Thursday 10 de October de 2024
TURISMO | Hoy 07:00

Brasil: qué hacer en Porto de Galinhas este verano

Para vivir una experiencia de playa y pileta por su clima muy agradable. Las actividades van de paseo en lancha o jangada a una recorrida a los saltos en buggy. Galería de fotos.
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Patricia Daniele
Patricia Daniele

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Editora Ejecutiva de revista Weekend y su web, Editora General de Vivo.Perfil.com y de Luna teen.perfil.com. Columnista de espectáculos en Perfil.com y Reperfilar. Especializada en turismo y servicios al turista, gastronomía y lifestyle, series y TV paga, teatro y recitales, tendencias del mundo joven. TW e IG. @pato_daniele

Brasil siempre nos resulta tan atractivo que queremos seguir conociendo destinos en su gran territorio. Esta vez recalamos en el aeropuerto de Recife es el más cercano, distante unas dos horas de Porto de Galinhas. Para aterrizar allí viajando desde la Argentina, habrá que hacer escala en San Pablo (pasando por el proceso de migraciones, retiro de equipaje para volverlo a entregar), por lo que hay que saber que no se llega tan rápido como a otros destinos de este país. Pero realmente vale la pena. No sólo por las playas agradables que ofrece, con un mar apenas tibio, sino porque tiene una importante oferta ribereña de alojamientos que se adaptan a todos los bolsillos.
Desde el centro de la ciudad parten unos simpáticos barquitos llamados jangada -que más parecen deslizadores y van despacito impulsados por remeros y el costo es de 50 reales por persona-, para acercarse a las piletas naturales que hay en la costa y darse un chapuzón. Luego se sigue viaje conociendo toda la zona desde el agua. 

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Allí también hay una activa peatonal cubierta por sombrillas pequeñas con los colores del Frevo, el baile local con el cual se celebra un carnaval muy musical. Por todos lados hay gallinas hechas con troncos, pintadas, estampadas y, lógicamente, en souvenires. Es una zona tranquila para caminar y elegir a gusto lo que queramos comprar.
Otro de los paseos favoritos de los visitantes es el recorrido de las playas en buggy. El turista va sentado atrás, fuertemente agarrado de la barra antivuelco, saltando y rebotando al sol, mientras el vehículo recorre el camino costero. La excursión siempre parte del hotel y va uniendo los 18 km de arena que llevan nombres como Pontal do Cupé (con su pequeña capilla de Sao Sebastiao, centro comercial y spot para fotos con unas enormes alas), Maracaípe o Ipojuca, en las que va parando y se queda todo el tiempo que los turistas quieran. Todas estas playas tienen paradores o barcitos para comer y tomar algo. Y se suma una parada más: la destinada a sacar una foto de los paseantes con el mar como fondo. Algunas son muy artísticas sobre el buggy, quizás demasiado.

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Playas de Carneiros

Pero hay una playa que es un destino en sí misma en y es Praia Dos Carneiros, distante poco más de una hora hacia el sur de Porto de Galinhas. Debe su nombre al apellido de los dueños de la tierra (arena en realidad). ¿Qué tiene de especial? Pues se accede a la costa atravesando una frondosa vegetación. Allí se encuentra el parador Bora Bora, un amplio restaurante de playa (con baños y espacios para cambiarse) compuesto por camastros, mesas y bancos para almorzar o tomar algo en la misma arena. Pero desde aquí vamos a salir de excursión, esta vez en una moderna lancha que se irá deteniendo en sitios históricos o llamativos. Atención que, como en todo lugar cercano al Caribe, hay que meterse en el agua para subir a la lancha, lo mismo para bajar, siempre contando con la ayuda del capitán.

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La propuesta incluye el almuerzo (no las bebidas), pero antes de salir hay que elegir los platos (que son para compartir) en un menú de pescados, mariscos y una inusual sopa de langostinos servida en un zapallo. Elegida la comida, es el momento de salir a la aventura: en la embarcación recorreremos el área mientras a lo lejos nos llama la atención la que será la parada inicial: es la preciosa Capilla de Sao Benito, del siglo XVIII, el gran ícono de esta playa. Se edificó con la arena de esa costa y está rodeada de cocoteros que le brindan un marco inmejorable. Es la parada obligada para hacerse fotos, ver la costa desde el lado de enfrente y entrar a ver la iglesita, previa donación al custodio del ingreso. A su alrededor hay puestos que venden leche de coco, frituras y recuerdos.
La travesía marítima está muy bien regada en la lancha, y se va deteniendo en los interminables bancos de arena que se ven más según el estado de la marea. Si están presentes, aprovechamos para caminarlos un poco y, por último, llegar hasta un sector de playa Guadalupe donde se ofrecen los llamados baños de arcilla, que no es otra cosa que el mineral recogido en las inmediaciones, que se unta en el rostro y el cuerpo de manera gratuita, aportando propiedades rejuvenecedoras o anticelulíticas (según el color). Así, todos pintados, debimos dejarla secar bien para luego meternos en el mar y, con paciencia, ir sacándola. No deja de ser una foto divertida y en verdad la piel queda muy suavecita. La damas que la aplican ofrecen sus productos elaborados con la arcilla: jabones y ungüentos para seguir con el tratamiento en casa. 

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Carneiros está rodeada por arrecifes que se transforman en piletas naturales cuando baja la marea, y tiene un ambiente tranquilo y agreste. Por la transparencia y la calidez de sus aguas, es un muy buen spot para hacer esnórquel y apreciar la variada fauna marina. Para cuando volvimos a Bora Bora, pasado el mediodía, ya teníamos listos los platos fríos y calientes para el almuerzo compartido en grupo. Resultaron muy sabrosos. También hubo tiempo para descansar en la arena y contemplar el mar con un jugo de graviola o de cajá en la mano. Puro relax.
Y hablando de gastronomía típica, lo más característico de Pernambuco es un postre, el Bolo de Rolo, un arrollado grande de masa muy finita rellena de dulce de guayaba que se sirve cortado en rodajas delgadas, rico y para nada empalagoso. 

Opciones para todos

Volvemos al hotel cansados y satisfechos para meternos una vez más en el agua, esta vez en la pileta, un momento que sirve para comentar todas las experiencias vividas en Porto de Galinhas. Lo cierto es que la mayoría de los alojamientos de esta zona ofrecen un sinnúmero de actividades para los huéspedes: desde meriendas temáticas para los chicos a clases de aquagym en la pileta y restaurantes para tentarse con platos típicos o cocina internacional, que hacen que las excursiones sean pocas.  

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Las piletas enormes que tienen camastros dentro del agua y el camarero a mano rivalizan con las extensiones de arena, donde también hay reposeras y hasta cancha de beach vóley. O ir al spa. Y todo impregnado por la simpatía de los locales, que nos hacen sentir en casa.  

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