El Galata Museo del Mare relata los viajes de Cristóbal Colón, el navegante nacido en Génova. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

Contenedores en el puerto de Génova. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

Elegancia en Génova: en Finollo se consiguen desde 1899 corbatas de seda de alta calidad. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

El Faro La Lanterna es un símbolo de Génova. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

Los ñoquis con pesto son un plato típico de Génova que no debería dejar de probar ningún viistante. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

El Palazzo Tursi, sede del gobierno municipal de Génova, pone de manifiesto el rico pasado de esta antigua metropólis del comercio mediterráneo. Foto: Ute Müller/dpa Foto: DPA.

OLVIDADA ANTE SUS VECINAS FAMOSAS

Génova: ciudad con pocos turistas y muchos atractivos

A 140 km del aeropuerto internacional de Milán, la ciudad de Cristobal Colón es sede del mayor acuario de Europa, palacios ricamente decorados y deliciosos platos ligures como el pan focaccia, la variante de pasta trofi y la farinata. Reivindica su belleza ante las populares Florencia y Roma.

Mientras aplasta hojas de albahaca, piñones, aceite y ajo en un mortero hasta convertirlos en pesto, Roberto Panizza se muestra verdaderamente enojado: “En Florencia, Roma y Milán está descrita y documentada cada piedra, mientras que nuestra ciudad tiene lo mismo para ofrecer, pero simplemente casi nadie la conoce”, se lamenta el cocinero. Panizza, de 55 años, tiene razón. Durante muchas décadas Génova fue injustamente despreciada por los turistas. Porque la ciudad natal de Cristóbal Colón es una verdadera joya: la otrora República Marítima de Génova cuenta con el mayor casco histórico de Italia. Solo hay que tomarse unos días para hacer este descubrimiento. 

A los turistas los desalentaba tal vez el gigantesco puerto industrial o quizás el viaje era demasiado largo. Y además en agosto de 2018 se vino abajo el puente Morandi de la autopista A10 y 43 personas murieron. Pero los genoveses -descendientes de marinos, comerciantes y banqueros- no pierden el optimismo y están dispuestos a presentar batalla. ”En la Edad Media éramos lo que son hoy día Nueva York y Londres, o sea una próspera metrópoli comercial”, afirma Panizza, mientras va colocando la espesa salsa verde en pequeños vasos. Hace pocos meses abrió un pequeño local en el Mercato Orientale. El tradicional mercado en el paseo Via XX Settembre se convirtió en un punto de encuentro muy de moda entre jóvenes. Pero, a diferencia de lo que sugiere su nombre, aquí se buscarán en vano especialidades asiáticas. Las grandes protagonistas son creaciones ligures como el pan focaccia, la variante de pasta trofi y la farinata, una especie de panqueque hecho de harina de garbanzos y aceite de oliva.

Una ciudad que creció rápidamente

Los impactantes y numerosos palacios de los siglos XVI y XVII en el casco antiguo de la ciudad brindan testimonio de la inmensa riqueza de los comerciantes genoveses. Tras las elegantes fachadas, se esconden alegres jardines y patios internos. ”En nuestra ciudad siempre hubo poco lugar para construir, porque Génova se encuentra encajonada entre el mar y el interior montañoso -explica el historiador Giacomo Montanari-. Por esa razón tuvimos que construir hacia las alturas y eso es lo que convierte a nuestra ciudad y a su paisaje urbano en únicos”, puntualiza. Desde la Spianata Castelletto se obtienen las mejores vistas del casco antiguo, con sus enmarañadas callejuelas. Milán, con su aeropuerto internacional, se encuentra a aproximadamente 140 kilómetros de Génova, y desde allí hay conexión en tren.

El casco antiguo comienza directamente detrás del Porto Antico, el viejo puerto, que fue remodelado por el famoso arquitecto genovés Renzo Piano en 1992, con motivo de los 500 años del descubrimiento de América. Piano hizo derribar los lúgubres muros del puerto y construyó una enorme zona de esparcimiento para los habitantes de la ciudad. El arquitecto convirtió así el lugar en un sitio accesible, algo por lo cual los genoveses continúan agradecidos hasta hoy.

Donde antes se almacenaban mercancías actualmente se encuentra el mayor acuario de Europa. A su lado se ubica el Galata Museo del Mare, con logradas réplicas de barcos. ”Antes el puerto estaba escindido de la ciudad, ni siquiera se veía el mar”, recuerda el alcalde Marco Bucci. “Yo ya tenía 33 años cuando por primera vez caminé hasta el Porto Antico y pude meter las manos en el agua”. Y, como corresponde a una ciudad medieval, el ayuntamiento se encuentra en el Palazzo Doria Tursi, uno de los edificios más bellos de Génova. Bucci se muestra orgulloso del museo en su Palazzo, donde se exponen los violines de Niccolò Paganini. En su testamento, el virtuoso músico legó su violín favorito a su ciudad natal, con la condición de que este permaneciera siempre en Génova. 

Vivir en palacios sin ser rico

El Palacio Tursi es el mayor de todos los de la nobleza en Via Garibaldi. Actualmente la mayoría de los palacios se encuentran en manos privadas, pero durante dos fines de semana al año, los ”Rolli Days” abren sus puertas. En muchas de las residencias viven actualmente ciudadanos completamente comunes. Una suerte para Génova es que la ciudad ha permanecido hasta ahora al margen de la gentrificación. “Nuestro centro está lleno de pequeñas tiendas típicas y negocios de artesanía”, afirma el alcalde Bucci. Estas tradicionales tiendas se denominan botteghe storiche.

Asimismo vale la pena visitar el faro más alto del Mediterráneo, La Lanterna. Desde allí puede observarse Génova de una perspectiva completamente diferente. Primero la vista se detiene en el gigantesco puerto, desde donde partieron en el siglo pasado los barcos con miles y miles de migrantes italianos hacia el Nuevo Mundo. Actualmente se encuentran allí los transbordadores que unen Génova con Sicilia, Cerdeña, Córcega y el norte de África.

En las inmediaciones se despliega aún más actividad. Gigantescos barcos contenedores esperan a ser cargados y descargados. Resulta difícil abstraerse completamente del encanto de las instalaciones industriales y en parte envejecidas de la ciudad que durante largo tiempo fue considerada la Manchester italiana. El guardafaro Angelo de Caro, quien trabaja aquí hace 24 años, afirma con total seguridad: “Este es el balcón más fascinante del mundo”.

dpa

 

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