Todo pescador con mosca escuchó hablar alguna vez del río Grande, en Tierra del Fuego. El río del viento implacable, del lance largo contra la barda, de las cañas de Spey, de las esquivas plateadas y de los trofeos que quitan el sueño. En un año un tanto diferente, tuvimos el privilegio de poder acceder a él a través de la estancia María Behety, y así disfrutar de una pesca inigualable.
Conociendo El Grande
Desde sus nacientes en el vecino país de Chile hasta su desembocadura en el Océano Atlántico, este río recorre 240 km. Los primeros 140 son dentro del territorio chileno y los últimos 100, en el argentino. En su parte alta, el río corre con meandros y es de pequeño tamaño. A medida que varios afluentes van vertiendo sus aguas en él, aumenta de tamaño hasta llegar al mar como un río de importante caudal. Su paisaje también se modifica, ya que alterna entre los bosques magallánicos para luego convertirse en una pampa donde difícilmente crucemos un árbol.
El viento es un factor a tener en cuenta, en especial cuando las ráfagas en estas latitudes llegan de manera sencilla a los 80 km/h. Pero también varía con la época: noviembre y diciembre pueden llegar a ser un gran dolor de cabeza, para luego ir menguando hasta tener incluso días sin viento.
La estancia María Behety, con sus 64.000 hectáreas, cuenta con 52 km de cauce donde el río recibe aguas de otros cursos, como el Herminita, Menéndez, Moneta y Onas. Es así que dentro de las 32 zonas de pesca con las que cuenta, la actividad puede ser muy diferente entre la parte alta, la media y la baja, ya próxima al mar. Esto va a depender mucho de la época de la temporada. El caudal de agua también varía, siendo mayor al principio con los deshielos y disminuyendo hacia el verano. Algo frecuente es que llueva en la parte alta y cambie el color y el nivel en cualquier época de la temporada. Estas características lo vuelven un ambiente totalmente versátil y desafiante, por lo cual es importante estar preparados para enfrentar diferentes situaciones de pesca en cuanto a estructura de río y factores climáticos se refiere.
Pobladores de sus aguas
Las truchas de mar son truchas marrones (Salmo trutta) como las que podemos encontrar en muchas partes de la Patagonia. Y, al igual que éstas, fueron introducidas. La historia cuenta que John Goodall sembró los primeros huevos. La gran diferencia se encuentra en que aquí estas hacen su migración entre el agua salada y el agua dulce. Los alevinos nacen en el agua dulce del río Grande y, cuando comienzan a desarrollarse, migran al mar para alimentarse. Este hábitat rico en nutrientes y con ausencia de predadores les permite crecer a su máximo potencial y así alcanzar tamaños que difícilmente encontremos en otro ambiente. Una vez que están listos para su etapa reproductiva, vuelven a ingresar al agua dulce, al igual que los salmones. Como sus primos, los salmones del Atlántico (Salmo salar), no mueren después de su reproducción y realizan varios ciclos de migraciones durante su vida.
Para la pesca, hay diferentes épocas: el ingreso comienza temprano en noviembre, continúa en diciembre y tiene su mayor cantidad en enero, febrero y marzo. En menor medida podemos dar con peces recién ingresados hasta abril inclusive.
En general, ni bien entran al río poseen una gran musculatura y forma adaptada para la natación: son torpedos. Además, tienen un color plateado característico que va cambiando a medida que se prolonga el tiempo dentro del río. Más tarde su forma se modifica y su color también: se vuelven marrones, tono típico de las truchas, para así entrar en su etapa reproductiva. Las marrones de mar no son los únicos habitantes del río. En noviembre acceden los salmones Chinook, que remontan sin muchas escalas hasta el lago Blanco, donde efectúan su actividad reproductiva y mueren. Pero esa pesca es para una nota aparte. Resta decir que también hay truchas arco iris y marrones residentes de pequeño tamaño, las cuales no migran y realizan todo su ciclo dentro del río.
Tuve la oportunidad de compartir varios días de pesca con Rodrigo Giménez Zapiola y Carolina Perkins. Ellos pasan parte de la temporada en la estancia y son grandes conocedores del río. Nuestra primera mañana fue en la parte central. Decidimos hacer la primera pasada en una corredera de agua baja. Estos lugares son de tránsito y los peces no permanecen mucho tiempo aquí, sino más bien los utilizan de reposo para pasar de pozo a pozo. Las primeras horas de la mañana y últimas de la tarde suelen ser muy productivas en este tipo de estructura.
Qué llevar
En cuanto a equipos, comenzamos con cañas de dos manos con líneas de flote y leaders de 4,5 m terminados en tippet 0x (0,28 mm). Por lo general, la dinámica en esta pesca es que un aficionado entra primero y el otro lo va siguiendo a cierta distancia. Así se pueden ir probando distintos patrones y técnicas, y cubrir la zona de manera metódica.
Lanzando siempre río abajo, próximos a la costa opuesta, y pescando toda la deriva de mosca con pequeñas pulsaciones, fuimos entrando en clima. El resultado: varias truchas residentes de pequeño tamaño. Una buena entrada en calor para prepararnos para el siguiente pozo.
A fin de un ordenado funcionamiento entre las estancias que comparten el río, el cauce se encuentra sectorizado por zonas. En ellas podemos encontrar distintos pozones. Hay una rotación entre estancias y, a su vez, dentro de ellas solo se permite que cada pescador tenga acceso a una zona donde no se encontrará con otro. Así, cada día se asigna un área por la mañana y otra por la tarde.
Primera captura
El siguiente pozo de nuestra zona era uno más tradicional. Un pozón con cierta estructura que sirve de refugio para albergar algún cardumen. Mientras Caro probaba suerte, yo me fui a intentar en otro pequeño pozo que tenía pinta. Es importante ir buscando diferentes sectores, ya que año a año los pozos cambian su forma y aparecen nuevas estructuras. Nunca se sabe. Hice algunos lances con una pequeñas EMB, una clásica mosca para este río, y línea de flote. Tirando a través de la corriente, corrigiendo y dejando derivar, después de varios intentos obtuve la primera captura: una pequeña migratoria de mar recién entrada, con el vigor y los colores que caracterizan a estos hermosos peces.
Seguí intentando nuevamente con distintas moscas y obtuve varios piques. El lugar no era un pozo de los más llamativos, pero estaba dando sus frutos tras el hallazgo de un lindo cardumen, así que Caro y Rodrigo vinieron a hacer sus intentos. Tuvimos varias acciones, en especial con una Red Butt Bomber #14. Cuando la actividad se detuvo, Caro decidió cambiar de estrategia y agregar un polyleader de hundimiento, y así hacer trabajar la mosca más abajo.
El trofeo más preciado
Un lance a través, deriva muerta y apareció lo que andábamos buscando. Una hermosa hembra plateada recién entrada, en excelente condiciones físicas. Esos peces por los que uno no debería dejar de visitar este maravilloso destino.
Cada día fuimos pescando diferentes zonas, tanto en la parte alta, como en la baja. Con condiciones de agua escasa y poco viento, tuvimos que ir adaptando las técnicas, pescando mucho con cañas de una mano y afinando las maniobras para realizar el menor disturbio posible. Cada vez más parecido a la pesca tradicional de truchas, con la diferencia de que del otro lado de la línea nos podemos topar con un contrincante que fácilmente puede alcanzar los dos dígitos de peso en la balanza.
En los días posteriores compartí la pesca también con Diego Motter y Federico y Lautaro Molino, cuando su trabajo de guías les dejaba unos minutos libres. Su ojo clínico fue fundamental, ya que el río cambia con las crecidas del invierno y los peces se posicionan en diferentes lugares. Pescar con alguien que pasa gran parte de la temporada en el agua juega un rol crucial en el éxito o el fracaso de nuestra pesca. Así que más que agradecido por su compañía, charlas, consejos y ayuda con la cámara.
Hay varias técnicas para capturar estos peces migratorios, pero en las zonas donde la corriente ayuda, nada mejor que lanzar, corregir para frenar, dejar hundir la mosca y pescar a la deriva, solo dando pequeños pulsos. Los piques de esta manera son explosivos y fácilmente perceptibles, ya que estamos en contacto directo con la mosca. Con el transcurso del tiempo cada vez es más común la pesca al estilo de ninfas. Con derivas muertas o levemente controladas e, incluso, con distintos dispositivos característicos de este tipo de pesca (indicadores). En los pozos con poca corriente suele ser efectivo lanzar moscas tubo en pequeños tamaños y recoger como haríamos en la pesca tradicional de streamers.
Equipamiento. Las cañas de dos manos fueron durante largo tiempo la mejor alternativa para este río. El viento, en conjunto con un lance largo, las hacían una herramienta imprescindible. Pero con los niveles de agua que nos encontramos en los últimos años podemos trabajar tranquilamente con varas menores, como las switch o cañas de una mano. Pero eso va a gusto y comodidad de cada uno.
Si optamos por modelos de dos manos en #6 a #8, los largos pueden ser de 11 (switch) hasta 14 pies. Yo utilicé una caña #6 de 12’7 pies que, por las condiciones, funcionó a la perfección. En cuanto a líneas, las Scandi ayudan para presentaciones más delicadas. Necesitamos tener de flote y también de diferentes hundimientos (2, 3, 5). Las líneas Skagit, por su parte, nos ayudan en situaciones donde necesitamos lanzar puntas pesadas y tener derivas bien controladas. Para estos momentos, un juego de Mow Tips de T14 cubre una amplia gama de situaciones. Es bueno tener puntas extra de 10 pies de T17, 15 pies de T14, y 15 pies de T17 para las situaciones más extremas o posibles cambios de nivel del río por lluvias.
Técnicas y equipos
- En cuanto a cañas de una mano, #7 u #8, de 9 o 10 pies, con líneas de flote y de una mano para lances Spey con diferentes hundimientos, ideales en condiciones de agua baja.
- Moscas: las que mejor resultaron fueron del estilo truchero, con la diferencia de que utilizamos anzuelos 3x para poder dar batalla a estos tamaños de peces. Si optamos por ninfas, las clásicas como la Pheasant Tail, Prince, Fast Water Prince, Copper John, Stone Flies y Scuds, todos en anzuelos #12, #14 e, incluso, #16, funcionaron a la perfección. Las patas de goma son imprescindibles, atadas en los modelos clásicos o los EMB, Girdle Bug y Bitch Creek.
- Las moscas tubos también tuvieron buenos resultados. Collie Dog, Temple Dog y Monkey son las que utilizo para pescar en superficie. Finalmente, streamers: Wooly Bugger con patas de goma, Juk Bug, Egg Sucking Leech, y Río Grande Queen en todos sus colores, son imprescindibles para pescar durante los cambios de luz y si nos llega a tocar alguna crecida por lluvias en la parte alta.
- El Grande cambió en los últimos años. Importantes crecidas modificaron sus pozos y la erosión alteró costas y bardas. El cauce trae mucha agua en invierno, pero corre como un pequeño río de estepa durante el verano. Debido a ello hay que afrontar su pesca de otra forma: equipos más chicos, presentaciones delicadas y técnicas alternativas. Lo que sin lugar a dudas no cambió es que sigue siendo un destino de calidad inigualable: el mejor río del mundo para la pesca de truchas marrones de mar.
Mapa de la zona
- Ubicación: al oeste de la ciudad de Río Grande, por Ruta Provincial Nº 5 (ex ruta C) desde la Ruta Nacional 3.
- Origen: fue fundada en 1897 por José Menéndez, con el nombre “Segunda Argentina”. Tiene 64.000 hectáreas que pueden albergar a 39.000 ovinos
- Información de pesca: Marcos Hlace, Cel.: +54 9 2944 65-3680, [email protected]
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