Después de cinco años de haber estado en la base del Pissis y haber sido azotados por la climatología adversa, decidimos diseñar una nueva aventura y darle un formato más relajado, si así lo podemos llamar estando por arriba de los 4.000 msnm. El punto de encuentro fue el mágico hotel de Cortaderas (3.370 msnm), un verdadero coloso en estas altitudes y que se convierte en el epicentro de toda aventura en la zona. Después de una cena liviana y posterior puesta a punto de lo que sería el recorrido, el orden de marcha, el cuidado ambiental y, sobre todo, la seguridad, solo quedaba esperar que amaneciera para dar partida a lo que a la postre serían tres días maravillosos.
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Primera jornada
Tal como lo marcaba el pronóstico, el día era increíble. En el estacionamiento, las mulas metálicas eran cargadas con todo el equipamiento necesario, junto con el combustible para que nadie tuviera que ser eslingado durante el regreso. A las 9:10 comenzamos lentamente a darle movilidad al convoy para despejar los 9 km de pavimento que nos separaban del camino de ripio, donde verdaderamente los ATVs se sentirían en su terreno. Fuimos ganando altura por la quebrada de La Coipa. Los paisajes con el sol radiante y con pocas nubes hacían un día único. El primer desafío que marcaría las reglas que impone la montaña era cómo nos sentiríamos cuando atravesáramos los 4.540 msnm.
Parada obligatoria para reagrupar y ver el estado general del grupo, enseguida obtuvimos 24 pulgares para arriba aunque a unos cuantos no les sobraba nada de aire. Continuamos camino por lugares que para la gran mayoría eran desconocidos y que en la avanzada los iban sorprendiendo metro a metro. Descendiendo unos pocos kilómetros llegamos a la Laguna de Aparejos. Una amplitud visual, que en un segundo mezcló lo blanco del salar con los ocres, los tostados y los contrastes de la montaña que sumaba sus picos nevados.
Nos encontrábamos a 26 km del Balcón del Pissis y esto generaba una expectativa importante, sobre todo porque al contar con un clima tan benigno, poco habitual para estas latitudes, la postal estaba asegurada. Continuamos la marcha con algunas paradas más y lo sublime estaba a punto de llegar. A los 4.536 msnm se encuentra un mirador natural, conocido como Balcón del Pissis. Acá sucedió el gran hechizo de altura, que es cuando nada se puede contar o explicar mejor que alguien con una súper cámara interpretando lo que el ojo humano dimensiona. La sensación de los aventureros con una mirada profunda y sensible ante tanto poderío natural terminó por emocionarlos. Algo más de una hora tardamos en llegar a lo que sería nuestro hogar por dos días. Armamos campamento, almorzamos y tuvimos una tarde sin acción para poder contemplar el silencio majestuoso y una vista de 360 grados inigualable. Cena temprana para reponer calorías, y algunas delicatessen para que ninguno extrañara su zona de seguridad, confort y comodidad. La gran camaradería fue el cierre de una jornada sublime.
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Segundo día
Sin horarios para desayunar, ya que si alguno había tenido una mala noche era mejor reponer energías. Vale recordar que la primera noche en altura y las muchas horas que se pasan en la carpa suelen ser complejas y eternas. Y así fue, unos tuvieron dificultad para encontrar el sueño y les costó respirar. Mientras se iban asomando de las carpas, la pava hervía y todo estaba preparado para arrancar el día y tratar de, si la montaña lo permitía, cumplir con el objetivo. Alistamos los ATVs y comenzamos a formar el convoy multicolor que parecía una gran coral en el medio de la cordillera. Fuimos ganando altura hasta llegar al campamento base Mar del Plata. Allí los escaladores arman sus campamentos para aclimatar y luego encarar la cumbre del Pissis (6.793 m).
Aprovechamos el momento para que, en silencio y de acuerdo con el Dios de cada uno, pudiéramos pedir para que se encuentre al inglés perdido en el año 2003. Existe una placa recordatoria que pusieron sus padres y sería bueno que pudieran cerrar esta historia, y no dejar que la incertidumbre los abrume. En este punto la huella se pierde en el horizonte y hasta al glaciar se va por subidas, valles y cúmulos de piedras difíciles de sortear. Teníamos que seguir con pasión y sentimiento, y a la vez actuar con mucha confianza y seguridad.
Pero lo que durante un día y medio vimos como muy lejano e inalcanzable, de inmediato se convirtió en realidad: 19 ATVs y 21 personas estábamos pegados al Glaciar de los Argentinos, a 5.374 msnm, con una climatología excelente y sin el viento que suele ser caprichoso y devastador.
Casi en el límite entre la montaña y el cielo brotaron las lágrimas, invadieron las emociones y no hubo quien no quisiera darse un abrazo con el resto de los aventureros: lo habíamos logrado. La Pacha Mama nos permitió estar unos 25 minutos que sirvieron para fotos y videos con todos los ATVs al borde del glaciar. Lógicamente, algo que ya estaba hablado y pactado era que así sería y que ningún vehículo podría subirse al glaciar.
Minutos después comenzamos a descender lentamente hacia el CB con el claro pensamiento de que habíamos vivido una experiencia inédita e intransferible, y que el rival permanente fue lo desconocido. Al llegar, desensillamos los ATVs y un gran almuerzo estaba esperándonos. Por la tarde muchos se dedicaron al descanso y otros nos fuimos a recorrer el valle Ancho, que sin estar en ningún plan y gracias a nuestro paso sirvió para rescatar una camioneta que se había enterrado. Todo salió bien y esta gente pudo volver sin ninguna consecuencia. Un atardecer imponente marcaba los vestigios de la satisfacción indiscutible por el logro obtenido, lo que ameritó para un brindis y para dejar armado el regreso y emprender la última etapa.
Tercer día: el regreso
Desarmar el campamento y alistar los ATVs nos llevó un tiempo menor al que habíamos estipulado. Las miradas entre los aventureros eran evidentes, por pocas horas fue nuestro hogar de altura y dejarlo generaba una sensación de vacío. Era sin lugar a dudas el mejor de los tres días, ni una nube y todos los picos nevados se reflejaban en las lagunas que agrandaban el paisaje como si fuera un espejo gigante. Obligadas paradas ya que nadie quería dejar de sacar fotos, por suerte aún quedaba resto en las tarjetas de memoria y, sobre todo, muchas energías.
Un ATV se empacó, no pudimos dar con la falla y eslingado lo tuvimos que bajar. Esto alteró un poco los tiempos que teníamos programados de llegar a las 14 al refugio sobre el río Chaschuil donde nos esperarían con el almuerzo. Pero igual cumplimos. De esta forma aplanamos 255 km, vivimos momentos extremos, y compartimos días con personas sensibles y guerreras que saben disfrutar de la vida. Prevaleció la fortaleza mental siempre, pero sobre todo la camaradería destacada que fue el factor sin discusión que llevó al resultado obtenido y al éxito de una expedición más.
Nota completa publicada en revista Weekend 536, mayo 2017.
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