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PESCA | 31-05-2017 09:03

Atunes con mosca en los canales chilenos

Los canales cercanos a Chiloé son una muy buena alternativa para la pesca de grandes atunes, con moscas y con señuelos. Galería de imágenes.
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En nuestra visita a la zona de Pucón, Chile, allá por diciembre de 2016, el grupo que como siempre conformamos junto a Guillermo G. Fischer y Adrián Pelletieri, tuvo el objetivo principal de capturar los tremendos salmones chinook y truchas en los ríos de la región, como el Toltén y el Enco, entre otros. A la vuelta de ese viaje nos propusimos un nuevo objetivo: para fin de la temporada (esta vez hospedándonos más al sur, en la zona de Puerto Varas y Petrohué) iríamos a buscar los atunes en los canales marinos adyacentes a la Isla de Chiloé. Se trata de una pesca difícil y desconocida para nosotros, e intentaríamos capturarlos con mosca y cucharas del tipo Toby.

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Nos comentaron que en esa zona los atunes vienen a buscar a las sardinas y pejerreyes que habitan en los canales, favorecido su ingreso adicionalmente con las aguas más cálidas de esta temporada, que por razones del fenómeno del “Niño” incrementó su temperatura unos 2 o 3 grados más de lo habitual. Pasado mayo, ya con las aguas más frías, se dirigirían mar adentro.

Es así que nos pusimos en contacto con nuestros guías y amigos de la zona, Arturo Saffores y Carlos Binder Ruiz, quienes han desarrollado un interesante y atractivo desafío de pesca de atunes para sumar a la habitual temporada de salmones chinooks, salmones salares y truchas marrones y arco iris que pueblan los ámbitos del lugar.

Coadyuvó a esta circunstancia el hecho de que este año, la subida de salmones chinook al río Petrohué y sus afluentes fue escasa, por razones que la naturaleza solo conoce, lo que sumado a las lluvias de esta semana de fines de abril, hicieron que la alternativa atunes fuera la única viable.

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Rumbo a Chiloé

Nos dirigimos al canal de Chacao, zona de partida de los días de pesca. Abordamos una cómoda embarcación del tipo trucker de las utilizadas por pescadores artesanales de la zona, de unos 7 m de eslora y ágil motor fuera de borda, ideales para que pesquen tres personas. Hay que destacar la sabia operación y conocimiento del ámbito de Arturo, quien incorporado en el medio de la embarcación y pese a la correntada generada por las amplias mareas, iba sondeando el horizonte y guiando al otro integrante de la tripulación, Camilo, a cargo del motor, en base a señas preestablecidas entre ellos, surcando el canal y el golfo de Ancud, dirigiéndonos a los lugares calientes de pesca del inmenso sector del norte de la Isla.

El lugar es de una inmensidad y naturaleza inigualables, y las mareas –que hacen ingresar y salir el agua a mar abierto– a veces  tienen tanta fuerza que parecen las del propio río Petrohué, pero con mucho caudal. La pesca fue espectacular. Se trata de una actividad totalmente activa, en la que munidos de equipos de mosca y spinning –y  también de trolling para cuando el cansancio arrecia– embarcamos para navegar y buscar el preciado atún de Chiloé.

Para el caso del fly, son indispensables mínimamente equipos de cañas #10, con líneas de cabezas de hundimiento rápido, leaders cortos y fuertes y moscas que emulen pequeñas sardinas o pejerreyes de mar. Los equipos trabajan a su máxima exigencia y tensión, por lo que deben ser de probada calidad y fortaleza. En caso de spinning/trolling, las cañas deben ser mínimo 15/30 libras (1 libra = 0,453592 kilo) con equipos multifilamento acordes.

Mucho revuelo

Los atunes cazan en cardumen y a altas velocidades. Y en el frenesí de su ataque provocan a las especies forrajeras del lugar un descontrol y revuelo grupal. La habilidad del guía para identificar esta circunstancia, una suerte de pesca “a cardumen visto”, se hace indispensable para no fracasar en los intentos. Y sólo se cuentan con escasos dos o tres lances para luego ir en busca de otra pajarada, como la llaman. La riqueza de la fauna del lugar (gaviotas, pelicanos, lobos marinos, etc.) hace indispensable la sabia detección de esa caza por parte de los atunes, ya que a la distancia puede creerse que se trata de esa especie y en realidad es un lobo comiendo.

La pesca fue fantástica, con piques tremendos, corridas de locomotora, reeles con el freno encendido y también bajas en los equipos: una caña rota de spinning que meses atrás había capturado –sin mayores sobresaltos– salmones chinook del doble del tamaño de estos atunes; y una línea entera de fly que se fue con un ejemplar que salió despavorido casi al final de su lucha al ver un lobo marino que lo quería robar.

Fueron dos días increíbles de pesca en los que capturamos 14 ejemplares. Una salida sumamente recomendable.

Nota completa publicada en revista Weekend 537, junio 2017.

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