La ciudad de San Rafael, en Mendoza, es uno de esos lugares que tiene que estar en la agenda anual de todo viajero. Es un destino para el cual bien vale la pena hacerse una escapada en un fin de semana extra largo aunque no van a alcanzar los días porque se van a quedar con las ganas de experimentar alguna vivencia. Con un poco más de tiempo libre por vacaciones de al menos una semana, podrán intentar experiencias más largas abarcando territorio del vecino departamento de Malargüe. Pero, ¿por qué San Rafael es tan especial? Porque, por vía aérea, es un portal de rápido acceso a un amplio abanico de atractivos para el viajero, desde el turismo activo (de aventura y ecoturismo) o el que refleja las tradiciones y la cultura de la región, como el gastronómico y el enológico. Este último es tan importante que tiene su identidad propia en los Caminos del Vino de San Rafael.
Como las diferentes propuestas varían según las estaciones del año, programamos una escapada de cuatro días. Nos esperaba nuestro anfitrión, Jorge Royon. En la tarde del primer día hicimos el clásico city tour y visitamos parte del circuito productivo, como El Secreto, un sitio que nuclea a familias productoras. Como la planta de elaboración de alfajores artesanales que, en los de chocolate negro, el relleno de doble capa de dulce de leche y, en los de chocolate blanco, es de frutos rojos. Nos acercamos también a Finca Paru, con sus cultivos de tomates orgánicos y de membrillo, y degustamos varias delicatessen de su fábrica, como morrones o pasta de aceitunas.
Aventura en Los Reyunos
El segundo día en San Rafael lo dedicamos completo a experiencias en este embalse ubicado a 35 km al oeste de la ciudad. El paisaje que lo rodea es ideal para el turismo activo. Con Facundo Matar y Lautaro Martínez, de Kaike Turismo Aventura, navegamos primero en un catamarán para llegar a una zona con paredes de roca volcánica. Allí combinamos un ascenso por una vía ferrata, una travesía en tirolesa y un descenso en rappel, todo muy bien diseñado y con su buena cuota de adrenalina y esfuerzo. Especialmente la vía ferrata, con un tramo extraplomado de subida y el primer sector del rappel totalmente vertical y extenso. Para después del almuerzo quedó el muy divertido tirobangi donde, colgados por la espalda, atravesamos las aguas del embalse en una vertiginosa variante de tirolesa que es muy segura y apta para todo público.
Otra opción muy buena es tomar el catamarán para llegar al Club Náutico Los Reyunos y navegar por el embalse, un espejo de aguas verdes y turquesas a la luz del sol. Alrededor del Club, blancas casas de fin de semana descienden desde la montaña hasta la orilla del lago. Si nos quedamos, en el lugar hay restaurantes, apart hoteles, cabañas y camping. Se puede practicar wakeboard, esquí acuático, kayak y canotaje. Nosotros salimos a remar en unas canoas canadienses dobles... un placer.
Los caminos del vino
Hay más de 20 bodegas alrededor del centro de la ciudad. Dedicamos un día a visitar tres de ellas, que casi es demasiado porque no se trata sólo de verlas y hacer una degustación de vinos. Todas tienen algo especial para prolongar y enriquecer la experiencia.
Comenzamos con la Bournett en la zona Este. Allí, Guadalupe Fathalla nos hizo participar de un juego que los caracteriza: descubrir los aromas que representan la identidad del vino. Hay un salón especialmente preparado, una especie de laboratorio lleno de pequeños recipientes cubiertos. Cada uno representa a un descriptor aromático diferente y hay que usar el olfato para tratar de adivinar. Gana el juego el que más acierta y es un primer paso para meterse en la cata de vinos, un ejercicio más complejo que una degustación. También pudimos ver el proceso de elaboración artesanal y manual de sus espumantes, usando el método Champenoise. Por último, degustamos un vino Corbeau, varietal que sólo se produce allí en todo el territorio nacional y que tiene la línea Fangio Legend: cinco vinos por los cinco títulos del mundo del todavía más grande entre los campeones de la Formula Uno: Juan Manuel Fangio.
En la zona Sur visitamos Finca El Nevado, donde aprendimos los secretos de la cosecha en una viña de varietales. Luego degustamos su Camino al Nevado, un inconfundible malbec cálido, suave, de taninos dulces que lo tornan aterciopelado. Terminamos el día en la zona Oeste, más precisamente en la bodega Valentín Bianchi donde el enólogo Sergio Pomar nos explicó paso a paso el proceso de elaboración de sus vinos tintos de alta gama. Y donde degustamos otras varias cepas. La bodega propone a los turistas hacer las Experiencias Bianchi, una serie de actividades para elegir que incluyen recorrer los viñedos en bicicleta, convertirse en viticultor por un día, tomar cursos de cata y maridaje o crear el propio corte de vino.
Cañón del Atuel
El cuarto día comenzó con un desayuno y una corta visita a la Villa de El Nihuil, rodeada por el embalse más grande de la provincia de Mendoza, un escenario ideal para los deportes náuticos y la pesca. La idea era descender hasta Valle Grande por un serpenteante camino consolidado que nos permitiría internarnos en los maravillosos paisajes geológicos del Cañón del Atuel. Ya en camino, la imaginación permitió descubrir durante el recorrido numerosas y variadas figuras que el viento, el agua y el tiempo supieron tallar en la roca: Museo de Cera, Los Monstruos, La Ciudad Encantada, Los Jardines Colgantes o Los Monjes. También vimos en detalle la cadena de embalses y centrales hidroeléctricas que alimenta el mismo río Atuel para llegar, finalmente, a la represa de Valle Grande, que contiene un inmenso espejo de agua verde esmeralda, otro lugar ideal para la práctica de actividades náuticas.
Al continuar descendiendo encontramos los distintos paradores que concentran las actividades de aventura, además de variados servicios gastronómicos y de alojamiento. El manejo del recurso hídrico marcó que, justo en la fecha de nuestro viaje, el curso del Atuel no estuviese habilitado para el clásico y popular rafting. Eso pasa en momentos puntuales, por eso siempre hay que consultar a los guías locales. Quedan, claro, las otras opciones que se ofrecen en la zona como senderismo, escalada, rappel, tirolesas, vuelos en parapente, safaris fotográficos y cabalgatas.
El Laberinto de Borges
El último mediodía lo dedicamos a visitar la Finca Los Alamos, donde la familia Aldao construyó o, mejor dicho, plantó, un gran laberinto de setos buxus en homenaje a Jorge Luis Borges. La estancia fue un lugar que el escritor conoció y disfrutó cuando visitaba a su gran amiga Susana Bombal. El diseño del laberinto, con más de 7.000 arbustos, fue del inglés Randell Coate. Desde la torre de observación se aprecia una vista en altura y, así, la simbología contenida en el laberinto. Además del nombre Borges, están el símbolo de infinito, un reloj de arena y otros detalles que se descubren a través de la visita y del relato de Luis Sandoval Guzmán, quien conoce todos los detalles de la finca. En ese ambiente perpetuado en el tiempo, mientras ya pensábamos en el regreso, degustamos un malbec Mil Ocho Treinta, el mejor broche de oro en tierra mendocina.
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