Thursday 28 de March de 2024
INFORMATIVO | 06-04-2020 13:05

Coronavirus: no cancelaron su luna de miel y en el hotel tuvieron que quedarse a atenderlos

Desmitificando el sueño de quedarse varado en una isla paradisíaca, una pareja sudafricana descubrió la tortura del dolce far niente.

Olivia y Raul De Freitas son dos sudafricanos de clase media recién casados que habían reservado una semana de luna de miel en Cinnamon Velifushi Maldives, el único y lujoso resort en la isla de Aarah, ubicado en las cristalinas aguas del atolón de Vaavu (Felidhoo), en mitad del océano Indico. Allí llegaron el 22 de marzo aunque en los días previos consulturon si habría algún problema para viajar. Pese a la catarata de cancelaciones, como les habían dicho que podían ir decidieron viajar. Pero el 26 recibieron la notificación de que Sudáfrica cancelaría todos los vuelos de retorno en la madrugada del 27, a la par que en Maldivas también anunciaron que no recibirían ningún vuelo de llegada a partir de la misma fecha. ¿Qué hizo la pareja? Entre la opción de quedarse semanas varados en algún hotel asignado en una escala en la que tal vez tendrían gastos y pasar un infierno burocrático, decidieron jugársela y quedarse en el resort. La regulación del gobierno maldivo obliga a que el personal de hostelería se quede en las instalaciones siempre que quede algún huésped así que, por esta decisión, el personal también tuvo que quedarse a atenderlos. Y, una vez se hubiesen ido los clientes, los trabajadores del hotel tendrían que esperar 14 días más de protocolo en cuarentena en la isla antes de regresar a sus hogares.

Pero las cosas no resultaron como esperaban. Según confiaron a The New York Times, los sirvientes, ociosos, desesperados no pararon de importunarlos durante el encierro ofreciéndoles cosas. El botones los contactaba cinco veces al día, los camareros les llenaban la copa cada vez que tomaban un sorbo y les suplicaban que les pidieran un cóctel. Todas las noches los bailarines realizaban el mismo y grandilocuente espectáculo para esta reducidísima audiencia.

A medida que pasaban los días su decisión de quedarse dejó de parecerles tan increíble. En el fondo, en mitad de una isla no hay tanto que hacer, y las facturas se acumulaban en un complejo donde la estancia arranca a un precio de 500 euros por persona y noche. Finalmente, un domingo de abril, con una hora y media de antelación, la embajada les dijo que hicieran las maletas, que los alojarían en otro islote cinco estrellas junto con otros turistas expatriados y que el gobierno sudafricano pagaría parte del retorno, aunque siguen sin tener una fecha concreta de regreso. Y 14 días después, el resort quedó cerrado hasta nuevo aviso.

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