En el Himalaya se encuentran las montañas más elevadas del mundo y una en particular, el Everest, es la más alta de todas. Hacia allí fuimos en un trekking que va por el sendero milenario de los pueblos sherpas hasta llegar al campo base (CB) del punto más alto de la Tierra. Este viaje tiene dos cuestiones muy importantes, por un lado el montañismo y, por el otro, la parte religiosa-cultural, que es muy distinta a nuestra cultura. Los templos en Katmandú y sus alrededores, la comida, las costumbres y los monasterios que vamos a ir encontrando en el camino al Everest conjugan una propuesta apasionante. Así fue como luego de un largo viaje desde Argentina, con escalas en España y Qatar, llegamos a Nepal. Desde el aeropuerto, recorriendo Katmandú hacia el hotel ya vivimos el caos organizado que es la ciudad, donde en las angostas calles de esta capital se cruzan infinitas motos, autos, combis y vacas (en Nepal son sagradas y vagan libres por la ciudad...).
Montañista nepalí rompe todos los récords
Tres largas semanas
El trekking tendrá una duración total de 20 días desde Katmandú hasta el campo base del Everest, ida y vuelta. Iremos por la ruta de Gokyo, pasando el paso de Cho-La, a 5.380 m. Elegimos esta ruta porque a pesar de ser más larga que el camino tradicional, tiene el agregado de pasar por los hermosos lagos de Gokyo y subir a la cumbre del Gokyo Ri, de 5.390 m, desde donde se divisa de cerca el Cho Oyu y, a los lejos, el Everest y el mar de montañas de esta zona del Himalaya.
El primer paso de la travesía es volar desde Katmandú en avioneta durante 45 minutos hasta el pueblo de Lukla. Por su pista de aterrizaje, de solo 300 m de longitud, tiene la fama de ser uno de los aeropuertos más peligrosos del mundo. Desde la pequeña avioneta de 17 plazas ya podemos ver las primeras montañas del Himalaya.
El corazón empieza a latir fuerte. Aterrizamos sin inconvenientes en Lukla, a 2.700 m de altura, con excelente tiempo. En el diminuto aeropuerto nos encontramos con Nuru y Kaji Sherpa, los guías locales que nos acompañarán en el trekking. Desde la Argentina viajamos 6 personas: Jorge, Raúl y María Eugenia, de Sunchales, Santa Fe; Pablo y Sandra, de Rauch, Buenos Aires; y este cordobés que escribe, que guiará el trekking, desde este día uno en el que caminaremos 3 horas hasta el poblado de Phakding, donde descansaremos.
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Nuevamente en marcha
Por primera vez cobramos una verdadera dimensión de la cumbre del mundo. Comenzó el segundo día. Estamos camino a Namche, y luego de cruzar imponentes puentes colgantes sobre el río, en medio de una empinada subida, entre los árboles del bosque de pinos asoma a lo lejos el Everest. Es nuestro primer contacto con los pies sobre la tierra. El trekking al CB va recorriendo los pueblos sherpas por un sendero milenario que se utiliza desde siempre para la conexión entre pueblos y el transporte de mercadería, que se realiza con animales y, sobre todo, con los famosos porteadores sherpas. Aquí no hay vehículos de ningún tipo, solo helicópteros sobrevuelan la región, así que en el camino nos vamos cruzando con trekkers de todo el mundo, pero también con la gente que vive aquí, con sus costumbres y sus mulas, naks (mezcla de vaca con yak) y con los famosos yaks del Himalaya.
El sendero tiene bosques, interminables escaleras de piedras, grandes subidas y bajadas, cruces de río por puentes colgantes, monasterios y sitios de oración. Todo rodeado de grandes montañas que hacen del paisaje algo único. En nuestro itinerario caminamos de 4 a 7 horas diarias de pueblo en pueblo, y luego de la larga jornada paramos a dormir en lodges (casas de té que están preparadas para recibir a la gente brindando comidas y alojamientos en cómodas instalaciones). Así que al llegar al destino diario se puede disfrutar de excelente comida y un descanso reparador. Luego de Namche salimos hacia Dole, y desde allí al otro día a Machermo, para después ir subiendo en altura y llegar a los lagos de Gokyo, uno de los lugares más espectaculares del Himalaya, muy cerca del Cho Oyu, que con más de 8.000 m domina el paisaje. Descansamos en Gokyo, en un lodge con imponente vista al lago.
Camino a la cumbre
A las 6:30 de la mañana ya estábamos subiendo al Gokyo Ri, de 5.390 m. El ascenso es empinado pero se disfruta. Vamos sintiendo la altura y los últimos pasos cuestan, pero estamos en la cumbre con una inmejorable vista a este mar de montañas. Mañana, desde Gokyo, cruzaremos el glaciar del Cho Oyu hacia el pueblo de Dragnag, que está al pie del paso Cho-la, que conecta con el valle del Khumbú para ir hacia el Everest. Ya estamos en Dragnag, nos despertamos temprano y está nevando. Nevó toda la noche y ya hay más de 30 cm en el pueblo, así que arriba, en el paso Cho-La, seguramente habrá mucha más nieve y con este clima es peligroso ir hacia allí. Tenemos que optar por el plan B, bajar hacia el pueblo de Portche y desde allí retomar el camino hacia el Everest. Es una larga jornada con nieve y mal clima. El paisaje cambió por completo: todo está cubierto de nieve. Hay que caminar con precaución, y a pesar de tener que alargar el camino, para el grupo la experiencia de ir por el Himalaya con estas condiciones es muy interesante. Luego de unas largas 8 hs llegamos cansados a Portche, para desde allí al otro día llegar a Periche, que ya se encuentra sobre la ruta normal del trek. Desde allí seguimos a Lobuche, a casi 5.000 m, y pasamos por el lugar donde se alzan varios chortens (monumentos de piedras) realizados en conmemoración a los montañistas muertos en el Everest. Allí están los nombres de varios de los que dejaron su vida en la montaña (más de 250 hasta el momento). Proseguimos camino y llegamos a Lobuche, donde el frío y la altura se sienten, pero estamos muy entusiasmados: sabemos que mañana será el gran día.
Everest a la vista
Salimos temprano desde Lobuche y 3 horas después dajábamos atrás Gorak Shep (último poblado antes del CB). Sin prisa pero sin pausa continuamos camino al campo base del Everest. Y fue allí cuando lo vimos: tras pasar unas grandes piedras él estaba allí, a la vista, al alcance de la mano. Al pie de la montaña más alta del mundo veíamos las tiendas de montaña de las expediciones que intentarían su cumbre. También visualizamos la famosa cascada de hielo del Khumbú. Estábamos orgullosos: no habíamos ido por la cumbre, sino por su imagen viva, por la experiencia que la rodea. Y lo habíamos logrado. Seguimos, bajamos la morrena y caminamos por el glaciar para llegar al montículo de piedras que se arma para marcar el campo base, lugar donde la gente y los sherpas dejan innumerables banderas de plegaria tibetanas (lungta), que con sus cinco colores flamean a los cuatro vientos. Estamos todos en el CB del Everest disfrutando el momento. Todo montañista quisiera estar aquí. Somos afortunados. Resta la vuelta a Katmandú. Sabemos que el camino de regreso es largo pero volveremos disfrutando cada momento y brindando por muchas montañas más…
Nota completa publicada en revista weekend 540, septiembre 2017
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