Friday 6 de December de 2024
AIRE LIBRE | 06-05-2020 09:59

¿Las avispas asesinas que invaden Washington pueden llegar a la Argentina?

Agresiva, territorial, letal y sin enemigos naturales. Así es la especie de avispa más grande del mundo que decapita abejas y mantiene en vilo a la comunidad apícola del noroeste de Estados Unidos. Qué sabemos de su llegada a la Argentina.
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Hablar de “avispas asesinas” podría sonar a título sensacionalista que busca interpretar falsamente al mundo animal. Sin embargo, en este caso se trata de una definición que podría describir bastante bien las características de la especie. La Véspula mandarinia es originaria del sudeste asiático y habita principalmente en Corea, Japón y China. Puede llegar a medir 5 centímetros de longitud y tener una envergadura de unos 7,5 centímetros. Vive en lugares abiertos y zonas boscosas. Si bien todas las avispas son cazadoras y se alimentan de proteína animal, esta especie tiene la particularidad de atacar colmenas de otros himenópteros sociales, ya sean abejas u otras avispas. 


“Primero atacan a las abejas guardianas, las cortan en pedazos y las van llevando a sus nidos. Una vez que matan gran cantidad, entran a las colmenas y se llevan las larvas de las abejas para alimentar a sus propias larvas”, explica Leopoldo Álvarez, Doctor en Ciencias Naturales, investigador Asistente del CONICET e integrante de la División de Entomología del Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Son muy territoriales y agresivas. Su picadura, además de ser extremadamente dolorosa, inyecta gran cantidad de una neurotoxina que podría llegar a ser letal aunque la persona no sea alérgica. De hecho, en Japón se registran alrededor de 50 muertes al año por picaduras.
En 2018 ya habían sido noticia por su aparición en Francia. En ese momento, la BBC Earth Unplugged publicó un video en el que se podía ver cómo estas avispas atacaban y destrozaban abejas. Hoy vuelven a escena luego de que en diciembre pasado aparecieran en el estado de Washington, al noroeste de Estados Unidos, donde comenzaron a depredar abejas. Los productores apícolas aún no encuentran la manera de contener la invasión y temen por el futuro de la industria.


En América sí, en Asia no
¿Por qué en su lugar de origen estas avispas no son una amenaza para las abejas? “Las abejas asiáticas ya han desarrollado un sistema de defensa natural, por eso recién cuando salen de su hábitat se transforman en problema. Cuando un organismo ajeno se introduce en un ecosistema nuevo y logra adaptarse es casi inevitable que genere un desequilibrio en la naturaleza. Algunos no son muy importantes, pero otros se convierten en plagas y hasta en enfermedades”, dice Álvarez. 
Aún no se sabe cómo esta especie llegó a Norteamérica, aunque muy probablemente se haya introducido en algún tronco que viajó en barco desde Asia. “Las avispas no siempre viven en colonias establecidas. Cuando inicia el otoño, la reina y las obreras empiezan a generar machos y hembras nuevas. Las reinas copulan, salen de la colmena y se esconden en cualquier lado en el que encuentren abrigo para pasar el invierno. En la primavera siguiente, salen y construyen un nuevo nido. Si la avispa se escondió en un tronco o en cualquier cosa que pudo haber sido ingresada en un barco, una vez que llegó a destino, salió y empezó a construir una colmena nueva”, supone el especialista. 
Se reproducen con mucha rapidez. Las hembras viven más de un año, las obreras un poco menos y los machos, que sólo sirven para copular, tienen una corta existencia.
No sueñen con Argentina
Para Álvarez sería muy difícil que la vespa mandarinia lograra llegar al país. Y si lo hiciera, probablemente no podría adaptarse a la llanura pampeana. De las 250 especies de la familia vespidae que habitan la Argentina, ninguna tiene ese nivel de agresividad. La que más podría acercarse es la famosa véspula germánica o “chaqueta amarilla”, una especie europea que se introdujo a través de Chile y provocó más de un dolor de cabeza en la Patagonia.
Las especies están en constante cambio y su desplazamiento o dispersión se da naturalmente, pero no tan rápido. La “violencia” de estas intromisiones sería imposible sin el accionar humano, lo que invita a repensar la respuesta sobre cuál es la verdadera plaga.

Crédito de la cuarta imagen de la galería: Dr. Carlos Del Pico Pons.

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Noelia Fraguela

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