Una estación de radio es un conjunto de componentes que, unidos y correctamente instalados, permiten comunicarse, transmitir y recibir sonidos. Pero es además y, sobre todo, es uno de los instrumentos más útiles a bordo, uno de los más poderosos elementos de seguridad y, también, uno de los que más facilitan la navegación. Por lo tanto, resulta fundamental conocerlo a fondo y cuidar que su funcionamiento sea impecable en todo momento. Importante: tener en cuenta que si el cable de transmisión, los conectores y la antena están correctamente instalados, y la estación se encuentra en óptimas condiciones de trabajo, sólo queda un porcentaje de error menor a cargo de las capacidades propias del tripulante.
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Los equipos
En el mercado argentino todos los equipos son buenos y la reglamentación internacional vigente impone las mismas características técnicas a todos ellos. Es aconsejable tener o gestionar la licencia de Operador de Radio Restringido ante el ENACOM, llamada generalmente licencia de ORR, ya que uno allí podrá conocer al máximo los alcances y las formas de comunicación en caso de emergencia. La diferencia principal de una radio de uso náutico es que incluye la totalidad de los canales marinos, tanto para la transmisión como la recepción, en potencias de salida de uno (baja) y 25 watts (alta). Posee, además, un botón especial para acceder rápidamente a los canales de emergencias 16 y 9. Y también por lo general tiene un pulsador rojo del DSC Distress –para la llamada de emergencia–, y otro de WX/UIC para acceso a canales de reporte meteorológico.
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Por otro lado, suman la capacidad para operar en ambientes húmedos, por lo que entre las diferentes marcas y equipos sólo pueden diferir la cantidad y tipo de accesorios. Algunos de ellos útiles sólo para la comodidad del operador: scanner, memoria de canales, modo dual, controles en el micrófono, etc.
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Antena
Es el componente más importante de la estación, por donde salen y entran todas las modulaciones. Por lo tanto, para trabajar en la frecuencia apropiada debe estar muy bien instalada y perfectamente calibrada. Toda antena debe ser cortada para la frecuencia marina a la que va a trabajar. Las náuticas, además, tienen capacidades mecánicas específicas para este ambiente naval, por lo que son diferentes a las terrestres.
En veleros, el mejor lugar para instalarla es el tope del mástil. La configuración más usual es 5/8 de onda, lo cual reduce su longitud. Además, la altura evita la necesidad de un modelo con mucha ganancia. Las más usuales son las tipo látigo, con un elemento irradiante de acero inoxidable, de muy buena resistencia mecánica y con una bobina de carga en la base. Tienen ganancia de 3 dB (decibeles).
En cruceros y lanchas se requiere instalar antenas con más ganancia para compensar la baja altura. Por lo tanto, se necesita un modelo de por lo menos 6 a 9 dB (decibeles), lo cual suele lograrse con configuraciones como una doble 5/8 de onda o 7/8 de onda. Es por eso que son más largas. En este tipo de antena, el elemento irradiante está protegido por una corteza exterior de fibra de vidrio y en la base hay un herraje para distintos tipos de sujeción.
Todas las antenas son de polarización vertical. Esto quiere decir que siempre deben estar perpendiculares a la superficie del agua, además se encuentran cortadas y calibradas en fábrica. Por eso se deben cuidar y jamás transmitir con una antena rota o dañada. El cable de transmisión es un coaxial especial para comunicaciones, uno de los componentes clave junto con la antena. Los terminales deben estar bien soldados, limpios, libres de óxido y sulfato, y el tramo de cable ser lo más corto posible. Pero a la vez no hay que olvidar que, a mayor altura, mayor alcance. Es decir, hay que instalar la antena en el punto más alto posible pero el cable debe hacer el camino más corto, pues a mayor longitud, mayor pérdida. Embarcaciones menores utilizan cable fino (RG 58) pero, a medida que aumenta el tamaño de la embarcación, el equipo se ubica más lejos de la antena, por lo tanto, el cable también se debe ir engrosando. Un RG 213, por ejemplo, tiene menos pérdida en el total de la longitud. En el caso de un velero, el cable suele cortarse para poder retirar el mástil si fuera necesario, y se conecta un empalme, aunque no es técnicamente lo más recomendable. Lo habitual es que la unión quede en cubierta, por lo que hay que prestarle especial atención e inspeccionarla periódicamente, buscando señales de deterioro y, en ese caso, reemplazarla para no perder ganancia o, lo que es peor, la posibilidad de transmitir.
Nota completa en Revista Weekend del mes de Enero, 2019 (edicion 556)
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