Desde tiempos inmemoriales el jabalí se ha cazado a caballo y con lanza en España y Europa. Por dificultades en la adquisición de armas de fuego, en nuestro país, junto con el sable, fueron las armas principales de los ejércitos de las guerras por la Independencia. De petiribí como las mandadas a construir por el Gral. San Martín. De fresno, en tiempos de Alsina, llamadas por los milicos de “palo de escoba” por su fragilidad en el choque con las lanzas de los indios. Hechas de flexible caña coligüe, hasta la punta de tijera de tusar, lima o cualquier objeto puntiagudo que se ataba con tiento a un palo, y que utilizaba la paisanada montonera en los innumerables levantamientos.
En España existe una escultura en bronce hallada en Mérida, datada en el siglo VI aC, de un jinete al galope, lanceando un jabalí. Los reyes Alfonso X, Felipe II, Carlos I, Felipe IV cultivaron la afición del lanceo de jabalíes, osos y ciervos. La Emperatriz de Francia, Eugenia de Montijo esposa de Napoleón III, participó activamente en un lanceo organizado por el Duque de Medina Sidonia en su finca de Doñana, uno de los mejores cazaderos para este deporte. En estos lanceos intervinieron también personajes de toda Europa, como el Príncipe de Gales y su hermano, futuros reyes Eduardo VIII y Jorge VI de Inglaterra.
Con el perfeccionamiento de las armas de fuego y las miras ópticas, esta modalidad cayó en desuso, contribuyendo a ello la circunstancia de que resultan más cómodas, sencillas y seguras las otras. El lanceo requiere un jinete avezado y en estado físico óptimo, una cabalgadura acorde y destreza en el empleo de un arma de uso complejo. Y más que nada el conocimiento y respeto de reglas elementales para prevenir y evitar accidentes a hombres y equinos.
Nota publicada en la edición 493 de Weekend, octubre de 2013. Si querés adquirir el ejemplar, llamá al Tel.: (011) 4341-8900. Para suscribirte a la revista y recibirla sin cargo en tu domicilio, clickeá aquí.
Comentarios