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FIN DE SEMANA | 25-12-2017 09:00

Cómo domar las olas de Miramar

El surf llegó en los años sesenta y cada vez está más consolidado entre profesionales, amateurs y curiosos que se animan a dar el primer paso. Cómo iniciarse para aprovechar a pleno el verano. Galería de imágenes.
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Entre las nuevas opciones que ofrece el turismo desde hace unos años, hay una que tiene cada vez más adeptos: vivir como surfista durante el fin de semana. La propuesta surge de las escuelas de surf que tienen todos los recursos, empezando por los trajes, capuchas, calzado, tablas y docentes, quienes han difundido la posibilidad no solo de ir a tomar clases y probar suerte en el agua, sino que garantizan  48 o 72 horas de vivir al estilo surfista, es decir, complementando el deporte con asados, guitarreadas, cerveza artesanal y divirtiéndose en grupo.

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Experiencia completa

Esto ocurre porque en Miramar hubo un enorme crecimiento del surf, que para muchos pasó de ser moda a un estilo de vida. Esto es, justamente, lo que proponen desde la Escuela Billabong de Miramar: que la gente tenga la experiencia de surfear y viva como un surfista durante los días que dure el tour; no se trata de tomar una clase de una hora y después no tener nada que hacer el resto del día. Es el complemento ideal para tentar a grupos de personas que tienen ganas de hacer algo realmente distinto un fin de semana, y es por eso que llegan desde surfistas avanzados hasta principiantes, pasando por quienes nunca vieron un traje de neoprene. Y lo mejor de todo es que las clases son personalizadas (uno a uno) y se comienza practicando en la playa, dibujando una tabla sobre la arena, y recién después se va al agua.

Debido al mencionado auge de este deporte que ya tiene la categoría de olímpico (por lo cual todo indica que seguirá creciendo), muchos miramarenses comenzaron a verlo como una opción de negocio, y así se empezaron a construir hostels, vender implementos y hasta fabricar tablas.

A los hacedores de tablas se les dice shapers, palabra inglesa que podría traducirse como el que le da forma a las cosas. Y en este caso está muy bien aplicada porque el shaper no solo moldea el material para fabricar una tabla, sino que también le da la forma o la impronta que más beneficiará al usuario, porque se trata de piezas a medida (más allá de que haya tablas básicas para empezar, llamadas funboards que, como su nombre lo indica, son para divertirse).

A medida

Leandro Vaccaro es uno de los shapers miramarenses y hace ocho años que ejerce el oficio de forma profesional. Lo primero que dice es que para ser shaper, primero hay que ser surfista, así se comprende en profundidad cómo funciona la tabla en el mar. “Se construyen según el peso, la altura del usuario y también según dónde vaya a surfear, porque en cada lugar las olas son distintas. Para los principiantes resultan ideales las tablas grandes, a fin de lograr equilibrio con mayor facilidad”, explica, mientras recalca que es muy importante tener una tabla acorde al nivel surfístico para evitar frustraciones (se miden en pies y pulgadas).

En cuanto a los materiales, Leandro trabaja con espuma de poliuretano recubierta con fibra de vidrio y resina de poliéster o epoxi, que implica un proceso de lijado final. Una tabla bien construida dura años si se la cuida del sol (hay que ponerla en la funda al salir del agua) y de los golpes, sobre todo afuera del agua, que es cuando más accidentes ocurren. Sus clientes son principalmente de Buenos Aires y del sur del país.

En cuanto a las sugerencias para los que se inician, Vaccaro aconseja siempre comenzar con la ayuda de alguien experimentado y conocedor del mar; aprender las reglas básicas de seguridad y mantenerse con buena base física, porque facilita el rendimiento en cada nuevo intento.

“Miramar tiene la mejor ola de Argentina, con fuerza y en cantidad, además de excelentes escuelas con profesores muy capacitados”, cuenta. “Yo siempre sugiero intentarlo sin importar la edad, porque si bien es un deporte que requiere perseverancia, vale la pena porque te cambia literalmente la vida”.  Y ante la pregunta infaltable de cuáles son los miedos más comunes, el shaper responde: “Pararse sobre la tabla y ser derribado por la ola y no poder salir del fondo del agua. ¿Cómo combatirlos? Practicar abajo del agua en una pileta, hacer ejercicios de respiración y yoga, que ayuda a bajar la ansiedad”.

Alma de madera

Pablo Bacchi también es shaper (además de guardavidas y profe de surf), pero de otro tipo de tablas: él trabaja la madera de kiri, muy liviana (parecida a la balsa), y que si bien es de origen asiático, hoy se produce en Misiones. “En China se llama el árbol de la vida porque hay que construir una cuna de kiri cuando nace un hijo”, cuenta. “También hago tablas de stand up paddle con esta madera, aunque para los remos uso cedro o timbó. Todos los trabajos los termino con un laminado de tela de vidrio y un engrose con dos manos de resina epoxi”.

Grandes y chicos

La diferencia con las otras tablas es que las de madera son más artesanales y llevan más trabajo (meses), sobre todo en el lijado. También son un poco más pesadas que las de poliuretano, pero la diferencia principal es que la tabla de madera “entra diferente” en el agua, se adapta más a la ola y logra mayor velocidad. Además –y no es un detalle menor– está la mística de la madera, que es un material vivo.

“En general, la gente que encarga una tabla de madera ya tiene conocimiento previo de diferentes tablas y quiere experimentar con algo nuevo, ya que el tipo de trabajo que se realiza es mucho más artesanal y personalizado; sería como la fabricación de un barco de madera, con la quilla (que formaría el alma) y las cuadernas (que serían las costillas); luego el esqueleto se reviste todo con madera. También me piden que les fabrique algún portatablas para exhibirla en algún espacio de sus casas o en vidrieras de locales”, describe.

En cuanto a su rol como profesor, Pablo explica que las clases de surf son muy gratificantes tanto para grandes como chicos: algunos se paran en todas las olas llegando hasta la orilla, mientras que a otros les cuesta un poco más. Quizás el momento más complicado es cuando el que se inicia tiene que agarrar la ola con su propia propulsión, ya que hay que encontrar el tiempo y bracear con mucha potencia para que la ola los lleve.

“Esta deporte tiene dos etapas: la de navegar y la de surfear”, detalla Pablo. “La primera consiste en encontrar el equilibrio en la tabla y poder navegar parado en ella; una vez que se logra se experimenta mucha satisfacción y esto se puede practicar en cualquier espejo de agua (lago, laguna, río, arroyo) siempre con alguien que tenga experiencia. La otra etapa es surfear las olas… y es magnífico.”

Nota completa publicada en revista Weekend 543, diciembre 2017.

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Lorena López

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