Un hecho tan llamativo como poco frecuente se vivió en una jornada de pesca recreativa en aguas correntinas. Mientras intentaban liberar un señuelo que había quedado firmemente enganchado bajo la superficie, un grupo de pescadores descubrió que el obstáculo no era una simple rama, sino un árbol hundido que, con el paso del tiempo, se había transformado en una verdadera trampa para los artificiales. Al lograr sacar el tronco y parte de sus ramas, comenzaron a aparecer uno tras otro decenas de señuelos atrapados. Entre ellos se distinguían modelos tipo cascarudos y escarabajos, clásicos de la pesca deportiva, utilizados por numerosos aficionados que, sin saberlo, habían ido “decorando” el árbol con cada enganche perdido.
La sorpresa fue en aumento a medida que avanzaba el conteo: en total, los pescadores lograron recuperar 78 señuelos. El momento, registrado en video, estuvo acompañado de bromas y comentarios descontracturados. “Alguien perdió su arbolito de Navidad”, lanzó uno de los protagonistas, mientras otro celebró el hallazgo con un “ho ho ho” al estilo Papá Noel, aportando humor a la escena. Más allá de lo pintoresco, el hallazgo también dejó un dato que no pasó desapercibido. Según explicaron los propios pescadores, el valor de cada señuelo oscila entre los $ 15.000 y $ 20.000, por lo que el contenido total del “arbolito” superaría holgadamente el millón de pesos.
La anécdota, además de viralizarse, volvió a poner sobre la mesa una realidad conocida por quienes frecuentan ríos y lagunas: los árboles sumergidos y estructuras naturales suelen convertirse en puntos clave para la pesca, pero también en auténticos cementerios de señuelos. En este caso, el río devolvió, de una sola vez, lo que durante años fue cobrando silenciosamente.
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