Aterrizamos en Tierra del Fuego con una meta clara: esquiar y volar (en parapente). En el centro de esquí Cerro Castor nos espera el parapentista Silvio Ojeda para subir al cerro a través de los medios de elevación tradicionales. Caminamos enterrándonos en la nieve hasta una saliente, nos colocamos los arneses y Silvio me une al suyo con mosquetones. Yo debo correr fuerte cuesta abajo remolcándolo a él, quien tiene puestos esquíes. A la cuenta de tres arranco y corremos por la pendiente a todo o nada: en segundos la vela se abre y con una suavidad asombrosa quedamos colgando de un cielo azul sin nubes: la sensación no es tanto la de volar como la de flotar. Abajo se extiende un manto de nieve a lo largo del valle. Los esquiadores rayan las laderas mientras observamos el blanco abismo con sumo relax, como sentados en una hamaca celestial, conversando como si nada. Colgamos de hilos muy resistentes sobre un precipicio de 800 metros. Un cóndor pasa observándonos con curiosidad. Silvio hace girar nuestro vehículo para explorar vericuetos invisibles del aire: encuentra térmicas que nos elevan sobre los mil metros a 25 km/h en un silencio perfecto. El vuelo es tan sutil y natural que no siento vértigo. Después de unos 20 minutos descendemos volando en círculos y caemos del cielo parados como un ave, sin el menor tropiezo.
El vuelo tiene un valor de U$S 100 y, por los vientos, nunca hay garantía de poder cumplirlo. Prestadores: Vuelo Libre Ushuaia. En San Martín de los Andes un vuelo cuesta $ 3.000 con Viento Patagónico. En Bariloche está $ 3.500 con Parapente en Patagonia.
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