Isla Saona, un paraíso natural de Punta Cana al que se llega sólo en excursión
Es una actividad que toma todo el día, se parte en micro hasta la costa de Bayahíbe, donde en catamarán o lancha se llega a una isla sin habitantes pero con un completo servicio. Allí esperan buffet libre, reposeras y un mar verde. También hay sorpresas por el camino.
Por Patricia Daniele
Mar Caribe, playa, sol. Cualidades que tiene Punta Cana, en República Dominicana, y que convierten al destino en uno de los favoritos de los argentinos. Completamente justificado tanto por su arena blanca como por su agua tibia en tonos de verde y turquesa, a lo que se suma por la amabilidad de su gente. Allí hay una playa a la que se llega exclusivamente en excursión pues es un paraíso natural en el que no vive nadie y solo se va a pasar el día: isla Saona.
Es una reserva natural de 110 km de extensión. El viaje parte de Bayahibe en catamarán o lancha, en un mecanismo muy dominicano: cada grupo tendrá que esperar su turno para tomar la embarcación. Una vez arriba, en el camino parará en unos espectaculares bancos de arena, zona denominada Blue Lagoon. Allí, lejos de la costa, los pasajeros son alentados a zambullirse y disfrutar del agua en un sitio donde se hace pie, se puede nadar o simplemente relajarse haciendo la plancha.
Es el preludio para desembarcar en la islita unos 20 minutos después y caminar un trecho hasta la otra costa, entre palmeras altas y los sonidos que emiten los pájaros en ese santuario. Al poco de caminar (el único transporte es un carro tirado por un burro) llegamos hasta el sector de reposeras y donde se instalaron enormes quinchos para el almuerzo buffet. Aquí cada uno es libre de elegir lo que quiere hacer: almorzar, meterse en el agua, tirarse en una reposera o tomarse una cerveza Presidente mirando como rompen las olas en los arrecifes de coral. En estas extensas playas repletas de cocoteros también se pueden contratar los servicios de los fotógrafos para tener una imagen hollywoodense que llevarse a casa, super posada y profesional. Luego de pasar el día, nuestro regreso fue en un catamarán, entre bailes, tragos y venta de souvenires a bordo, muy entretenido y para nada cansador.
Como parte de la excursión se organizó que, antes de llegar al puerto de partida, el micro para en un comercio muy amplio para descubrir (y comprar) productos bien dominicanos como ron, chocolates, café, puros y artesanías. Y donde se puede probar tanto café como la bebida típica de la isla: la Mamajuana, una combinación de hierbas y especias maceradas en ron y vino que se convierte en el souvenir más original. El regreso al alojamiento trae la sensación de haber pasado una jornada diferente y muy cercana a la autenticidad de República Dominicana.
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