Clavar una corvina negra es un antes y un después en la pesca deportiva de costa, puntualmente en el mar. La pelea que ofrece es descomunal, independientemente del porte del ejemplar, y el desafío que plantea vuelve loco a más de un pescador. La zona suele tener las complicaciones de mostrar piedras en el fondo (principal lugar donde se alimenta) y de la cantidad de aparejos que están en el agua, porque siempre hay más de una caña apostada. A todo eso hay que sumarle que la especie literalmente “cabecea” la arena en plena pelea y busca salir para los laterales, en su intención desesperada por librarse del anzuelo. Todo eso, transmitido a la caña a través del nylon. Una locura.
Lo que se vivió en las últimas semanas entre Mar de Cobo y Mar Chiquita responde perfectamente a ese marco. Las “morochas” sorprendieron a propios y extraños, pero no por la época, ni siquiera por los portes de más de 20 kilos (aunque no abundantes semejantes piezas suelen darse en esa zona), sino más bien por la cantidad de ejemplares y lo firme que aún hoy está el pique. Y es por eso que fanáticos de varios lugares de la provincia de Buenos Aires se dieron cita, todos con buenos resultados. Claro que el momento ayuda, porque enero y febrero son meses excelentes para esta pesca y porque las condiciones del mar fueron las ideales, aún cuando el “pasto” complicó más de la cuenta (Weekend Web abordó la problemática de este fenómeno en el siguiente artículo).
Un enemigo impensado para la pesca deportiva
50 años hablando de la pesca del pejerrey
Pero fundamentar las excelentes cosechas únicamente en el contexto sería tan erróneo como injusto. Es que la experiencia del pescador viene jugando un rol central a la hora de meterse en la cancha. La lectura del agua, la elección del lugar y el saber batallar con el ejemplar son los ejes principales de toda una maquinaria que se pone en marcha, mucho antes del día de pesca y que reúne en la previa dos claves que hasta ahora no fallan: tener los aparejos en el agua de acuerdo a la marea y utilizar la carnada lo más viva posible. Un combo ante el que la corvina negra no se puede resistir.
50 años reflejando la pesca en el mar
50 años reflejando la pesca de dorados
Aunque se mantiene constante a lo largo de la jornada, el pique fuerte se viene dando en un mayor porcentaje horas antes de la bajamar. Y es por eso que algunas capturas se obtuvieron a tiro de caña, porque le permite al lanzador acercarse más al pedregal. Si ese panorama coincide temprano a la mañana, a la salida del sol, mucho mejor. Pero conforme avanzan las semanas, los movimientos de agua en general son los momentos más rendidores. Ya sea antes o después de la mínima o la pleamar, las líneas tienen que estar en el agua y el sentido del cañófilo lo más agudizado posible. Pueden arrancar en cualquier momento.
La modalidad fondeo es la que se está imponiendo y eso tiene que ver con el lugar. La famosa “Piedra del Vidalero” es un fondo rocoso amplio que se ubica dentro del mar entre unos 200 y 300 metros desde la costa, por lo que los más fanáticos utilizan diversos artilugios para llegar con el anzuelo. El kayak es, sin duda, el elemento más utilizado para llevar las líneas (normalmente de a dos o tres), aunque algunos optan por el body y las patas de rana y otros -con mucha más suerte- emplean una moto de agua. El encargado de trasladar los elementos, utiliza como referencia a sus compañeros en la arena, quienes con banderas, luces y gestos indican no sólo la línea recta desde la caña sino también la distancia deseada.
El aparejo es muy simple. Un nylon de 0.90 mm de espesor, cuyo largo puede ser de 70 u 80 centímetros, que en uno de sus extremos presenta dos anzuelos número 7/0 tipo tándem; uno de ellos va atado y el otro queda suelto y se desliza para asegurar la carnada. En la otra punta, lleva un esmerillón reforzado para atarlo a la carga del reel, y es desde ahí donde se anuda el famoso “fusible”, que no es ni más ni menos que un nylon fino de 30 cm atado a un muerto, que se fabrica con piedras del lugar y su función es cortarse automáticamente cuando el pez toca la línea.
La carnada por excelencia es el cangrejo de mar. Los que más saben, coinciden en que tiene que estar vivo y es por eso que muchos de ellos los extraen uno o dos días antes y lo mantienen hasta con aireadores, si es necesario, con cambio constante de agua. Fanatismo puro. También pueden conseguirlos con vida en las casas de venta de carnada y más de uno tuvo suerte con el congelado, aunque el resultado suele ser menos rendidor. Para ofrecer un cebo lo más natural posible, lo atan al anzuelo de manera que sus tenazas y patas queden en movimiento y llame la atención de la especie que se busca.
A diferencia de otras pescas, los equipos más rústicos son los que mejor funcionan. Por eso es muy común ver una batería de 10 o 12 cañas de fibra de vidrio, las históricas, de 3,60 hasta 4 metros de largo, con reeles lo suficientemente grandes para cargar buena cantidad de nylon. Mientras algunos prefieren pescar con 0,35 mm o 0,40 mm, otros van a lo seguro con 0,50 mm. Más allá de los gustos personales, el común denominador es que el carrete debe cargar como mínimo 250 metros, porque no se trata sólo del lugar donde queda el aparejo, sino también la posibilidad de tener margen de acción cuando la captura dispara hacia adentro.
Pocas veces se ha visto semejante cosecha durante tantas semanas, pese a que el “Vidalero” es el lugar de pesca por excelencia. Ni siquiera la boca de Mar Chiquita, donde año tras año se agolpan los pescadores para obtener las “moritas”, rindió de la misma manera. Terribles monstruos que siempre superan los 10 u 11 kilos, que pasan por todos los kilajes y que han llegado incluso a los 22, transformándose en un trofeo para disfrutar y en un recuerdo imborrable, difícil de olvidar. Ni qué decir de lo que genera en el ambiente cañófilo cuando el rumor de las primeras de la temporada se esparce como reguero de pólvora. Las imágenes hablan por sí solas. Y en la expresión de los protagonistas es donde puede verse la verdadera pasión que despierta la corvina negra en el pescador deportivo de costa.
Agradecimientos: Ivo Oliver, Bruno “Tato” Usman, Gastón Galassi y todos los muchachos del grupo “Corvineros Negros MDP”.
Comentarios