el pacú es un pez omnívoro, que le atraen muchas frutas, hojas, semillas y raíces de plantas flotantes. Además, le van los pequeños crustáceos, moluscos, peces, coquitos de palmera, uvas, naranja y el aguaí, un fruto típico del litoral. Como si fuera poco, se suman extravagancias en sus gustos, como los caramelos masticables frutales. Según viejos pescadores de manos curtidas del Paraná, este pez tiene un olfato muy desarrollado y se siente atraído por el olor de la grasa animal, como la presente en la sangre, orina o en el sudor, algo que lo llevó a tener el temible apodo de muerde testículos.
Cuenta la leyenda que la mordida del “pez come testículos” causó la muerte de dos hombres en Nueva Guinea y en Nueva Jersey, años atrás, esto debido al estar estrechamente emparentado con las pirañas, y poseer una fuerte dentición que recuerda por su aspecto a la dentadura humana, dentellada que puede provocar serias heridas pese a su reducido tamaño. Aunque es originario del Amazonas, curiosamente se lo encontró en las aguas del estrecho de Oresund, que separa Suecia de Dinamarca, del mismo modo, también ha sido encontrado en lagos de Texas y Washington, posiblemente introducido ilegalmente con el fin de reproducción y consumo. Su carne es muy codiciada y de sabor exquisito y aquí lo tenemos en toda la Cuenca del Plata, aunque en el Río de la Plata como en el Uruguay no se lo detecta desde la década de los '80, tampoco en el Paraná inferior. Así que para tener uno cara cara, es necesario subir hasta el Alto Paraná como lo hizo nuestro amigo Joel Hartman, un apasionado kayakista que esta vez eligió salir en otro tipo de embarcación tripulada para dar con él.
Itá Ibaté, en la provincia de Corrientes, fue la localidad elegida y por supuesto costó encontrarlo a pesar de contar con la asistencia de un guía porque hay que recorrer espacios específicos, los cuales deben ser en lo posible protegidos por árboles o arbustos en sus costas. Este pez oportunista está atento a la caída de frutos maduros como el inga, uno de sus predilectos, así que el tiro debe simular el efecto de este golpe en el agua.
Recorriendo el río, dieron con algo insólito pero que ayudó a dar con el pique esperado. Una familia de monos carayá se alimentaba alegremente en un frondoso inga, así que justo debajo y con señuelo, lograron la primera captura que fue un soberbio ejemplar que hizo explotar el agua por su fuerza y tamaño. La pieza acusó casi 15 kg en la balanza antes de volver al agua, y para más alegría logrado por el hijo de Joel, Santino de 14 años.
Después, la jornada se completó con más piques concretados, pero ninguno como el tamaño que abrió el día, dejándoles una experiencia única por lo esquivo y complicado que resulta este pez al final de la caña. Vaya, pruebe y después nos cuenta.
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