A una hora y media de Capital, por Ruta 9 encontramos a la tranquila ciudad de Baradero, en el norte de la provincia de Buenos Aires. Un pesquero que nos permite acceder a una variedad de estructuras de pesca muy atractivas. Allí, entre las opciones que se ofrecen, hay una que incluye una fuerte carga de aventura y necesariamente un buen estado físico para dar con el pique, y a la cual pudimos acceder desafiando insectos y las altas temperaturas que vienen azotando al país en las últimas jornadas.
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En esta ocasión, llegamos junto a Fabián Strach Katz y Marcelo Rebollini con una lancha liviana que nos permitió recorrer el rio Baradero para luego ingresar por el Pinto hasta un puesto que le llaman la chanchera. Sitio en el que desembarcamos con lo justo y necesario para enfrentar una larga caminata entre espinosos cardos y una áspera vegetación. Lo justo fue una mochila con un par de litros de agua, algo muy liviano para comer y los equipos de pesca. Absolutamente importantes fueron los pantalones de secado rápido y las remeras manga larga con filtro UV, gorras, buff y lentes de sol. Las picaduras, golpes o raspaduras eran un tema a evitar para tener una jornada sin sobresaltos, aunque en mi caso cometí el error de dejar carnada en el pasto y, cuando volví a tomarla, sufrí en las manos las picadas de las hormigas rojas, sumamente irritantes.
Caminamos por un terraplén a cuyos costados pastaban numerosas vacas que eran vigiladas atentamente por la mirada de toros que, aunque a primera instancia se veían amigables, procuramos no molestar con nuestro paso. Lo mismo ocurría con la caballada, muy afecta a comer camalotes en flor. El primer lugar de pesca lo encontramos relativamente pronto, a unos 600 m del punto de partida. Este es otro detalle importante, ya que suele haber muy poca señal, por lo cual es necesario pactar la hora en que nos vengan a recoger y no perdernos para estar a tiempo allí.
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La zona para los primeros tiros fue un brazo del Pinto, punto que le dicen Romerito. Está cortado por otro arroyo angosto pero profundo por lo que pude comprobar con las líneas de flote. Se formaba una T y que a primera instancia contenía una gran cantidad de tarariras medianas y muy voraces que costaba sacar porque mordían con desconfianza a pesar de la altísima temperatura reinante. Mis compañeros también obtuvieron capturas con señuelos paseantes con vivos rojos y gomitas que imitaban ranas de color blanco en otro sector, hasta que paulatinamente esto se cortó.
Cambiamos de lugar y de nuevo el pique se activó, aunque esta vez aparecieron dorados que también iban hacia los mismos señuelos que las tarariras, pero se volvía a repetir la secuencia anterior. Se daban tres o cuatro capturas y el pique se cortaba. Llegamos a un recodo con camalotes y juncos a probar tanto señuelos como carnadas, pero pudimos dar únicamente con palometas súper voraces que atacaban todo con velocidad. En este punto, eran dueñas del agua y simplemente ninguna otra especie volvió a aparecer. Con este cierre, decidimos tomar el camino de regreso, muy exhaustos y con lo poco de agua que nos quedaba, con el plan de volver pronto ya que restan muchos rincones por descubrir a pesar de lo duro del terreno.
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